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Calle Labrador (Foto Luis A. López Sosa) Calle Labrador (Foto Luis A. López Sosa)

El Labrador trabaja la tierra en Salinetas

La urbanización industrial rinde homenaje a esta profesión en su callejero

Cristina Jueves, 10 de Abril de 2014 Tiempo de lectura:

Hoy paseamos por la Urbanización Industrial de Salinetas, donde vamos en busca de la calle Labrador, cuyo inicio lo encontramos en la calle Físico desde donde, con un trazado de Norte a Sur y tras recorrer unos 380 metros, aproximadamente, finaliza en la calle Pescador.
 
Tiene por el Poniente la calle Pastor y por el Naciente la calle Encofrador.
 
Esta nominación fue aprobada por el Ayuntamiento Pleno en sesión celebrada el 29 de julio de 1994, fecha desde la cual pasa a formar parte del Callejero del Distrito 6º, Sección 3ª del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
 
Cuando a finales del año 1993, los viales de la Urbanización Industrial de Salinetas se abrieron al público, a instancia de los industriales de la zona, la Corporación decide nominar los viales comprendidos dentro de la misma, habida cuenta de la necesidad de contar de una dirección postal que identificara en enclave de aquellos.
 
Es entonces cuando en aras de preservar para el futuro las diferentes profesiones y como homenaje a todos los profesionales de los diversos ramos, se decidió adoptar estas nominaciones dentro de la mentada urbanización.
 
Sinopsis de la nominación
Labrador es el que tiene por oficio labrar la tierra, generalmente en minifundio al ser propietario de un terreno reducido o empleándose como asalariado, jornalero o medianero del propietario de un latifundio, que es el agricultor.
 
Labrar la tierra es la operación agrícola consistente en trazar surcos más o menos profundos con una herramienta de mano o con un arado. La acción de labrar la tierra mediante un arado es referida como arar.
 
La palabra labrar deriva del latín laborāre, que tenía el significado genérico de trabajar.
 
Las funciones propias de la labranza pueden ser: facilitar la circulación del agua para un riego correcto. Destruir las malas hierbas. Hacer menos compacta la tierra, adecuándola así para la siembra agrícola. Mejorar la estructura y textura del suelo. Evitar el encharcamiento provocado por altas precipitaciones pluviales
 
La labranza superficial en general, de menos de 20 cm de profundidad y sin recorrer la tierra. Se hacen con los llamados cultivadores que son aparatos dotados de un conjunto de púas que se desplazan arrastradas por un tractor.
La labranza con cuchillas rotativas deja la tierra especialmente desmenuzada para poder ser sembrada, pero ocasionan una capa compactada alrededor de la parte arada que es muy perjudicial.
 
Manualmente, la labranza superficial y el deshierbaje o escalda, se hacen con azada o azadón.
 
El uso del arado romano, normalmente de madera y de tracción animal (bueyes o équidos) perduró hasta la mecanización agraria del siglo XX. A partir de entonces los arados mecánicos y los tractores permitieron arar la tierra con una mayor profundidad, algo que puede dar paso a procesos erosivos de pérdida del suelo.
 
En la actualidad la tendencia es a labrar menos y aplicar técnicas como labrar perpendicularmente a la pendiente, con el objeto de reducir la erosión.
 
El uso de herbicidas o de guadañadoras permite actualmente prescindir de las azadas para eliminar la mala hierba.
 
Estudios recientes demuestran que labrar sólo temporalmente aumenta la infiltración de agua y que el balance hídrico es más favorable si no se perturba la tierra. Además no labrar permite que los cultivos perennes tengan más raíces cerca de la superficie.
 
Trabajar el suelo para realizar sus siembras con el fin obtener el alimento fue una de las primeras preocupaciones del hombre. Las primitivas herramientas fueron construidas toscamente de madera, hueso y piedras con las que se removía un pequeño surco. De esta manera, el área que se podía trabajar y sembrar era muy limitada.
 
