El paseo en este fresco domingo, lo hacemos por el barrio del Lomo de Magullo, donde vamos en busca de la calle La Regalá, cuyo inicio lo encontramos en la calle la Virgen, desde donde parte con orientación Norte-Sur para finalizar en un lugar sin salida que destinado a terrenos de cultivo franquean el paso, después de recorrer unos 80 metros, aproximadamente.
Por el Poniente linda con la calle El Callejón y al Naciente lo hace con Los Barrillos.
Esta nominación aparece por primera vez en los documentos censales referidos al 31 de diciembre de 1950, pasando a formar parte, desde entonces, del Callejero Municipal del Distrito 4º, Sección 2ª del Censo de Habitantes y Edificios. Esta calle formó parte de la calle La Virgen hasta hace aproximadamente unos 20 años, si bien, la toponimia se conocía con anterioridad, pero que con el fin de puntualizar las direcciones postales de los vecinos del sector, se adoptaron las mismas como calles tales, cuando realmente eran caminos o serventías que servían de acceso a diversas propiedades.
Sinopsis de la nominación
La Regalá es una toponimia que existía en el lugar desde tiempos inmemorables, definiendo la misma, un sector de la calle La Virgen. El Ayuntamiento Pleno en sesión celebrada el 28 de marzo de 1996, acordó realizar nuevas nominaciones para concretar las direcciones postales de los vecinos, ya que, la de los residentes en las propiedades ubicadas en este vial, la tenían como parte de la calle La Virgen, prestándose a confusiones con mucha frecuencia.
La toponimia de “La Regalá”, no deja de tener su encanto popular, el cual nace en la propia socarronería de los isleños, pues la misma viene de existir en la parte baja del lugar unas cadenas de tierra, en las que sin apenas regar se conseguían espectaculares cosechas… “eran tierras regalonas”. En este caso “regalá” es la versión popular de “regalada”.
La razón viene de existir en cotas superiores otros terrenos que si tenían que se regados con la frecuencia debida, pero que al parecer, su subsuelo tenía vetas arcillosas que se convertían en un canal subterráneo que vertía la humedad y filtración de agua sobre “La Regalá”.
Es un ejemplo que se puede apreciar con frecuencia en sectores como éste, debido a la constitución del subsuelo y la pendiente que el mismo presenta, que favorecen el discurrir de los fluidos.
Toponimia-antroponimia del lugar
La toponimia-antroponimia “Lomo de Magullo”, data desde finales del siglo XV, cuando tras finalizar la conquista de la isla, por parte del Gobernador Pedro de Vera, se procede al reparto de tierras y aguas entre los Capitanes que acudieron con hombres e intendencia a su costa, la soldada y posteriormente entre los colonos venidos de fuera.
Telde era una comarca de gran interés por la calidad de sus tierras, sus aguas y el clima casi estacionario. Aunque el gran beneficiado en el reparto de las tierras en la Vega de Telde fue Alonso Rodríguez de Palencia o Palenzuela, también existieron datas importantes a favor de Hernán García del Castillo y su hijo Cristóbal. Otros afamados beneficiarios fueron Alonso de Sorita, Alonso de Matos, Juan Inglés o Francisco de Carrión, entre otros.
Al parecer los terrenos situados en este lomo fueron adjudicados a alguien que se apellidaba Magullo, y como sucediera con las toponimias y antroponimias, los lugares tomaban el nombre de la configuración del terreno y el apellido de su propietario.
Es todo un barrio muy fértil, donde casi acaba el sector cumbrero para dar origen al de medianías, favorecido por el clima menos extremo y la presencia del agua, que convierten el paisaje en un verdadero sueño de hermosura. La espléndida Vega Mayor de Telde se originaba aquí y llegaba hasta el mismo litoral marino. Es un sector donde abundan los nacientes de agua y donde la tonalidad clásica del paisaje es el verde monte.
Si bien el ciclo agrícola de la caña de azúcar ocupaba gran parte del territorio teldense preferentemente en la zona de medianías hasta la costa, se piensa que el mismo pudiera haber llegado hasta la zona del Valle de los Nueve, siendo estas partes altas de cumbre destinadas desde el principio al pastoreo. Las mismas circunstancias se darán con el ciclo de cultivo de la vid, al fracasar el de la caña de azúcar, que aunque se rochan nuevas tierras, todas ellas lo son en medianías donde el clima permite este cultivo con gran prosperidad.
Durante casi todo el siglo XVIII, las diversas plagas del cigarrón africano, la miseria y las epidemias de cólera morbo o el hambre canina, entre otras, hacen que a finales de esa centuria la población de disperse desde la zona del casco urbano hacia el exterior, promoviéndose nuevos asentamientos como El Tabaibal, Jinámar, Valle de Casares, Tara, Higuera Canaria o Los Arenales, entre otros, incluyéndose el de Lomo de Magullo. Estos asentamientos se consolidan por una población eminentemente agrícola-ganadera y antes de mediados del siglo XIX, ya se presentan como barrios o amplios caseríos con identidad propia.
