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Jueves, 09 de Octubre de 2025

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Calle Lazarillo de Tormes (Foto Luis A. López Sosa) Calle Lazarillo de Tormes (Foto Luis A. López Sosa)

El Lazarillo de Tormes pasea por San Antonio

Esta novela picaresca da nombre a una calle del barrio

Cristina Jueves, 22 de Mayo de 2014 Tiempo de lectura:

Paseamos hoy por el barrio de San Antonio, donde vamos en busca de la calle Lazarillo de Tormes, encontrando su inicio en la Avenida del Quijote, desde donde con orientación Poniente-Naciente y, tras recorrer unos 180 metros, aproximadamente, va a finalizar a la calle Guzmán de Alfarache.
 
Por el Sur linda con la calle Platero y yo, mientras que por el Norte lo hace con terreros de la finca matriz ”La Cañavera”, que se asoman al cauce del Barranco Real de Telde.
 
Esta nominación fue aprobada por el Ayuntamiento Pleno en sesión celebrada el 21 de diciembre de 2000 y, desde entonces ha pasado a formar parte del Callejero del distrito 5º, sección 1ª del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
 
Es una zona de expansión urbanística del barrio de San Antonio hacia el Norte de la carretera general de acceso al sector.
 
Sinopsis de la nominación
La vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, es una novela española anónima, escrita en primera persona y en estilo epistolar (como una sola y larga carta), cuya edición más antigua data de 1554. En ella se cuenta de forma autobiográfica la vida de un niño, Lázaro de Tormes, en el siglo XVI, desde su nacimiento y mísera infancia hasta su matrimonio, ya en la edad adulta.
 
Es considerada precursora de la novela picaresca por elementos como el realismo, la narración en primera persona, la estructura itinerante, el servicio a varios amos y la ideología moralizante y pesimista.
 
El Lazarillo de Tormes es un esbozo irónico y despiadado de la sociedad del momento, de la que se muestran sus vicios y actitudes hipócritas, sobre todo la de los clérigos y religiosos. Hay diferentes hipótesis sobre su autoría. Probablemente el autor fue simpatizante de las ideas erasmistas. Esto motivó que la Inquisición la prohibiera y que, más tarde, permitiera su publicación, una vez expurgada. La obra no volvió a ser publicada íntegramente hasta el siglo XIX
 
Se conservan cuatro primeras ediciones distintas de la obra, las cuatro del año 1554, impresas respectivamente en Burgos, Amberes, Alcalá de Henares y Medina del Campo. Las más antiguas parecen ser las de Burgos y Medina.
 
De la edición de Amberes se conservan siete ejemplares distintos, en tanto que sólo hay uno de cada una de las otras tres ediciones. El ejemplar más recientemente descubierto es el de la edición de Medina del Campo, que apareció en 1992 emparedado en una casa de la Plaza de Nuestra Señora de Soterraño de la localidad pacense de Barcarrota.
 
No obstante, es muy probable que existiese una edición más antigua, de 1553 o 1552, cuyo éxito generase las cuatro simultáneas ediciones posteriores
 
Históricamente se han postulado varios autores para el Lazarillo de Tormes. En 1605 el fraile José de Sigüenza de la Orden de San Jerónimo atribuyó la autoría de esta obra al también jerónimo fray Juan de Ortega.
 
Por la época en que se publicó Lazarillo, Juan de Ortega era General de los Jerónimos, lo cual explicaría que el libro apareciese sin autor. La autoría de fray Juan de Ortega y la necesaria discreción del anonimato por su condición de General de la Orden.
 
En 1607, en el catálogo de escritores españoles Catalogus Clarorum Hispaniae scriptorum, que fue redactado por el flamenco Valerio Andrés Taxandro, se dice que Diego Hurtado de Mendoza «compuso el libro de entretenimiento llamado Lazarillo de Tormes». Otros autores del siglo XVII, así como el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española (1726-1739), mencionan esta atribución, que alcanzó cierta fortuna, sobre todo en el siglo XIX. En marzo de 2010 apareció en prensa que la paleógrafa Mercedes Agulló descubrió en unos papeles de Diego Hurtado de Mendoza la frase «Un legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo y Propaladia», lo cual le llevó a escribir un libro postulando «una hipótesis seria sobre la autoría del Lazarillo, que fortalecida por otros hechos y circunstancias apunta sólidamente en la dirección de don Diego».
 