Generalmente, el labrante es una persona muy culta, aunque no estudiosa, pero que persistiendo en la observación de los cultivos y la reacción de estos ante el tiempo, es capaz de predecir los cambios atmosféricos o emprender acciones favorables al desarrollo de aquellos.
 
Es una sabiduría heredada, por lo general, de anteriores generaciones y transmitidas verbalmente a pie de surco.
 
Hoy, nos sorprende cuando hablamos con los labradores, la seguridad con que se refieren a ellas, respecto a la presencia de futuras lluvias o cuando no, contemplar como en cultivos extensivos evitan el arado de la tierra para que no pierda propiedades.
 
La agricultura extensiva o explotación agropecuaria extensiva (opuesta a agricultura intensiva) es un sistema de producción agrícola que no maximiza la productividad a corto plazo del suelo con la utilización de productos químicos, el riego o los drenajes, sino más bien, haciendo uso de los recursos naturales presentes en el lugar.
 
Por lo general está localizada sobre grandes terrenos, en regiones con baja densidad de población y se caracteriza por unos rendimientos por hectáreas relativamente bajos, pero que en conjunto resultan aceptables.
 
Es el caso de los campos de trigo, soja o cebada, etc. en Argentina, EE.UU., Canadá, donde un mayor número de empleos por cantidad producida, se corresponde con ingresos muy bajos, especialmente en los países pobres. Es una agricultura que a menudo permite una certificación de «agricultura ecológica» cuando va acompañada de la no utilización de productos químicos, pero no todos los productores la aprecian.
 
En esos lugares las labores de realizan con maquinaria muy avanzada y creada al respecto, como son las sembradoras, recolectoras o las rolladoras, entre otras.
 
En cambio la agricultura intensiva, es aquella en la que el terreno es reducido, por la conformación del suelo y las labores de labranza (arado, plantado, riego o recolección) se realizan manualmente. En nuestras islas, debido a la orografía, podemos contemplar verdaderas obras de arte en el surcado de la tierra, sin que medie ningún aparato nivelador o de alineación de los surcos, solo la ciencia de la experiencia en el trabajo.
 
 
Toponimia del lugar
Seguimos caminando hasta el final de la calle Labrador, el desnivel del terreno nos permite contemplar una amplia panorámica de la Urbanización y allí, en un murete nos sentamos para descansar un poco y pensar en lo que fue esta zona en otros tiempos.
 
La Urbanización Industrial de Salinetas, como su nombre indica, se trata de una urbanización eminentemente industrial, todas las edificaciones tienen este uso, y el origen de la misma se remonta a los inicios de la década de 1950, cuando al Sur de la Playa de Salinetas, se instala un gran complejo industrial para la fabricación de abonos nitrogenados. La empresa se llamaba Compañía Insular del Nitrógeno Sociedad Anónima (C.I.N.S.A.).
 
Esta empresa ocupó cerca del 25% de la mano de obra activa que había en aquella época en el municipio, generando riqueza entre sus trabajadores durante algo más de una década, hasta que llegada la mitad de los años 60, se pierde el mercado para los productos procedentes de la misma por fomentarse este tipo de industria en la península, entrando en declive su producción, la cual se ve agravada con la perdida de las minas que suministraban la materia prima desde el continente africano, cuando España entrega el territorio colonial del Sahara, de la forma más improcedente que se pudiera dar, hoy siguen existiendo conflictos y atropellos a los derechos humanos de los saharauis por parte del gobierno marroquí, debido precisamente, a la poca cordura que se tuvo en el abandono de aquellos que, hasta días antes, tenían la nacionalidad española como cualquier otro hijo de vecino en la Península Ibérica. Son los desmadres de la madre patria.
 