Por la climatología en el lugar, los cultivos más usuales suelen ser el cultivo de la papa, el trigo, verduras y frutales variados, aparejados a los cuales se mantiene una exigua cabaña de ganado ovino, caprino, porcino o vacuno, definiéndose así la tipología de la familia del sector de extrarradio.
Efemérides
Un día tal como, hace ahora mismo 162 años, es decir el 23 de marzo de 1852, nace en la ciudad de Arucas (Gran Canaria), Domingo Rivero González. Sus padres fueron Juan Rivero Bolaños y Rafaela María González Castellano. Era primo, por la línea materna, del escritor Francisco González Díaz. Domingo fue un poeta canario considerado como el precursor del movimiento modernista en las Islas Canarias de principios del siglo XX. Con una obra brevísima, su poema “Yo a mi cuerpo” está considerado como una de las cimas líricas de la poesía canaria En 1864 se traslada a vivir a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, donde inicia sus estudios de bachillerato en el Colegio de San Agustín, institución en la que se habría de formar la intelectualidad isleña del momento. En 1869 supera las pruebas para la obtención del Grado de Bachiller.
Entre 1870 y 1873 se traslada a Londres, donde toma contacto con la literatura inglesa, y desde 1873 a 1881 estudia Derecho en Sevilla y Madrid. Tras su regreso a Gran Canaria, se inscribe en el Ilustre Colegio de Abogados de Las Palmas. A finales de ese año entra en la Junta Directiva del Gabinete Literario de Las Palmas. En 1884 es Registrador de la Propiedad. Un año después se casa con María de las Nieves del Castillo Olivares y Fierro. De la unión nacerán siete hijos: Fernando, Dolores, Juan, Nieves, María del Pino, María Teresa y Fernando. En 1886 obtiene la plaza de Relator de la Audiencia por oposición, puesto que ocupará hasta 1904, en que es nombrado Secretario de Gobierno. En su puesto de Relator conoce al escritor Agustín Millares Cubas, con quien traba amistad. En 1887 muere su primer hijo, Fernando, a la edad de diecisiete meses, lo que significó un gran golpe moral y anímico para Domingo Rivero.
En 1910 conoce a Miguel de Unamuno con motivo de la llegada de este a Canarias, como mantenedor de los Juegos Florales de Las Palmas. Unamuno ejercerá una notable influencia en su obra. A partir de 1924, ya jubilado, se dedica por completo a ordenar su obra, tratando de mantener una vida de tranquilidad, sencilla y en el campo de su municipio natal. En 1928 muere su hijo Juan tras una penosa enfermedad, lo que embarca al poeta en una profunda tristeza. Desiste del proyecto de publicar una antología de su obra. El 8 de septiembre de 1929 muere en Las Palmas. Su obra no aparecerá en libro hasta varias décadas después de su muerte. Su primer poema se había publicado en el año 1899 y el último en el año 1927.
Desgraciadamente, un día tal como hoy, hace ahora mismo 96 años, es decir el 23 de marzo de 1918, cae sobre París el primer proyectil disparado por el cañón alemán Gran Berta, el cual causa la muerte a 256 personas. El Gran Berta (en alemán Dicke Bertha, literalmente Berta la Gorda) es el nombre de un tipo de mortero de asedio —de 420 mm— desarrollado por las industrias Krupp en Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Su designación oficial fue L/12 (cañón calibre 12 en longitud) 42 cm tipo M-Gerät 14 Kurze Marine-Kanone (cañón naval corto), nombre que pretendía camuflar el propósito real del arma. Este mortero de asedio fue diseñado principalmente por el director de diseño de Krupp, Professor Fritz Rausenberger, y por su predecesor, Director Dräger, quienes bautizaron el arma con el nombre de Dicke Bertha, por Bertha Krupp, heredera del imperio industrial Krupp.
El nombre «Gran Berta» comenzó a ser utilizado erróneamente (aún hoy en día se les confunde) y genéricamente por los Aliados en referencia a otras piezas de artillería pesada alemanas como la «Langer Max» y el «Cañón de París». Realmente, «Gran Berta» era solamente el apodo del modelo denominado en alemán M-Gerät (Aparato M), de 42 cm de calibre. Por tanto, este nombre no se ha de aplicar ni siquiera al modelo Gamma-Gerät, antecedente directo del Gran Berta. Sólo dos ejemplares estaban disponibles al comienzo de la Primera Guerra Mundial, y se utilizaron para destruir los fuertes belgas en Lieja, Namur y Amberes, el fuerte francés de Maubeuge, así como otros fuertes en el norte de Francia. Berta demostró ser muy eficaz contra antiguas construcciones, como los fuertes belgas diseñados en la década de 1880 por Brialmont, destruyendo varios en pocos días.
