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Domingo, 14 de Diciembre de 2025

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Calle Luis de la Cerda (Foto Luis A. López Sosa) Calle Luis de la Cerda (Foto Luis A. López Sosa)

'El Príncipe de La Fortuna' busca corona en el Valle de Jinámar

Una calle del barrio recuerda a Luis de la Cerda

cojeda Domingo, 21 de Septiembre de 2014 Tiempo de lectura:

En nuestro paseo de hoy, mañana primaveral, nos hemos ido al Valle de Jinámar, donde vamos en busca de la calle Luis de la Cerda, cuyo inicio lo encontramos en la calle Lotus Kunkelli, desde don orientación de Naciente a Poniente y tras recorrer unos 350 metros, va a finalizar a la calle Cortijo de Belén.
 
Por el Norte tiene paralela la calle Loma de las Brujas y por el Sur linda con la calle Cortijo de Belén.
 
Esta nominación, fue aprobada por el Ayuntamiento Pleno en sesión celebrada el día 26 de diciembre de 2003, figurando desde entonces, en el Callejero del Distrito 3º, Sección 11ª del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
 
Es ésta una urbanización reciente, de una veintena de años, aproximadamente y, el uso de la misma es eminentemente residencial, encontrándonos en la mayoría de las parcelas edificios destinados a viviendas.
 
Sinopsis de la nominación 
Luis de la Cerda, conocido en la historia también como “Luis de España”, nace en Francia en el año 1291 quien estaba emparentado a su vez con los reyes de Castilla y de Francia, gozando además de excelentes relaciones con las altas magistraturas de la Iglesia. Ostentaba el título de primer Conde de Talmont en 1338 y de Clermont. Almirante de Francia (1340-1341), príncipe soberano de las Islas Afortunadas (Islas Canarias) y señor de Deza y Enciso.
 
Hijo de Alfonso de la Cerda «el Desheredado» y de Mahalda de Brienne-Eu y sobrino de Fernando de la Cerda. Por parte paterna era bisnieto de Alfonso X de Castilla y de Luis IX de Francia.
 
La ambición que dominaba a Luis de la Cerda, le conduce a la pretensión de procurarse una corona, idea que confluye con la de la propia Iglesia de intervenir en un asunto cada vez más destacado por las cancillerías y mercaderes, lo que da lugar que la Curia Papal reunida en Avignon el día 15 de noviembre de 1344, mediante bula papal nombrara a Luis de la Cerda como “Príncipe de La Fortuna”, a la vez que interesaba de los reyes de Aragón, Castilla, Francia, Portugal y Nápoles, apoyasen las empresas que emprendiera el nuevo príncipe.
 
"Y para que por tal concesión nuestra resultéis insigne por título de mejor dignidad, a ti, con la autoridad referida, con el consejo y asenso de los hermanos mismos, constituimos príncipe de las dichas islas, las cuales, además, decidimos que hayan de ser principado y el mismo sea denominado de Fortuna, imponiendo en tu cabeza por nuestras manos, la corona áurea en signo de la dignidad adquirida del dicho principado y en aumento de tu honor..."
 
El día 28 de noviembre del mismo año, se celebra el acto de vasallaje al papa por el nuevo rey, con gran boato, pero antes de empezar el mismo, sobrevino una fuerte tormenta quedando pospuesto, sin que se sepa si finalmente se llegó a celebrar en otra fecha.
 
Luis de la Cerda se instala en Aragón y alienta al rey aragonés Pedro IV para prestar su colaboración en la empresa de conquista de las Islas Afortunadas, fletándose al efecto dos bajeles con tropas aragonesas y mallorquinas que parten en pro de la aventura.
 
Los dos bajeles llegan a las aguas isleñas y desembarcan en Melenara (según textos de Leonardo Torriani) o en Gando (según refiere el padre Abreu Galindo). En cualquier caso, los aborígenes atacaron ferozmente derrotando a los invasores, de los cuales, los que no murieron fueron hechos presos, los cuales quedaron para siempre en la Isla Tamarán.
 