Se desmontó en pocos años todo aquel complejo industrial, en el que las jornadas de mañana, tarde y noche se continuaban al son de una sirena, era… la sirena de “la fábrica”, que se oía en toda las playas colindantes y que marcaba el trasiego de vehículos y personas en el interior de dichas instalaciones, las cuales semejaban una ciudad aparte, pero luego las parcelas y las calles que componían toda la urbanización sufrieron un alto deterioro debido al abandono, se pusieron a la venta y fueron adquiridas por diversas empresas que poco a poco han venido dando vida y forma a la actual Urbanización Industrial de Salinetas. Quedando hoy de la antigua CINSA, tan sólo unas pocas edificaciones ruinosas, con sus estructuras al aire libre, como si de esqueletos de dinosaurios se tratara, recuerdos de un glorioso pasado.
 
La labor de los Arquitectos han reconvertido el uso inicial de esta zona en otra urbanización más moderna y floreciente, algo parecido a un Parque Industrial, que era la idea inicialmente concebida y en parte, se le ha cambiado la cara al paisaje frío y lúgubre que existía hace tan sólo dos décadas. Las amplias calles jalonadas a ambos lados por aceras en las que se han plantado árboles que debieron colaborar en mejorar la renovación del aire y, en dar la sensación de no encontrarnos en el interior de una urbanización industrial, donde generalmente la polución y los vertidos son la nota predominante.
 
Pero como casi todo lo que se concibe de forma especulativa, en poco tiempo muestra su verdadera cara, bien distinta a la que se pensó inicialmente. Una vez que se venden las parcelas y se consiguen una serie de licencias que dan legalidad a la ofertada reconversión, el abandono o el engaño hace acto de presencia. Principalmente, no se ha hecho cumplir ninguna Ordenanza Municipal que regule las zonas verdes en los retranqueos entre edificaciones, tanto en lo relativo al vallado traslúcido de las parcelas, como al cuidado ornamental de éstas, convirtiéndose dichos espacios en la ampliación superficial de las industrias como parking de vehículos, almacén de materiales o de maquinaria en desuso, algo totalmente contradictorio al ornamento forestal y a la idea base de un prometido y ficticio Parque Industrial. Alguien hizo su agosto a costillas del municipio y se catapultó a otras instancias.
 
El asfalto de las calles es muy deficiente, ofreciendo baches por doquier, las aceras son de tan sólo un metro de ancho, en medio de las cuales se han plantado una diversidad de plantas y árboles que disparatan el ornamento urbano, no sólo por la falta de atención (riego y poda de los mismos), si no por la ocupación de la superficie de paso peatonal, obligando al paseante a invadir la calzada. Todo un conglomerado de desatinos.
 
Muchos de los parterres albergan plantas que se han secado, malas hierbas, papeles y bolsas de plástico que el viendo arrastra, denunciando en silencio la falta de atención y la nefasta imagen que al visitante puede ofrecer este dantesco espectáculo. Que al parecer poco o nada, ni a nadie importa hoy en día.
 
Mención aparte merecen la acumulación de graba, arena y polvo que existe en las calzadas junto al bordillo de las aceras, al cual en ocasiones invade y cubre, materiales éstos que proceden de esos socavones que el paso de los vehículos pesados y el propio viento hacen erosionar y agrandan por momentos. Da pena contemplar el entorno al caer de la tarde, los últimos rayos del sol que camino del ocaso se va hacia la cumbre, nos muestran lo que hoy queda de aquel esplendor de antaño. Ahora, esta situación la tenemos por méritos propios y no podemos culpar a nadie de ello.
 
Efemérides
Casualmente hoy se cumplen 496 años, de aquel 10 de abril de 1518, fecha en la que los frailes franciscanos de Las Palmas de Gran Canaria, firman el contrato para el inicio de las obras de construcción de su convento con el contratista sevillano Pedro Llerena. Fue entonces cuando se lleva a cabo una campaña de recaudación para la financiación de las obras, siendo importante la participación de los mercaderes genoveses instalados en la ciudad, quienes obtienen como compensación el privilegio de ser enterrados en el interior del recinto conventual. El primitivo convento se había fabricado en los inicios de la conquista de Gran Canaria, en unos terrenos cedidos por Juan Rejón a los franciscanos que le acompañaban en la evangelización de los isleños.
 