A finales del siglo XIX un artículo del hispanista Alfred Morel-Fatio, cuya propuesta fue desarrollada después por Manuel J. Asensio, relaciona al autor de Lazarillo con el círculo erasmista de los hermanos Valdés. Siguiendo esta hipótesis se ha atribuido la obra a Juan de Valdés o a su hermano Alfonso. Esta última atribución cobró fuerza en 2002 debido a las investigaciones de la profesora Rosa Navarro Durán, que se basa sobre todo en el cotejo de la obra con los diálogos conocidos de Alfonso de Valdés, el Diálogo de Mercurio y Carón y el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma.
 
La candidatura de Sebastián de Horozco —que postuló en el siglo XIX José María Asensio y Toledo, editor de su Cancionero— fue defendida en 1914 por Julio Cejador y Frauca en su edición del Lazarillo, apoyándose en un pasaje de la obra de este autor en que aparece un mozo de ciego llamado Lazarillo. Más adelante fue retomada y defendida por Francisco Márquez Villanueva, quien encuentra importantes semejanzas de temas, ideas y vocabulario y llega a afirmar que «apenas si hay en el Lazarillo un tema literario, un tópico, un pensamiento, un recurso expresivo que no pueda encontrarse también en Horozco».
 
También han sido propuestos como autores del Lazarillo el dramaturgo Lope de Rueda (por Fonger de Haan en 1903 alegando que fue, como el protagonista de la novela, pregonero en Toledo en 1538, aunque esta hipótesis ha sido rechazada posteriormente), Pedro de Rúa, Hernán Núñez, el Comendador Griego y, más recientemente, Francisco Cervantes de Salazar, defendida por José Luis Madrigal, si bien este investigador abandonó esa hipótesis para pasar en 2008 a defender la autoría de Juan Arce de Otálora, autor de los Coloquios de Palatino y Pinciano. Por su uso exhaustivo del recurso a la autobiografía ficticia, entre otras razones, Clark Colahan y Alfred Rodríguez pensaron que el Lazarillo fue escrito por el humanista conquense Juan Maldonado.
 
Otras atribuciones han recaído en Alejo Venegas, Bartolomé Torres Naharro (postulado por Alberto M. Forcadas), Gonzalo Pérez, secretario real de Carlos I (por Dalai Brenes Carrillo), e incluso Fernando de Rojas, el autor de La Celestina, cuya autoría fue defendida por Howard Mancing, o el célebre humanista español Juan Luis Vives, propuesta hecha pública por Francisco Calero en 2006.
 
Toponimia del barrio
El día 29 de Abril de 1483, finaliza la conquista de la isla y se incorpora a la Corona de Castilla, a raíz de ello, el gobernador Pedro de Vera ordena a sus capitanes Ordoño Bermúdez y Pedro de Santi Esteban, el establecimiento a orillas del Barranco Real de Telde (un caudaloso río por aquel entonces) y la realización de fortificación y edificaciones, para evitar así, nuevos focos de resistencia aborigen, hechos que nos hablan de los orígenes de la fundación de nuestra Ciudad.
 
Con el paso del tiempo destacan de tres importantes núcleos de población San Juan, Santa María la Antigua (hoy San Francisco) y Llanos de Palenzuela o Jaraquemada (hoy San Gregorio).
 
Estos núcleos se consolidaron y fueron creciendo y su entorno, se mantuvo hasta aproximadamente el año 1850 gran parte de la población, hasta que se produce la dispersión de la misma con motivo del cambio de los cultivos y las epidemias que asolan a la población aglomerada en las inmediaciones del Casco Urbano, por aquel entonces carente de medidas sanitarias, propiciando que aparezcan nuevos núcleos, entre los cuales, se cuentan El Tabaibal, La Cañavera y La Taborda, zonas que al expandirse hacia el Poniente hace que surja el hoy barrio de San Antonio, ubicado al Naciente del barrio de San Juan.
 
