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Vista aérea del sector (Foto TA) Vista aérea del sector (Foto TA)

Los Faroles alumbran un vial en la playa de Ojos de Garza

Elementos relacionados con la marinería dan nombre a las calles de este núcleo costero de Telde

Dojeda Jueves, 14 de Agosto de 2014 Tiempo de lectura:

Hoy paseamos por la Playa Ojos de Garza, donde vamos al encuentro de la calle Los Faroles, cuyo inicio lo encontramos en la calle Juan Pérez Betancor, desde donde con trazado de Poniente a Naciente y tras recorrer unos 50 metros, aproximadamente, finaliza en la calle Fragata. Por su lado del Naciente linda con la calle Nuestra Señora del Carmen y por el Poniente lo hace con el Caserío de Gando.
 
Esta nominación fue aprobada por el Ayuntamiento Pleno en sesión celebrada el día 29 de agosto de 1980 y desde entonces, aparece formando parte del Callejero del Distrito 6º Sección 7ª, del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
 
Cuando se nominaron los viales que conforman este núcleo de población, se siguieron las directrices de analogía en la mayoría de ellos, dado que predomina nombre de elementos relacionados con la marinería.
 
Sinopsis de la nominación
Los Faroles, es el nombre dado en el argot marinero, a las luces que durante la noche se encienden en las embarcaciones, para indicar la posición de éstas en la inmensidad del mar.
 
También se da el mismo nombre a las cajas o globos, con cristal y luz en su interior, una a cada lado de la embarcación, que se emplean durante la noche para la pesca de túnidos, al acudir aquellos al haz de luz.
 
Faroles, es un conjunto formado por más de un farol y, como tal se define a una caja transparente en cuyo interior se pone una luz para que alumbre en la oscuridad.
 
En nuestro caso “faroles”, son cada uno de los que se encienden durante la noche en las embarcaciones, para advertir de la presencia de ésta, limitar su eslora, tanto a popa como a proa y evitar un abordaje accidentado entre dos buques que navegan.
 
Los faroles han jugado y juegan aún hoy en día, un papel importantísimo en la navegación nocturna, en medio de la oscuridad de la inmensidad del mar, evitándose catástrofes en las que la vida del ser humano corre un gran riesgo.
 
Por un momento nos imaginamos lo siniestro que debió ser en los inicios de la navegación, donde la situación de las naves en medio del mar, se localizaba con mechones encendidos de poca intensidad luminosa y que suponemos no evitarían más de un abordaje. La atención de los vigías era esencial e imprescindible para impedir accidentes.
 
Hoy en día, la navegación se orienta mediante el radar y la radio, que define las coordenadas del rumbo y situación exacta de los buques y se puede impedir con gran eficacia las colisiones y los accidentes mortales.
 
Toponimia del lugar
Según el doctor Don Pedro Hernández Benítez, la toponimia Ojos de Garza, viene de la semejanza de unos riscos existente en esta playa del municipio teldense, con las cuencas de los ojos de una garza.
 
Ya es difícil ver volar por estos lares esta ave marina, que hasta finales del siglo XIX abundaban por las costas isleñas, junto a las gaviotas, pardelas y otras especies. Nuestras islas fueron hasta esa época, el lugar donde anualmente descansaban las aves migratorias que iban desde el Continente Africano al Europeo o a la inversa, por existir muchas albercas o depósitos, lagunas y nacientes de agua, además de una frondosa vegetación y un clima especialmente idóneo.
 
Este paraíso, en el que se encontraba la incipiente Vega Mayor de Telde y gran parte del suelo isleño, llegó en pocos años a la plenitud de la fertilidad y la producción agrícola, pero como de costumbre, la mano del ser humano interviene en la degradación y el exterminio de la naturaleza y, de todo aquello que tenga vida animal o vegetal. Generalmente esto suele pasar por el afán de la sobre explotación del momento, sin que a nadie se le ocurriera pensar en una política de agricultura sostenible, que no fuera la riqueza a corto plazo y el hambre o el desastre social en un futuro no muy lejano.
 
