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Calle de Las Tapias, en El Calero Alto (Foto Luis A. López Sosa) Calle de Las Tapias, en El Calero Alto (Foto Luis A. López Sosa)

Paseo en medio de tapias en El Calero Alto

Una calle recuerda los antiguos muros de barro apisonado

cojeda Jueves, 01 de Mayo de 2014 Tiempo de lectura:

Esta jornada paseamos por el barrio de El Calero Alto, donde vamos en busca de la calle Las Tapias y, encontramos su inicio al final de la calle José Barrera Segura, desde donde con orientación Sur-Norte, tras recorrer unos 250 metros, aproximadamente, cambiando de alineación en varias ocasiones, va a finalizar a la calle Roque de los Muchachos.
 
Tiene lindando por el Poniente la propia calle Roque de los Muchachos, mientras que al Naciente linda con el cauce del Barranco del Calero.
 
Esta nominación la encontramos por primera vez en los documentos censales correspondientes al 31 de diciembre de 1960, si bien, figuraba como una toponimia que definía el sector de su ubicación, la cual data de dos siglos antes. Posteriormente, a finales de la década de los cincuenta, aproximadamente, se hace necesario nominar los viales que han ido surgiendo con motivo de la expansión urbanística y el sector pasa a nominarse como Calero Alto, rescatándose la mencionada toponimia como nominación de este vial.
 
Lo cierto es que desde entonces, ha pasado a formar parte del Callejero del distrito 6º, sección 2ª del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
 
Sinopsis de la nominación
La toponimia de Las Tapias, fue el nombre con el que se conocía el sector debido a la existencia de muchas paredes realizadas con barro apisonado que servían, para diferenciar o separar las diferentes propiedades y/o mantener la formación de la cadena de cultivo. La definición correcta de esta terminología pudiera ser: “Un trozo de pared o tapial, que se hace de micos una sola vez con tierra amasada y apisonada en una horma”.
 
En cualquier caso, en nuestra tierra el concepto de tapia es empleado de igual forma para las paredes realizadas con piedra y barro (antaño) y hoy con otros materiales como pueden ser bloques de hormigón vibrado y mortero de cemento y arena, que cumple la función de deslindar o preservar las diferentes fincas.
 
Este tipo de tapias de piedra y barro, encaladas posteriormente con cal y blanqueadas y almenadas, eran las tapias propias que se realizaban desde el siglo XVI en adelante, para la custodia de las huertas o fincas de cultivo, como se ven en nuestros barrios de San Juan y San Francisco.
 
Hasta finales del siglo XIX, los terrenos de esta zona no eran de gran calidad y por lo general eran usados para el cultivo de la vid y alguna que otra hortaliza. No obstante, cuando el ciclo del cultivo de la vid llega a su fin, los grandes propietarios venden los terrenos y aparece el nuevo panorama de pequeños propietarios, quienes realizan nuevas labores de rochado de tierras cambiando totalmente el paisaje.
 
Sobre las antiguas tapias de piedra y barro apisonado, se levantan nuevas paredes de piedra seca, que sirve de contención para las nuevas tierras que nacen en el rochado, prioritariamente de constitución arcillo-calizas, optima para el cultivo de tubérculos y trigo o millo.
 
Recuerdo ver que sobre aquellas paredes de piedra seca, se levantaban nuevas tapias de madera y hojas de palmeras hasta una altura de 1,20 mts., aproximadamente, con el fin de dividir las propiedades y que al propio tiempo, sirvieran de cortaviento para proteger el cultivo.
 
Toponimia del lugar
“Las Tapias” es una toponimia que data desde finales del siglo XVIII y nos habla de la formación del terreno de cultivo en el lugar de su ubicación. Terrenos preparados en terraza y contenidos mediante unas paredes o tapias ejecutadas con piedra y barro apelmazado. Constante ésta que se da en casi toda lo orografía canaria, habida cuenta del desnivel que presenta el suelo por la constitución propia del mismo, circunstancias que justifica el cultivo intensivo.
 
El lugar lo miramos siempre con un cariño especial, ya que, nos trae a la mente la edad infantil, el aprendizaje de las diferentes labores agrícolas y ganaderas, y la presencia siempre firme y parca en palabras de mi abuelo paterno, hombre delgado y más bien bajito de estatura, pero con una fuerza y un carácter poco usuales. Le acompañaba a trabajar el campo todos los días, como premio vacacional en verano, desde los 7 a los 11 años y venía, agarrado al rabo de la burra a las 06:00 horas, caminando desde Los Llanos hasta Las Tapias, regresando de igual forma a las 19:00 horas.
 
