Hoy paseamos por el barrio de Lomo del Cementerio donde vamos en busca de la calle Leopoldo Massieu, encontrando su inicio en la intersección de las calles Viriato y Aníbal, desde donde parte con orientación Naciente-Poniente y tras recorrer unos 750 metros, va a finalizar en el cruce de las carretea a Lomo Sala y Las Medianías.
Por su lado del Norte linda con el cauce del Barranco de La Rocha y por el Sur lo hace con terrenos de cultivos que lindan con el Barranco de Las Medianías.
Esta nominación aparece por primera vez en el Censo Municipal de Habitantes y Edificios, referido al 31 de diciembre de 1975, desconociéndose la fecha exacta de su aprobación. No obstante, desde entonces pasa a formar parte del Callejero correspondiente al Distrito IV, Sección III del mencionado Censo Municipal.
Los diferentes estilos arquitectónicos de las edificaciones que nos encontramos en esta vía, nos hablan claramente del período evolutivo de la misma que va aparejado en todo momento al crecimiento del barrio en algo más de medio siglo.
Sinopsis de la nominación
Leopoldo Massieu, fue un acaudalado agricultor natural de Las Palmas de Gran Canaria, donde había nacido a mediados el siglo XIX y que se cría en el seno de una familia muy acomodada. Su muerte se debió producir en las primeras décadas del siglo XX.
Heredó de sus padres una gran finca ubicada en el barrio del Lomo del Cementerio, la cual iba desde los Altos de La Rocha hasta el Lomo Sala, de Naciente a Poniente y desde el Barranco de La Rocha hasta el Barranquillo del Pichón, pasando la zona de Guinea.
No obstante, a finales del siglo XIX, esta gran finca se ve fraccionada entre varios propietarios y es en esa época en la que el Sr. Massieu vende parcelas de tierra a modo de solares, en los cuales se van realizando las primeras edificaciones que años más tarde formaran parte de las parcelaciones de Las Medianías y el propio Lomo del Cementerio, en un afán de conformar los barrios de sus mismos nombres.
Al parecer el Sr. Massieu gozó de consideración y aprecio de aquellos que trabajaban en su finca, a los cuales dio facilidades para adquirir esos solares que serían destinados a las viviendas de autoconstrucción más tarde.
De forma totalmente altruista, donó los solares necesarios para la construcción de las plazas públicas en los barrios de Las Medianías y Lomo del Cementerio.
También donó los terrenos necesarios para la construcción del Colegio Público del Lomo del Cementerio y el Convento de la Santa Trinidad y San José, de la Orden de las Carmelitas Descalzas, en Las Medianías.
Fue siempre una persona apreciada y respetada por todos los vecinos del sector, por la corrección y la seriedad que imprimía a sus acciones en su trato con los convecinos, para los cuales fue un gran benefactor.
Toponimia del lugar
Respecto al lugar del emplazamiento hemos de reseñar que el Lomo del Cementerio, es una toponimia que define la ubicación en un lomo y el uso al que inicialmente fue destinado el sitio.
No hemos podido encontrar documentación que nos hable de los inicios del establecimiento del Cementerio de San Gregorio, pero si hemos llegado a varias deducciones:
1º.- Que una vez construida la Ermita de San Gregorio por Alonso Rodríguez de Palencia y ubicada la población de esclavos negros y aborígenes libertos que trabajaban el cultivo y la industrialización de la caña de azúcar, en lo que se pasó a llamar el barrio de Los Llanos de Jaraquemada –inicios del siglo XVI- se hace necesario disponer de un sitio donde efectuar los enterramientos, lugar que siempre se ubicaba en las afueras de los núcleos poblados al objeto de llevar a cabo las reservas sanitarias pertinentes.
2º.- Se elige como tal el lomo existente en el margen Sur del cauce del Barranco de La Rocha, por ser la zona exterior de los terrenos rochados y que todavía no estaban dedicados a las labores agrícolas, además de su proximidad inmediata a la zona poblada.
3º.- La Iglesia fundamentándose en la dogmática religiosa hace suyo el recinto declarándolo Campo Santo, donde exclusivamente los fieles bautizados recibirían sepultura hasta el día del Juicio Final –este hecho se repite con frecuencia en ésta y sucesivas épocas- hoy en día la mayor parte de los Cementerios son propiedad de la Iglesia Católica. De ahí recibe su nombre el recinto santo y el propio barrio, por su pertenencia a la Parroquia de San Gregorio el primero y por la ubicación en las inmediaciones el segundo.