El éxito más espectacular fue con el fuerte belga Loncin, que explotó después de recibir un impacto directo en su polvorín. Sin embargo, el hormigón empleado en los fuertes belgas era de mala calidad y consistía en sólo capas de hormigón sin ningún refuerzo de acero. El Gran Berta se había ganado una sólida reputación en ambos lados de las líneas debido a sus primeros impresionantes éxitos al destrozar los fuertes en Lieja. La prensa alemana declaró con entusiasmo a Berta una Wunderwaffe ('arma maravillosa'); sin embargo, cuando se usó más tarde durante el asalto alemán en Verdún en febrero de 1916, resultó menos eficaz; la construcción más reciente de este fuerte con hormigón reforzado con acero, en su mayoría podía resistir los grandes proyectiles semi-antiblindaje de los Berta. Sólo Fort Vaux fue severamente dañado durante este evento, destruyendo el almacenamiento de agua y conduciendo a la rendición de la fortaleza.
Admirando la sublimidad del paisaje de este particular paraíso, que es nuestra tierra canaria, observo como las nubes suben por los barrancos, arrastradas por las corrientes de aire, como cubren parte del panorama y pronto, vuelven a descubrirlo bañado por la luz radiante del sol.
Parece que quisiera mostrarnos una gran variedad de estampas, cual de ellas la más hermosa, ya que, el abanico de colores, en sus diferentes tonalidades se lucen con desparpajo y donaire, en la medida que la luz les besa.
Algo muy parecido es lo que sucede con el saber popular y la socarronería de nuestra gente, mayoritariamente de campo, que es donde realmente radica esa cultura y ese saber popular, trasmitido de generación en generación, al socaire de los mentideros, después de desempeñar la jornada de trabajo cotidiana, al caer la tarde en los brazos del ocaso.
Lo bonito de las toponimias que te encuentras por ahí, es precisamente el disfrute de ese momento en el que alguna persona mayor te comenta el origen de la misma. Nunca se me hubiese ocurrido pensar la razón de la toponimia “La Regalá”, hasta que un buen hombre me la contó con una pícara sonrisa en su rostro. Su vecino regaba sus tierras y el recogía buenas cosechas sin haber regado las suyas.
Domingo Rivero muere en septiembre de 1929, pero los poetas jóvenes del primer cuarto de siglo siguieron admirándole. Ya en 1937, "Valbuena Prat lo considera como maestro de las generaciones canarias modernas". Luego vendrá el silencio, y tras un largo olvido de unos treinta años, las nuevas generaciones de poetas vuelven a interesarse por la obra de Domingo Rivero. Esto sucede a partir de los años 50, cuando algunos escritores y críticos literarios como Fernando Ramírez, Lázaro Santana, Rodríguez Padrón o Manolo y Eugenio Padorno, tratan de dar a conocer su poesía.
Una vez más podemos comprobar como somos capaces de admirar los trabajos y realizaciones de personas de fuera de nuestra tierra y, olvidamos o ninguneamos de alguna forma a nuestros realizadores criollos. Existe una dualidad de menosprecio y desconsideración hacia nuestra gente en el momento en el que viven junto a nosotros, siempre miramos hacia fuera y no reconocemos lo que tenemos en casa. Han de ser aplaudidos y/o reconocidos desde fuera para asimilar la realidad del lugar que ocupamos, cuando no, han de esperar a después de muertos para darles la valía que en vida les correspondía y que, consciente y oficialmente les fue hurtada.
Vemos la gran diferencia que se establece naturalmente entre el saber popular y la cultura literaria de una generación determinada, de igual forma, se transmite con más seguridad la primera que la segunda, precisamente por estar condicionada ésta última, a la consideración y sanción de aquellos que no son doctos en la materia y, que además creen estar en posesión de la decisión de mantener en el anonimato o el olvido, las realizaciones de nuestros ilustres paisanos.
De esta última materia tuvimos la oportunidad de hablar durante una entretenida tertulia en aquellas “Jornadas de Literatura y Pensamiento”, con Eugenio Padorno Navarro y otros tantos contertulios entre los que estaba mi estimado amigo y tocayo, el teldense Luis Natera Mayor (q.e.p.d.), ambos figuras de nuestras letras que se mantienen ahí, sin reconocimiento alguno por parte de nuestros ilustrados políticos del momento. Y es que donde no hay, poco se puede sacar.
Nos echamos la gena a la espalda, guardando en ella todo lo positivo que hayamos podido tratar en esta crónica e iniciamos una caminata hacia el Naciente, nos vamos al barrio de San Gregorio, con el fin de visitar la calle La Rocha al objeto de saber algo más del lugar de ubicación de este vial y sobre esta nominación, pero bueno… eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Cuídense mientras tanto.
Sansofé.
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