Todo lo que de él aprendí jamás se me ha olvidado, tuvo como ciencia cierta el hecho que todo hombre estaba obligado a saber cultivar lo que le hiciera falta para comer, si no, su valía estaba condicionada a que otros lo hicieran por él.
 
En este lugar hubo hasta los inicios de la década de 1960 un establecimiento denominado “La Galería” que junto a “La Fonda” y a “La Galería de El Calero”, eran los tres puntos donde paraban los transportistas de las cosechas de plátanos o tomates cuando se dirigían al Puerto de Melenara, con las recuas de camellos o mulos. En estos tres puntos había sendos comercios donde se podía comer y refrescarse para continuar la labor los arrieros, además de poder comprar cualquier cosa, tenían de todo.
 
Fue ésta, una zona muy rica en el cultivo de la vid, en esa próspera industria de la exportación de los vinos canarios de afamado prestigio en toda Europa y las Indias, pero luego, como si de una constante en nuestra historia fuera, la falta de lluvia y la sangrante política de la madre patria, hicieron fracasar las plantaciones, el comercio y la economía que en torno a la vid existiera durante gran parte del siglo XVII. El resto fue la acción de sendas plagas de langostas o cigarrón berberisco que diezmo los campos canarios, acarreando hambrunas y otras epidemias como el cólera morbo, las fiebres, etc., además de reiterados períodos de crueles sequías.
 
A mediados el siglo XIX, el cultivo de cereales, hortalizas y tubérculos volvieron a dar prosperidad a la zona, cosa que perduraría hasta algo más de la mitad del siglo XX, fecha en la que conocimos su esplendor. Posteriormente se pierden los mercados Europeos para el agro canario y casi todo se reconvierte en suelo edificable, viales, etc., extinguiéndose una economía de subsistencia por otra sin sostenibilidad alguna.
 
Efemérides
Sucedió un día tal como hoy, hace ahora mismo 404 años, es decir el 1 de mayo de 1610, fecha en la que se celebra la misa y el acto fundacional del asentamiento de los religiosos de la Orden Franciscana en el barrio de Santa María la Antigua, como así se llamó tanto el barrio como la ermita que se construyera en las postrimerías del siglo XV, hasta que se adopta en la primera década del siglo XVII esta nueva nominación, que nos llega a nuestros días. Tras finalizar la conquista de la isla, se inicia el proceso de asentamiento y consolidación de la población que ha de conformar el municipio de Telde.
 
Uno de estos núcleos poblacionales era el barrio de Santa María la Antigua, en el cual las edificaciones eran más modestas que las del vecino barrio de San Juan, eran generalmente viviendas de una sola planta, realizada con piedra y barro, con cubierta a dos aguas, disponiendo de patio o huerta. Vivían generalmente en el barrio de Santa María la Antigua, los artesanos, alarifes y trabajadores canarios libres de limitado poder económico. El barrio de San Francisco alcanza un gran auge durante casi todo el siglo XVII, debido a la presencia de los religiosos de la Orden Franciscana, quienes gozaban de un excelente predicamento dentro de la comunidad cristiana por su austeridad y entrega a la caridad cotidiana.
 
Al barrio llegaban cientos de peregrinos atraídos por el recogimiento de las procesiones, la Semana Santa y el Vía Crucis por las calles. Pero tanto el nombre del barrio como el de la propia ciudad goza de una justa fama por la calidad de los estudios y la enseñanza que se impartía en el Convento de San Francisco, donde los religiosos instituyeron una serie de cátedras desde las que impartían Lógica, Filosofía, Retórica, Ética o Moral. La calidad de la enseñanza alcanza fama regional y acuden alumnos de todas las islas, entre los cuales figuran algunos aventajados como el Médico e Historiador teldense Tomás Arias de Marín y Cubas, quien dio mucha gloria a la Literatura y a la Historia, en relación con la conquista del Archipiélago Canario.
 
 
Hoy precisamente se cumplen 162 años de aquel 1 de mayo de 1852, día en el que en Petilla de Aragón (Navarra), nace Santiago Ramón y Cajal. Fue un médico español, especializado en histología y anatomía patológica. Obtuvo el premio Nobel de Medicina en 1906 por descubrir los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las células nerviosas, una nueva y revolucionaria teoría que empezó a ser llamada la «doctrina de la neurona», basada en que el tejido cerebral está compuesto por células individuales. Pedro Laín Entralgo lo ha considerado la cabeza de la llamada "Generación del 80" o "Generación de Sabios".
 