Fue una zona de muy buenas tierras de cultivo, que facilitó el establecimiento de familias de agricultores y ganaderos en minifundio, característica que se observa en casi todas las familias que conformaron la dispersión. Estas circunstancias llegaron hasta mediados del último tercio del siglo XX, donde recordamos ver cultivos de plataneras, de millo, de papas y otros tantos productos agrícolas. Cuando andábamos por los caminos serpenteantes entre las fincas y respirábamos el aroma de los azahares, se nos alegraba la vista con las flores de pascua y las cañaveras que crecían a orillas de las acequias. Era un ambiente tan puro y sano como la propia naturaleza.
 
Luego la agricultura cayó en declive por la mala gestión oficial del mercado y dejó paso a la especulación del suelo, se dejaron de cultivar las tierras, se parcelaron las mismas, se vendieron solares y nos encontramos hoy en día con plantaciones de hormigón y bloques que se han sembrado sobre el asfalto de viales como el que hoy visitamos, donde antes hubo un vergel, del que hoy quedan unos vanos testimonios de paredes medio derruidas y canales de riego que no conducen agua alguna.
 
Efemérides
Un día tal como hoy, hace ahora mismo 119 años, es decir el 22 de mayo de 1895, fallece en Berlín el científico, marino y militar español Isaac Peral Caballero, a causa de un cáncer de piel. Era teniente de navío de la Armada Española e inventor del primer submarino torpedero, conocido como el submarino Peral. Había nacido en Cartagena, el día 1 de junio de 1851. Tuvo una intensa carrera en la Armada Española, interviniendo en la Guerra de los Diez Años en Cuba y en la Tercera Guerra Carlista, por lo que fue felicitado y condecorado.
 
También destacó en trabajos y misiones de carácter científico: escribió un "tratado teórico práctico sobre huracanes", trabajó en el levantamiento de los planos del canal de Simanalés (Filipinas) y en 1883 se hizo cargo de la cátedra de Física-Matemática de la Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada. Tras la crisis de las Carolinas en 1885, Isaac Peral se consideró en la obligación de comunicar a sus superiores que había resuelto definitivamente el reto de la navegación submarina. Tras un riguroso análisis de su proyecto por los más cualificados científicos de la Escuela de Ampliación, éstos dieron su aprobación para que fuese trasladado al ministro de Marina, Manuel de la Pezuela, quien recibió el proyecto con caluroso entusiasmo.
 
Por desgracia, los sucesivos ministros que le sucedieron demostraron indiferencia o abierta hostilidad –Beránger y Rodríguez Arias–. Gracias al apoyo de la reina regente María Cristina, el submarino fue finalmente botado en 1888. Sin embargo, a pesar del éxito de las pruebas de la nave, las autoridades del momento desecharon el invento y alentaron una campaña de desprestigio contra el inventor, al cual no le quedó más remedio que solicitar la baja en la Marina e intentar aclarar a la opinión pública la verdad de lo sucedido. El 11 de noviembre de 1911, sus restos mortales son trasladados desde el cementerio de La Almudena de Madrid al cementerio de Los Remedios de Cartagena, su ciudad natal.
 
Casualmente un día como hoy, hace ahora mismo 88 años, el presidente del Gobierno de la nación, el general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, aprueba el proyecto de ensanche del Puerto de La Luz. En el devenir de su realización encontramos que la primea subasta había quedado desierta y en la segunda convocatoria las obras fueron adjudicadas a la Sociedad Metropolitana de Construcción, con domicilio en Barcelona, por ser su oferta la más ventajosa y conveniente a los derechos de la Administración, que por aquel entonces no tenía que luchar contra las influencias externas esgrimidas contradictoriamente en la prensa.
 
El presupuesto de adjudicación quedó cifrado en treinta y ocho millones de pesetas, siendo subcontratada la empresa alemana Coppa, la cual inicia las obras en el mes de junio de 1927, utilizando para ello los medios técnicos más avanzados del momento. Durante su ejecución la obra mereció toda clase de elogios a nivel mundial, con visitas concertadas de técnicos que querían ver funcionando aquella maquinaria moderna y admirar la organización de la empresa constructora, además de la multitud de curiosos que a diario campaban por las inmediaciones, en medio de la expectación y el asombro, a pesar de las críticas despectivas recibidas desde otras Administraciones Insulares, que no son merecedoras de mención alguna.
 