Según se refiere en las crónicas al respecto, los presos recibieron un buen trato de parte de los aborígenes quedando integrados en la sociedad isleña, unos formaron sus propias familias poseyendo tierras y ganado, a la vez que asesoraban a los isleños en los trabajos y el gobierno.
 
Otros, debido a su condición religiosa, se dedicaron a predicar el evangelio y fundaron al menos dos ermitas, una en la Isleta y la otra en la Aldea de San Nicolás.
 
La empresa de conquista que emprendió Luis de la Cerda, cayó en el desinterés de los soberano, cuatro años después de ser coronado “Príncipe de la Fortuna”, sumido en el fracaso y el olvido, muere el día 5 de Julio de 1348, en Lamotte du Rhône, sin haber pisado jamás las Islas Afortunadas.
 
Toponimia del lugar 
La toponimia que da origen al barrio de Jinámar, se define como la del nombre de un poblado aborigen prehispánico, sin que se sepa cual puede ser su traducción, y en todo momento, esos inicios le asocian con el de una aldea de pacíficos artesanos que al parecer se denominaba La Ollería, y en la que tropas de Juan Rejón ocasionó una gran masacre entre la población de mujeres, niños y ancianos. Ese lugar al parecer hoy se recuerda con la denominación de un vial como La Matanza.
 
Durante mucho tiempo Jinámar fue el primer núcleo poblado del municipio de Telde, que se encontraba cuando transitabas por la Camino Real al Sur en el siglo XVIII, posteriormente la Carretera al Sur durante el siglo XIX y en siglo XX la Carretera C-812 y que todas durante sus diferentes denominaciones condujeron y conducen hasta el Puerto de Mogán.
 
Entre San Cristóbal y Jinámar, no encontrabas ningún tipo de edificación, con lo cual al llegar a Jinámar, la parada era obligada para dar agua a las bestias que tiraban de los carros, poner agua a los viejos motores de los transportes públicos o estirar las piernas, ya que, estos viajes solían durar algo más de medio día en algunos casos.
 
No obstante, el Valle de Jinámar, es una gran urbanización que se construye en la segunda mitad de la década de 1980, en lo que fuera la hermosa Finca de la Condesa, un lugar señero en los procesos agrícolas que ha vivido el municipio de Telde, durante varios siglos, y que experimentaba una gran frondosidad y fertilidad, debido al mimo que en ella pusiera el Sr. Conde de la Vega Grande y de Guadalupe, al dotarla de los sistemas de riegos y edificaciones anexas al emporio agrícola que rodeaba su gran mansión.
 
Hoy lo que queda de parte de aquella hermosa finca, es un número indeterminado de calles y edificaciones sociales donde se hacina una importante población del municipio y otros venidos de fuera.
 
Todo, absolutamente todo perece al paso inexorable del tiempo, a la consideración dispar de las distintas generaciones, a esa importancia que se resta a la trascendencia y a la herencia cultural que en aras de Patrimonio Histórico, Cultural o Medio Ambiental nos han legado las generaciones que nos han antecedido y ello, sólo nos lleva a la ignorancia y al desconocimiento de anteriores experiencias en las cuales bien pudiéramos educarnos para evitar la repetición de errores y pérdidas innecesarias de tiempo.
 
Pudiéramos aprender de esas vivencias lo que es más puro, algo que encasillamos como la cultura popular y los valores humanos, tal vez, por creernos más inteligentes que aquellos que ya no están, como si nosotros fuéramos a estar siempre, aunque en verdad la sabiduría de muchos dependa de un ordenador y el bienestar de la electricidad, sin esos elementos fríos y volubles, muchos se morirían de hambre ante la realidad, ya que, su futuro sería claramente insostenible.
 
Efemérides
Un día tal como hoy, hace ahora mismo 119 años, es decir el 21 de septiembre de 1895, nacía en Murcia Juan de la Cierva y Codorníu, quien fuera un inventor y científico aeronáutico español, ingeniero de caminos, canales y puertos y aviador. Inventó el autogiro, aparato precursor del actual helicóptero. Hijo del abogado criminalista, político y empresario Juan de la Cierva y Peñafiel, que llegó a ser ministro en varias ocasiones y alcalde de Murcia, y de María Codorníu Bosch. Su abuelo materno fue el destacado ingeniero de montes Ricardo Codorníu. Desde su infancia destacó su interés por el mundo de la aviación, y junto a su amigo Tomás de Martín-Barbadillo construyó pequeños modelos capaces de volar.
 