Ello se hizo patente cuando en los inicios del siglo XX, por el uso y el abuso de los pesticidas, fungicidas y demás productos químicos, en los cultivos de tomateros que envenenaron el medio ambiente y casi llevan al exterminio a muchas especies animales, entre las que se encontraban las garzas, las cuales ante tal amenaza, inteligentemente y para nuestra desgracia, dejan de pasar en su migración por nuestras islas, seguramente por considerarnos uno de sus mayores depredadores.
 
Si se considerara el beneficio que aportan las garzas, al igual que otros tantos animales, al ciclo evolutivo del medio ambiente, nos daríamos cuenta de la necesidad que tenemos de la presencia de éstos en la expresión positiva de la vida en el planeta, pero desgraciadamente al llegar a este punto en el razonamiento, podemos descubrir sin asombro alguno, que los peores enemigos del planeta somos precisamente los humanos, sí... esa especie animal que además es capaz de pensar como hacer el daño lo más eficazmente posible e incluso a sus semejantes.
 
Lo sarcástico es que creemos que ese desastre ecológico que estamos provocando no nos va a afectar a nosotros directamente, que llegado el momento dentro de ¿No sé cuantos años?, ya no estaremos vivos y que por consiguiente no es problema nuestro. Es con este razonamiento, pletórico de egoísmo e insolidaridad con las futuras generaciones, cuando precisamente podemos comprender que realmente ya estamos muertos, ahora y en este momento, como seres humanos que nos apartamos de la continuidad y la trascendencia de la vida en el planeta, algo que hemos heredado y que obligatoriamente debiéramos legar en perfectas condiciones, si no mejoradas.
 
Por estos días hemos podido observar varias parejas de garzas entre los charcos de nuestras costas, las fotografiamos y parece ser que la esperanza de vida vuelve, que la naturaleza es más sabia siempre que el ser humano. Esperamos que se tome conciencia y no se vuelva a agredir a estas pelecaniformes, de vuelo tan elegante que, a muchos se les antojaría propio de países exóticos y no del nuestro, pero la verdad es que antes fue siempre así y las nuevas generaciones debieran tomar lección de ello. Vivimos en medio del privilegio de la benigna naturaleza aún, sólo hemos de conservarla y no destruirla, fomentarla y no explotarla negativamente, disfrutarla y protegerla.
 
Máxime en estos momentos en los que las decisiones gubernamentales de permitir las prospecciones petrolíferas en nuestras costas, pueden mandar al traste la poca pesca que puede quedar y lo que más grave aún, se pueden cargar la industria del turismo, la hostelería y todo lo dimanante del sector de servicio, dado el probable caso de unos vertidos controlados o incontrolados de fuel. Se avecina el ocaso definitivo de esa alternativa que dieron al Archipiélago Canario, en la década de 1970, como fuente de riqueza en sustitución de la agricultura canaria y que se cargaron para comprar la estancia en Europa, favoreciendo la entrada de productos procedentes de Marruecos y otros países no comunitarios, en detrimento de la producción del agro canario.
 
Ha sido siempre la Playa Ojos de Garza una playa familiar, donde todos se conocen y muchos son familiares entre sí, sabemos que allí encontramos a los Cáceres, a los Mejías, los Leones o los Martel de Telde, así como, muchas familias del municipio vecino de Ingenio, generalmente todos ligados entre sí en torno al fútbol, la pesca, los asaderos, los envites y la cordialidad más entrañable que en pocas ocasiones hemos podido vivir, sobre todo en esos partidos de futbol a marea vacía y en algunos casos a la luz de la luna llena. Lo demás no importa, aunque se pegue fuego el mundo.
 
Los vecinos de la Playa Ojos de Garza, desde la mitad del siglo XX, han tenido que luchar y defender sus derechos, respecto a la legalidad de sus viviendas y del acceso rodado a la playa. Ha habido litigios con la empresa propietaria de los terrenos circundantes que en varias ocasiones ha pretendido cerrar el paso, así como, contra la Administración Municipal y de la Consejería de Costas, la pretensión de demolición de sus viviendas. Las casas en la playa han estado desde hace más de medio siglo y, el derecho creado por la dejación de las Administraciones es latente y por consiguiente consecuente con los intereses vecinales. Esta totalmente consolidada la situación administrativa, al haber prescrito desde hace varias décadas el derecho de la propia Administración en la política urbanística, de la que siempre fue consciente, hasta el punto de nominar sus viales.
 