Durante el servicio militar, en los primeros meses de la milicia en Zaragoza, se convocaron oposiciones para el Cuerpo de Sanidad Militar, en las que, entre 100 candidatos para 32 plazas, obtiene el nº 6. Es destinado como 'médico segundo' (teniente) al regimiento de Burgos, acuartelado en Lérida, con la misión de defender los Llanos de Urgel de los ataques de los carlistas. Durante esa época, Cuba, aún provincia española, libraba una guerra por su independencia, conocida como Guerra de los Diez Años. En 1874 Santiago marcha destinado a Cuba con el grado de capitán, ya que el paso a Ultramar conllevaba el ascenso al empleo militar inmediato.
 
Tras el premio, Cajal aún publicó muchas obras literarias y biográficas, así como, sus Estudios sobre la degeneración del sistema nervioso. Mientras tanto, se consagró a sus alumnos. Ellos fueron quienes le acompañaron, por expreso deseo del propio Ramón y Cajal, en su muerte, ocurrida el 17 de octubre de 1934, poco después de publicar su conocida obra autobiográfica “El mundo visto a los ochenta años”. En la medianoche del 6 de octubre de 1906, Santiago Ramón y Cajal recibió un telegrama desde Suecia. Se le comunicaba que había recibido el Nobel de Medicina “ex aequo” con Camilo Golgi. Pero su reacción no fue otra que comentar: "Esto es una broma de los estudiantes". Y siguió durmiendo. Sólo se convenció de que era verdad cuando, al día siguiente, leyó el diario.
 
Ahora, cuando desde mi presente recorro aquellos terrenos y compruebo como después de algo más de medio siglo, las tapias siguen estando allí, con sus paredes de piedra seca, entre las cuales sale el tronco de una higuera. Esa higuera que tanta y tanta sombra nos dio tras la dura labranza, no puedo evitar sentir nostalgia y añorar la presencia de quien ya no está.
 
Hay quien sostiene que la tierra no nos fue heredada por nuestros padres, nos fue prestada por nuestros hijos y por ello, es por lo que debiéramos sentir hacia ella tanto y tanto amor como el que profesemos a nuestros nietos, nuestros hijos, nuestros padres o nuestros abuelos. Cualquiera de ellos forma parte de ese hermoso sentimiento que hacia nuestra tierra tenemos.
 
Lo demás puede que sea todo superfluo, sin interés, razonamiento o sentimiento alguno. Puede que existan quienes piensen que siempre va a estar ahí, que es fría e insensible, pero me parece que la tierra no hubiera sido habitable si no hubiese a nadie a quien admirar y por ende ser admirada, como ese gran poema de amor correspondido en el idilio de la vida.
 
Por todo ese cúmulo de sentimientos, andaré por los cerros, los barrancos, los bosques o los llanos, como siempre lo he hecho, arrimándote coplas de amor y esperanza, tierra querida, cuna de mi existencia. Hogar de quienes me antecedieron y los que ahora y siempre me precederán.
 
La misma sensación de seguridad, cariño y amor que sentí cuando mi abuelo tomaba entre sus rudas manos las mías y suavemente las apretaba, en silencio, es la que aprecio en la mirada y el semblante de mi nieto Víctor, cuando tomo las suyas y lo siento respirar profundamente, en la seguridad que mi amor le puede proporcionar. Lo observo en silencio y es una persona en la que mis sentimientos se proyectan, me mira y sonríe, expresando esa agradable sensación que no sabe como manifestar de otra manera. Todavía no habla mucho y por eso mismo, lo creo totalmente sincero.
 
¡Que suerte tengo de vivir en esta bendita tierra canaria! ¡Que afortunado he sido al conocer y compartir momentos de mi vida, con tanta gente de bien! Aunque existan momentos de duda y piense que tal vez nunca me he merecido la dicha de tenerles, de ser o estar.
Finalizamos aquí nuestro recorrido de hoy, guardamos en nuestra gena todo aquello que de positivo hayamos podido tratar y, emprendemos una nueva caminata con rumbo al Poniente, nos vamos al barrio de Lomo de Magullo, donde visitaremos la calle Las Toscas, a fin de conocer algo más sobre el sector de su ubicación y sobre esta toponimia, pero bueno… eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Cuídense mientras tanto.
 
Sansofé.
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