Al estallar la Guerra Civil, de la Cierva ayudó a las fuerzas sublevadas para que éstas consiguieran el avión De Havilland DH.89 Dragon Rapide en el que el general Franco voló desde Gando (Islas Canarias) a Tetuán (Marruecos español) para tomar el mando del ejército del norte de África. Su hermano Ricardo fue fusilado por el ejército republicano en Paracuellos del Jarama. En 1954 le fue otorgado, con carácter póstumo, el título de conde de la Cierva. Falleció el 9 de diciembre de 1936 con 41 años al estrellarse en el despegue, en el aeropuerto de Croydon, el Douglas DC-2 de KLM en vuelo regular Londres-Ámsterdam en el que viajaba.
 
Hoy precisamente se cumplen 87 años, de aquel 21 de septiembre de 1927, fecha en la que el General Miguel Primo de Rivera y Orbaneja decreta la división de la provincia de Canarias, en consejo de ministros celebrado en San Sebastián. España para el año 1833 era un estado centralizado dividido en 49 provincias, incluyendo la única existente por Canarias, cuya capital era Santa Cruz de Tenerife. En 1927 acontece la división de Canarias en dos provincias, la Provincia de Tenerife integrada por las cuatro islas occidentales del Archipiélago Canario: Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro cuya capital era Santa Cruz de Tenerife, y la Provincia de Las Palmas integrada por las islas orientales de Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote, islotes de Lobo, La Graciosa, Alegranza, Montaña Clara, Roque del Este y Roque del Oeste, cuya capital era Las Palmas de Gran Canaria.
 
La noticia sorprendió a los grancanarios, aunque se conocía la buena disposición del ministro de la Gobernación, Severiano Martínez Anido. No obstante, explotó el júbilo general en toda la isla, adornándose las ventanas y balcones con colgaduras, en Las Palmas de Gran Canaria, especialmente, los paseos con música, bailes, iluminaciones, voladores y repiques de campanas marcaron una festividad tan espléndida como esperada, ya que, se culminaba así un proceso iniciado a principios del siglo XIX, en el que habían intervenido muchos políticos grancanarios, unos lo celebraban ahora y otros tantos, ya habían fallecido, aunque ahora se les reconociera la valía y entrega en pos de esta merecida y justa división provincial, aunque en otros lugares del Archipiélago Canario, ondearan banderas con crespones de luto.
 
Hubo un tiempo en el que amé con locura el pasado, pero las circunstancias cambiaron aquel presente y hoy, aunque lo intento, no me encuentro en el futuro.
 
Disfruté de aquellos amaneceres radiantes, con una inmensa fuerza en la luz y el color, pero hoy el cielo está nublado y el horizonte es indefinido e inconcreto.
  
Más no quiero realizar comparativos con aquellos tiempos, dado que sería permitir que el pasado viva en mi propio presente, con lo cual el futuro será incierto y al propio tiempo, no podré vivir el presente de ahora mismo.
  
Añoro vivir plenamente el presente, el ahora y, no dejarme distraer por ese pasado de ayer, para intentar ser siempre un instante nuevo con la esperanza en el después.
  
No es bueno dar vueltas al pasado y perder el tiempo en él, ya que, no lo puedes cambiar, como tampoco te puedes dejar agobiar por el futuro, dado que no sabes si llegará, hay que disfrutar y vivir el presente, no hay que dejarle escapar, porque cuando se vaya, jamás volverá.
  
El pasado ya no existe y el futuro no ha sido, toma en tu alma el presente y disfrútalo plenamente.
 
Nos echamos la gena a la espalda, guardando en ella todo lo positivo que podemos entresacar de esta crónica y, seguimos caminando con rumbo de Suroeste, nos dirigimos al barrio de San Juan, para visitar la calle Luis Doreste Silva, saber algo más del barrio y sobre este personaje de nuestra historia, pero eso será en otra ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Mientras tanto…cuídense.
 
Sansofé.
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