Efemérides
Por estas fechas, hace ahora mismo 490 años, es decir el 14 de agosto de 1524, un nutrido grupo de ciudadanos de Las Palmas de Gran Canaria se indignan ante un nuevo atropello de la Inquisición. Al parecer el Santo Oficio mandó detener a los procuradores Pedro Moreno y Francisco Solano, acusados de defender en sus escritos la soberanía de la jurisdicción real sobre la que se atribuía el propio Santo Oficio. Una comisión de vecinos se personó en el Ayuntamiento y solicitó que intercediera, a favor de los apresados, advirtiendo que estaban decididos a utilizar la fuerza, si fuera necesario, contra los inquisidores. Ante la pasividad de la autoridad del Consistorio, el comerciante Juan Troya repartió fusiles y municiones entre sus empleados y amigos, con los que salieron a las calles. Al parecer el ambiente se enrareció tanto, que ante la inactividad de la autoridad civil, los inquisidores viéndose desamparados ante el cariz que tomaban las cosas, decidieron poner en libertad a los presos, apaciguándose los ánimos.
 
Por esas fechas llega a la isla el inquisidor Martín Ximénez, quien emprende una dura cruzada contra los pecados públicos, pues aparte del castigo a las hechiceras que mandó publicar en la puerta de la Iglesia de Santa Ana, publica también una relación de vecinos amancebados y de no confesados, a la vez que emprendía una campaña contra aquellos que conmovió hondamente a los afectados y en mayor medida a las mujeres, que además tenían hijos naturales con su pareja, condenándoles al abandono y a la mendicidad. Estaba en pleno apogeo tanto la epidemia de peste que asolaba la isla, además de la hambruna que se desató. Se provocó el pánico y el inquisidor Martín Ximénez encontró la oportunidad para su prédica antisemita, atribuyendo la calamidad a la Cólera Divina, que castigaba a la población por su tolerancia con los judíos y los musulmanes, al no denunciar ante el Tribunal del Santo Oficio, las prácticas religiosas de aquellos.
 
Un día tal como hoy, se cumplen precisamente 133 años, de aquel 14 de agosto de 1881, fecha en la que el doctor Carlos Juan Finlay y Barrés, presenta en la Academia de Ciencias de La Habana una prueba irrefutable de haber descubierto el mosquito propagador del paludismo. El doctor Finlay fue el más profundo, talentoso e intenso investigador de la fiebre amarilla, y por sus análisis y estudios llegó a la conclusión de que la transmisión de la enfermedad se realizaba por un agente intermediario. Existe una anécdota que dice que, estando una noche rezando el rosario, le llamó la atención un mosquito zumbando a su alrededor. Entonces fue cuando decidió investigar a los mosquitos. Con los medios aportados por la comisión mixta hispano-estadounidense, fue capaz de identificar al mosquito “Culex o Aedes aegypti” como el agente transmisor de la enfermedad. Sus estudios lo llevaron a entender que era la hembra fecundada de esta especie la que transmitía la fiebre amarilla.
 
Carlos Juan Finlay y Barrés, nació en Camagüey (Cuba), el día 3 de diciembre de 1833. Hijo de un médico inglés que residía en Cuba, sus años infantiles los vivió tanto en La Habana como en el cafetal de su padre en la zona de Alquízar. A la edad de once años, en 1844, lo enviaron a estudiar a Le Havre, en Francia, y regresó a Cuba dos años más tarde, debido a una enfermedad. Retornó a Francia en 1848 para completar su educación. Después de un período en Londres ingresó en el Liceo de Ruan, donde permaneció hasta 1851, cuando regresó a Cuba, convaleciente de un ataque de fiebre tifoidea. No le fue posible ingresar a la Universidad de La Habana, y pasó entonces a Filadelfia para cursar la carrera de medicina en el Jefferson Medical College, donde se doctoró el 10 de marzo de 1855. En 1857 revalidó su título en la Universidad de La Habana. Tras grandes y exitosos trabajos fallece en La Habana (Cuba) el día 19 de agosto de 1915.
 