Efemérides
Un día tal como hoy, hace ahora mismo 163 años, es decir el 8 de junio de 1851, se declara en Las Palmas de Gran Canaria una epidemia de "cólera morbo" que al parecer había sido importada desde la isla de Cuba, epidemia que se hace oficial el día 8 de ese mismo mes, provocando la huida de gran parte de la población, así como de las autoridades civiles, militares y judiciales hacia los pueblos del interior de la isla de Gran Canaria. El obispo Buenaventura Codina se pone al frente del clero de la capital grancanaria, distribuyendo la Unción de Enfermos por todos los barrios de la ciudad. Fallecidos varios capellanes del Hospital de San Martín, él mismo decide sustituirles, pasando todo el día ejerciendo, además, como enfermero.
Su entrega a los más necesitados fue tan lejos, que cuando le fue concedida la Gran Cruz de Isabel la Católica por parte del Gobierno de Isabel II, se lamentó diciendo que "ese dinero estaría mejor empleado en los pobres de su obispado", manifestándose satisfecho al llevar al cuello su cruz de madera. Finalmente, y como consecuencia de un accidente sufrido en la parroquia de Tafira, se le declaró una hidropesía que le llevó a la muerte el 18 de noviembre de 1857. En 1978 se procedió a la exhumación de sus restos mortales, los cuales habían sido sepultados en la cripta de la Catedral de Canarias. Ciento veinte años después su cuerpo se mostró incorrupto, vestido de manera muy austera, y llevando al cuello aquel sencillo crucifijo que había preferido al otro, más rico, que le había ofrecido la Reina Isabel II.
Buenaventura Codina Augerolas, era de la orden de los paules y director general de todos los noviciados de las Hijas de la Caridad existentes en España. En la Diócesis Canariensis, el Obispo Codina debe hacer frente a la que, sin duda alguna, ha sido una de las más difíciles etapas en la vida de la Iglesia Católica en España. Durante el siglo XIX se atraviesa momentos delicados en las relaciones Iglesia-Estado, a lo que se añaden los graves problemas sociales de la época. En este entorno adverso, la figura del Obispo Codina se muestra firme y serena, exponiendo incluso su propia vida. Reforma el Seminario Diocesano, nombrando rector al entonces cura ecónomo de Artenara, D. Pedro González.
También sucedió hace ahora mismo 99 años, que el 8 de junio de 1915, nace en la Ciudad de Telde, el artista Plácido Fleitas Hernández, en el seno de una familia, de humilde origen campesino, en el barrio de La Pardilla, los cuales trasladan su residencia por motivos laborales del padre de familia a Las Palmas de Gran Canaria en el año 1919. Plácido estudió en la Academia Municipal de esta capital y trabajó en un taller de carpintería. La cercanía del entorno propicia que en el año 1930 entre en la Escuela de Luján Pérez, aprendiendo modelado en barro con Eduardo Gregorio. Durante la Guerra Civil es movilizado a Fuerteventura donde comienza a reflejar su pasión por el arte aborigen canario en la piedra grisácea de Tindaya.
En 1950, a raíz de una exposición el las Galerías Layetanas de la Ciudad Condal conoce el ideario vanguardista del grupo Dau al Set. En 1951 viaja a París con una beca del Instituto Francés, hace amistad con Óscar Domínguez, entrando en contacto con la abstracción informalista. De regreso a Canarias, funda con Manolo Millares y Felo Monzón el grupo “Los Arqueros del Arte Contemporáneo (LADAC)”. A partir de 1957, sin dejar la investigación étnica, su obra es primordialmente abstracta. En 1965 el Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife le dedicó una exposición antológica. En 1966 fue becado por la Fundación Juan March. Trabajó al aire libre, realizando tallas directas en los lugares de los que eran originarios los materiales. Recuperó aspectos esenciales del arte prehispánico y sus cabezas de mujeres del sur representan la esencia del arte indigenista canario.
Resulta memorable su serie de "Muchachas del sur" por la estilización y la suavidad en los contornos; y en el campo de la abstracción, la interpretación mágica de la naturaleza; el hueco, no como vacío, sino para resaltar el volumen que lo rodea. Su obra está representada en el Centro de Arte Reina Sofía, en el Museo Eduardo Westerdahl de Santa Cruz de Tenerife, en el Museo Canario, en la Casa de Colón de Las Palmas. En el Parque de San Juan en nuestro municipio, disponemos de una colección de sus obras titulada “Magia de la Naturaleza”, compuesta por 11 esculturas. Además de dedicar un espacio de dominio público en su memoria “El Rincón Plácido Fleitas”, junto a la Plaza de San Juan. El día 13 de diciembre de 1972, falleció en Las Palmas de Gran Canaria.