Ya en el año 1928, el Puerto de La Luz, estaba considerado como el octavo del mundo en cuanto a la capacidad del tonelaje de mercancía que se movía en el mismo. Desde hace cinco siglos, el Puerto de Las Palmas de Gran Canaria (La Luz Port) es la base tradicional de escala y avituallamiento de buques en su paso por el Atlántico Medio. Escala tradicional en la ruta de cruceros, por él pasan cada año más de un millón de pasajeros entre turistas y usuarios de las rutas domésticas entre las islas y con la península. En el año 2011 fue galardonado por la prestigiosa revista internacional "Dream World Cruise Destinations" con el premio al puerto con la mejor conexión, ofertas de transporte, hoteles, manejo de equipajes y nivel turístico mundial, consolidando su posición como uno de los mejores destinos turísticos de este tipo.
  
Está claro que, en nuestro país al menos, cuando la situación social es dura y la economía entra en crisis, la gente agudiza el ingenio y mediante la picaresca se eluden situaciones comprometedoras, se encuentran soluciones impensables y la vida se convierte en una lucha de supervivencia cotidiana.
 
Esa es la crítica social que se vierte en el texto de la obra “Lazarillo de Tormes”, en la cual las peripecias del lazarillo y la descripción del medio, nos da una imagen clara de aquella España de finales del siglo XV, en la cual salvo la realeza, los nobles y los militares, el resto de la población vivía diariamente una odisea para poder comer, desde la pobreza más absoluta.
 
Era aquella España imperialista, cuyos dominios se extendían por casi medio mundo, era el país donde “nunca se ponía el sol” y en el que lejos de estar en posesión de una doctrina conquistadora positiva, sus acciones las emprendía con las tropas excedentes de las guerras contra los árabes en aras de la Reconquista de España, muchos de ellos delincuentes y asesinos a sueldo, a los cuales se les enrolaba en las expediciones con la promesa de la fortuna y la amnistía de sus culpas.
 
Lamentablemente, para una gran parte de la población, las carencias de las cuales se hacía gala, bien fueran sanitarias, culturales, seguridad o sociales, fueron arrastradas en mayor o menor medida durante cerca de cinco siglos, en el curso de los cuales se curte una forma quijotesca de ser del español, que le lleva a ir perdiendo paso a paso los dominios de la nación en pos de la independencia de aquellos a los en otra época subyugaron.
 
Las grandes celebridades que mientras tanto nacieron y vivieron en el país, ya fuera en el Siglo de Oro o más tarde en los siglos XIX y XX, fueron ninguneados y tuvieron que marchar fuera a otros países, en los cuales se les reconoció la valía que les caracterizaba y ello hace que nazca una frase célebre que llega a nuestros días: “Nadie es profeta en su tierra”.
 
Fueron las circunstancias que le tocaron vivir a Isaac Peral, al cual en Francia se le da la importancia merecida y se apoya la construcción del submarino. Un artefacto importantísimo, que ha decido en el último siglo muchas contiendas bélicas y que también ha sido utilizada en las investigaciones de los abismos marinos.
 
En nuestra tierra, la grandiosa obra del Puerto de La Luz, según proyecto del ingeniero teldense Juan de León y Castillo, ha llegado cuasi vigente a nuestros días, con un amplio abanico de ampliaciones, que le ha permitido ocupar uno de los más importantes puestos entre los puertos de Europa. La persona y valía del ingeniero León y Castillo, se nombra cuando se conmemora alguna fecha relacionada con el puerto, el resto del tiempo, duerme en el olvido de muchos y en el alma de unos pocos, que generalmente somos teldenses.
 
En este último tema, podría y no quiero, mentar la oposición, las críticas y las trabas puestas desde la Administración del Estado, con sede en Santa Cruz de Tenerife, por aquel entonces única provincia del Archipiélago y nido de víboras que se alimentaban hurtando los derechos que en justicia nos pertenecían. Por suerte, surge la división provincial, el Puerto de La Luz continúa con su hegemonía y nos honra ser paisanos del célebre ingeniero.
 
Damos por finalizada nuestra visita de hoy, guardamos en la gena todo lo positivo que hayamos podido tratar y, emprendemos una nueva caminata, esta vez con rumbo de Poniente, nos vamos al barrio de Valle de los Nueve, donde visitaremos la calle Lealtad, a fin de conocer algo más sobre esta virtud del ser humano y sobre el lugar de ubicación del vial en cuestión, pero bueno… eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Mientra tanto…cuídense.
 
Sansofé.
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