Sentado en el Paseo Marítimo, esperando la llegada de la aurora, pienso una vez más en los temas tratados, a fin de resumir la esencia de los mismos para guardarlos en nuestra gena y alimentar nuestra alma de la positividad de los mismos.
 
Recordamos las buenas vivencias que hemos tenido en la Playa Ojos de Garza, con mucha gente que ya no están y que de una forma u otra, formaron parte de nuestra vida y nos ayudaron a curtirnos en ella. Aquellos partidos de fútbol a la luz de la luna, las guitarreadas en los asaderos y la forma peculiar de ser de muchos de ellos como Juan León, Pancho María y Antonia Gloria Cáceres o Fernando González.
 
En cualquier caso, contamos con la experiencia de haber navegado en pequeñas embarcaciones de pesca durante la noche y les puedo asegurar que hemos sentido verdadero pánico al advertir la presencia de un buque de mayor calado a varias millas de nuestra situación, sin saber el rumbo que realmente llevaba y si se nos vendría encima o no.
  
Es una experiencia inigualable donde el miedo dispara la adrenalina ante lo incierto de los resultados, luego después de… la tranquilidad y el alivio te reconforta en la experiencia vivida y sufrida, como para no volverlo a hacer más. Pero a los pocos meses…lo hicimos de nuevo, cosas de la juventud de entonces y la inconciencia que aminora o anula en el momento, la responsabilidad.
 
De otra parte vemos los comportamientos habidos por parte de los inquisidores, los cuales al amparo de las autoridades del momento y contando con el respaldo de las armas, hacían gala de una autoridad demencial hasta el punto de creerse superiores a cualquier mortal, preñados de un fanatismo irracional que manifestaban con una prepotencia desmesurada.
 
Esos son comportamientos históricos de muchos elementos de la Iglesia Católica, que impunemente cometieron todo tipo de atrocidades y por las cuales espero que hayan pagado donde correspondiera. Eran unos fanáticos, en muchos casos, incultos del todo, que en nombre de Dios demandaban el ejercicio del uso y abuso de la autoridad civil, la cual se dejaba llevar en aras de conseguir el indulto a otras tantas barbaries cometidas sobre el pueblo llano.
 
Hoy, después de tanta evolución cultural en la humanidad, aquí las autoridades españolas, latinos ellos de nacimiento, no cejan en tratar de seguir la misma estela de disparates y de ahí, tenemos a un atajo de fanáticos, corruptos y meapilas que dilapidan los intereses de la nación, con otras tantas carencias, en reformar una Ley del Aborto, que fue aprobada por mayoría en las Cortes en su momento.
 
Creen estar en posesión de la verdad de la vida y desde sus púlpitos de prepotencia, quieren decidir sobre la vida y el cuerpo de las mujeres, como si de objetos de cambio se trataran. Dicen defender algo que ellos mismos en su esencia atacan, la vida del ser humano, creen que con estos comportamientos, paralelos a los de una gran parte del clero caduco actual, van a ganar algunas indulgencias que encubran los diversos casos de corrupción, estafa, falsificación, tráfico de influencia y otros delitos que componen una larga lista, en los que están inmersos muchos de ellos y que sus seseras extremistas no les deja ver como anómalos o delictivos.
 
La sociedad se convulsiona cuando los valores éticos y morales, son allanados y vilipendiados, cuando ven que los parámetros que miden o debieran mediar la buena convivencia social, fluctúan al ritmo de la batuta que esgrime el mandatario de turno y así señor@s, se corre el riesgo de que la orquesta desafine totalmente.
 
Dejamos aquí nuestra intervención de hoy y, encaminamos nuestros pasos hacia el Poniente, nos vamos al barrio de San Gregorio, para visitar la calle de Los Gofiones, con el fin de saber algo más del lugar de su ubicación y sobre este grupo musical, pero bueno... eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Mientras tanto…cuídense.
 
Sansofé.
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