Una acequia que nacía en el Barranco Guiniguada regaba dos fértiles huertas que proporcionaban a los frailes frutas y verduras, para una comunidad que ascendía a cincuenta religiosos. De estas huertas salieron las semillas de productos cuyo cultivo se extendió luego a todo el Nuevo Mundo. Aunque el templo primitivo sucumbió bajo las llamas de un ataque a la ciudad del pirata holandés Van der Does. La actual Parroquia fundada en 1821, ocupa la Iglesia del antiguo convento de San Francisco, uno de los primeros que se fundaron en la ciudad, aunque no se erige como tal hasta el 16 de junio de 1840, siendo su primer párroco Matías Padrón.
 
De la edificación actual se destaca la portada de piedra, estilo barroco, y en su interior las tres naves levantadas al estilo usual de las Iglesias del Archipiélago, en cuya construcción intervinieron también Juan Lucero, en 1635 y Juan Báez Marichal en 1652. Junto al artesonado de su techo de estilo mudéjar destaca la decoración del templo obra del artista grancanario Jesús Arencibia, realizado en el conjunto de trabajos proyectados entre 1954 y 1961, para mejorar la decoración del templo. También cabe mencionar su curiosa espadaña en piedra separada del edificio con la Iglesia. La imagen venerad en este templo es la Virgen de la Soledad, existiendo además tallas de Luján Pérez como la de San pedro de Alcántara y el Señor en el Huerto.
  
Un día como hoy, hace ahora mismo 102 años, es decir el 10 de abril de 1912, al mediodía, zarpa de Southampton el lujoso transatlántico Titanic. Llegó a Cherburgo en Francia a las 18:30, y a Queenstown, en Irlanda, el 11 de abril de 1912 a las 11:30 Los irlandeses que embarcaron eran mayoritariamente pasajeros de tercera clase, inmigrantes a los Estados Unidos. En ese momento había alrededor de 2.227 pasajeros a bordo del Titanic. Sin embargo, es imposible determinar con exactitud el número de personas a bordo del barco debido a cancelaciones de última hora, y la presencia de pasajeros clandestinos. Muchos pasajeros famosos tomaron su plaza en este puerto, incluyendo Isidor Straus, propietario de los grandes almacenes Macy's en Nueva York. En Cherburgo, embarcaron otros pasajeros importantes, como John Jacob Astor IV (bisnieto de John Jacob Astor), un empresario de los más ricos entre los pasajeros, Margaret Brown, una activista de los derechos humanos, y Benjamin Guggenheim, un magnate de la industria del cobre que viajaba con su amante.
 
El buque está comandado por el veterano capitán Edward John Smith, era el más experimentado y prestigioso capitán de la compañía White Star Line, quien iba a realizar su última travesía antes de ser jubilado, para "pasar más tiempo junto a mi esposa e hija", según había manifestado. Lamentablemente, poco antes de la medianoche del 14 de abril, el trasatlántico colisionará con un iceberg en las gélidas aguas del Atlántico Norte. Por desgracia, al pensar sus constructores que el buque es indestructible, no se halla preparado para una emergencia de este tipo y, por ello, no cuenta con suficientes botes salvavidas para el pasaje y la tripulación. Dos horas más tarde, a primeras horas del 15 de abril, el barco se hundirá definitivamente dejando un trágico balance de 1.513 personas muertas y 705 supervivientes que jamás olvidarán esa fatídica noche.
 
El 14 de abril, cuando el Titanic ya había recorrido 1.451 millas (2.335 km), el informe del “Caronia”, alrededor de las 09:00, señala algunos icebergs en 42°N, 49°W y 51°W.19 Por la tarde, tres buques, el “Baltic”, el “America” y el “Noordam” informaron sobre icebergs en el mismo lugar. Por la tarde, un quinto buque, el “SS Californian”, envió el mismo mensaje, pero la tripulación no lo tuvo en cuenta y el buque siguió navegando a toda velocidad, probablemente con el objetivo de batir el récord del “RMS Olympic” (o simplemente para impresionar a la prensa). A las 19:30, el buque recibió tres nuevos mensajes del “California” señalando grandes icebergs. A las 21:40, mientras que la temperatura es de unos pocos grados, el “Mesaba” también envió una alerta de icebergs, pero que no se entregó a los vigilantes de las capas de hielo. A las 22:00, los dos vigilantes en servicio fueron sustituidos por Frederick Fleet y Reginald Lee; la temperatura exterior era de cero grados.
 