Paseando ahora por este hermoso lugar, el Rincón Plácido Fleitas, en esta tarde primaveral, pero calurosa por la proximidad del verano, se me ocurre pensar en el paso del tiempo y el fraude que significa ocupar las mentes de la gente joven con una sarta de mentiras.
Mentiras que en aquel entonces, desde un régimen dictatorial que afectaba incluso directa y drásticamente, las materias que debíamos estudiar o conocer en los Centros de Enseñanza, te das cuenta del engaño al que has sido sometido y el daño cultural que te hayan podido hacer.
Tuve que llegar a cierta edad, una vez se dio el cambio de la transición política en nuestro país, para conocer un sinfín de cosas y personajes que nos eran inmediatos y grandiosos, pero que en su momento eran prohibitivos, muchos de ellos ni siquiera sabíamos que existían o cuales fueron sus valores culturales, de los que nos privaron egoísta e injustamente.
Federico García Lorca, Luis Cernuda, Felo Monzón, Juan Ismael, Rafael Alberti o nuestro Plácido Fleitas Hernández, entre otros muchos, fueron unos perfectos desconocidos en el mundo de la enseñanza, durante nuestra infancia y gran parte de nuestra juventud.
Las corrientes artísticas abstractas, modernistas o como en el caso de nuestros artistas canarios, el arte indigenista, fueron obviadas de los libros de texto y suplantadas por el clasicismo del Renacimiento, el Barroco o el Romanticismo, en los que no todos los autores tuvieron tampoco cabida.
Fue tal la desfachatez y la intolerancia del régimen dictatorial establecido, que para evitar el reconocimiento de aquellos talentos, se les degradó acusándoseles a muchos de ellos de vagos, maleantes e incluso de homosexuales, la cuestión era evitar mediante la prohibición radical, que la juventud pudiera llegar a esa fuente de riqueza cultural que chocaba frontalmente con las directrices establecidas.
Era la doctrina de mantener a las masas lo más ignorantemente posible, para posibilitar mejor el manejo de sus voluntades y manipular sus deseos en pro de aquellos dictados.
En el caso de Plácido Fleitas Hernández, estuve convencido hasta hace unas décadas de que era una persona medio rara, de carácter apesadumbrado y entristecido, del cual se hablaba muy poco o nada, respecto a los éxitos y reconocimientos que se hacían a su quehacer artístico en el extranjero.
En nuestra tierra, al igual que otros componentes de aquel famoso grupo denominado “Los Arqueros del Arte Contemporáneo (LADAC)”, fueron tachados de cualquier apelativo despectivo, porque así estaba establecido y, sólo algunos que se dieron cuenta de que aquel dominio se acababa de un momento a otro, iniciaron una tímida línea de consideración hacia los méritos de estos ilustres de la cultura canaria.
Fue hace bien poco, mientras estudiaba una colección de fotos antiguas en el Centro de Documentación del Patrimonio Intangible de Telde, en el barrio de La Pardilla, con el amigo Miguel Vega, cuando descubro una imagen de un grupo de hombres en un tenderete y mi sorpresa fue descubrir que al timple y cantando a pecho abierto, se encontraba Plácido Fleitas junto a José Sosa y otros más.
En ese momento, la imagen que me habían dado de nuestro célebre artista, cambió por completo, no era reservado y triste como se decía, sino todo lo contrario, era todo lo alegre y jovial, que puede ser la corriente indigenista de su arte o el manejo de ese querido “camellito” de nuestro folclore, para el cual también hay que tener un carácter especial, por lo revoltoso que suele ser.
Por eso mismo, hay quien dice que el tiempo lo cura o lo arregla todo, cuando en realidad no es el tiempo quien actúa, es el cambio de actitud que nosotros tenemos frente a las circunstancias de la vida, porque ocurra lo que ocurra, aún en el día más tormentoso, las horas y los días pasan de largo, nada es eterno. El tiempo suele dar buenas salidas a muchas difíciles encrucijadas.
Dejamos aquí nuestra intervención de hoy, para dirigirnos con rumbo al Naciente, al barrio de Ojos de Garza, donde visitaremos la calle una calle para conocer alguno otro dato sobre el lugar de su ubicación y sobre la vida y obra del nominado, pero bueno, eso... será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Cuídense mientras tanto y sean humildes.
Sansofé.
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