Mirando la imagen del parque en El Zorro, tomada en el año 2004, me viene a la memoria la impresión que me causó el paisaje rural de Argentina, principalmente en la zona del Sur de la provincia de Buenos Aires, concretamente en la municipalidad de Coronel Dorrego.
 
Las interminables llanuras y los cultivos extensivos de trigo, cebada, girasol, avena o soja, así como, el uso de la maquinaria agrícola de grandes dimensiones y generalmente automatizadas.
 
La cabina de los tractores te da la impresión de ser la de un avión, todo informatizado, con aire acondicionado, con GPS que automatiza la marcha de la maquinaria sobre un plano del terreno que ha sacado previamente, vía satélite. En fin, que el sobrino Ariel y los dos operarios que trabajan con mi cuñado Andrés, han tenido que hacer un curso para aprender a manejar la maquinaria.
 
A la vista de esto, parece ser muy cómoda la labranza de los campos, pero los mismos, al carecer de sistemas de riego, crean una dependencia vital de los ciclos de lluvia y demás condiciones atmosféricas favorables que no afecten negativamente a la cosecha. Cuando llega el tiempo de recolectar la cosecha, es algo preferente y no se puede dejar de un día para otro, ya que, de improvisto puede aparecer una tormenta de lluvia o pedrisco que arruine la misma. Son las peculiaridades de los cultivos extensivos.
 
Mirando al horizonte, que parece no querer acabar nunca por la carencia de montañas que te marquen un límite, me viene al recuerdo lo penoso que es la agricultura en las islas Canarias, la necesidad de formar cadenas o terrazas que contrarresten las pendientes de la orografía isleña, la obligatoriedad de realizar casi todas las labores a mano, la necesidad del riego y el transporte a hombros o a lomos de animales de los frutos cosechados. Son las referencias de los cultivos intensivos.
 
Pero lo que me maravilla es la capacidad y actitudes del hombre de campo, para entender, amar e interpretar las señales que ven en la naturaleza, augurando el tiempo que casi seguramente puede venir. Es una sabiduría transmitida de generación en generación y que observan en cada momento, ya que, en ello les va el triunfo o el éxito, el fracaso o la ruina, el sustento o el hambre.
 
Haciendo este comparativo y viéndolo con toda serenidad, me sentí satisfecho de haber comprobado directa y personalmente estos extremos, con lo cual un fin primordial de mi viaje se había cumplido, en cuanto al disfrute cultural se refiere. Me llenó de satisfacción ver a la familia argentina en el desarrollo de las labores agrarias y al propio tiempo me sentí honrado de la agricultura de nuestra tierra canaria.
 
Le hablaba a mí cuñado Andrés y a mi sobrino Ariel de ella y me miraban con asombro, fue entonces, cuando les mostré en Google, unas imágenes del Valle de Agulo (La Gomera) y la continuidad de cadenas que descienden hasta el cauce del barranco, quedaron maravillados. Los dos son ingenieros agrónomos.
 
Me di cuenta, después de unas horas de conversación, que teníamos otra cosa en común, el cariño de lo familiar y ahora, el amor de cada uno por su tierra.
 
Dejamos tras nosotros la dantesca imagen del lugar, guardamos en nuestra gena todo lo que de positivo hayamos podido tratar hoy y emprendemos una nueva caminata, esta vez con rumbo Noroeste, nos dirigimos hacia el barrio de San Gregorio, donde visitaremos la calle de Lagunetas, para conocer algo más de esta antigua toponimia y del lugar de su emplazamiento, pero bueno… eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Mientras tanto…cuídense.
 
Sansofé.
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