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Calle La Portada (Foto Luis A. López Sosa) Calle La Portada (Foto Luis A. López Sosa)

La Portada se abre en San Antonio

Una calle lleva este nombre al mantener una antigua toponimia del sector bajo del barrio

Cristina Domingo, 16 de Marzo de 2014 Tiempo de lectura:

Paseamos hoy por el barrio de San Antonio, donde vamos en busca de la calle La Portada, encontrando su inicio en la calle Alto de los Leones, desde donde con orientación Poniente-Naciente y, tras recorrer unos 250 metros, aproximadamente, va a finalizar en el cruce de las calles Las Remudas con El Tabaibal.
 
Por el Norte linda con la calle Marqués del Muni, mientras que por el Sur lo hace con la Avenida del Cabildo Insular.
 
Esta nominación aparece por primera vez en los documentos censales referidos al 31 de diciembre de 1970 y, desde entonces ha pasado a formar parte del Callejero del distrito 5º, sección 1ª del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
  
Sinopsis de la nominación
La Portada, es el nombre dado a este vial en aras de mantener una antigua toponimia del sector bajo del barrio de San Antonio. Con el nombre de calle La Portada, tenemos hoy un tramo del camino o vial que conduce desde el barrio de San Antonio hasta la Urbanización de Las Remudas.
 
Hasta finales del siglo XIX se denominó este camino como “Portada de las Cudinas”, por ser una portada que custodiaba el acceso a la finca propiedad de unas señoras que al parecer llevaban el apellido de Cudinas. Ya en la primera mitad del siglo XX, la denominación pasa a ser simplemente “Camino de La Portada de San Antonio”, cuya portada de color verde, flanqueada por sendas tapias pintadas de blanco, custodiaban la entrad a la finca de los Sres. Medina Ojeda.
 
Toponimia del barrio
El día 29 de Abril de 1483, finaliza la conquista de la isla y se incorpora a la Corona de Castilla, a raíz de ello, el gobernador Pedro de Vera ordena a sus capitanes Ordoño Bermúdez y Pedro de Santi Esteban, el establecimiento a orillas del Barranco Real de Telde (un caudaloso río por aquel entonces) y la realización de fortificación y edificaciones, para evitar así, nuevos focos de resistencia aborigen, hechos que nos hablan de los origen de la fundación de nuestra Ciudad.
 
Con el paso del tiempo destacan de tres importantes núcleos de población San Juan, Santa María la Antigua (hoy San Francisco) y Llanos de Palenzuela o Jaraquemada (hoy San Gregorio).
 
Estos núcleos se consolidaron y fueron creciendo y su entorno, se mantuvo hasta aproximadamente el año 1850 gran parte de la población, hasta que se produce la dispersión de la misma con motivo del cambio de los cultivos y las epidemias que asolan a la población aglomerada en las inmediaciones del Casco Urbano, por aquel entonces carente de medidas sanitarias, propiciando que aparezcan nuevos núcleos, entre los cuales, se cuenta con El Tabaibal y La Taborda, zonas que al expandirse hacia el Poniente hace que surja el hoy barrio de San Antonio, ubicado al Naciente del barrio de San Juan.
 
Fue una zona de muy buenas tierras de cultivo, que facilitó el establecimiento de familias de agricultores y ganaderos en minifundio, característica que se observa en casi todas las familias que conformaron la dispersión. Estas circunstancias llegaron hasta mediados del último tercio del siglo XX, donde recordamos ver cultivos de plataneras, de millo, de papas y otros tantos productos agrícolas. Cuando andábamos por los caminos serpenteantes entre las fincas y respirábamos el aroma de los azahares, se nos alegraba la vista con las flores de pascua y las cañaveras que crecían a orillas de las acequias. Era un ambiente tan puro y sano como la propia naturaleza.
 
Luego la agricultura cayó en declive por la mala gestión oficial del mercado y dejó paso a la especulación del suelo, se dejaron de cultivar las tierras, se parcelaron las mismas, se vendieron solares y nos encontramos hoy en día con plantaciones de hormigón y bloques que se han sembrado sobre el asfalto de viales como el que hoy visitamos, donde antes hubo un vergel, del que hoy quedan unos vanos testimonios. Los antiguos caminos son asfaltados y se proyectan uniendo otros núcleos de población, colaborando a romper el entramado de fincas que existieran.
 
Entrañablemente familiar, ha sido siempre para mí el barrio de San Antonio, de gente llana y sincera, de gente trabajadora que transita desde las primeras horas, con la aurora y hasta el atardecer, para reunirse una vez finalizada la jornada en los mentideros, a contar u oír anécdotas del vivir cotidiano o lo que es lo mismo, de la propia vida que se ha recorrido.
 
El saber popular hace acto de presencia, y de él se aprende lo que no está escrito en los libros, es donde el testimonio fiel firma compromiso de honorabilidad entre las personas con solo dar la palabra y estrechar las manos, donde se transmite la sabiduría consensuada por el paso del tiempo de generación en generación.
 
Circunstancias éstas últimas que hoy en día no se dan, ni aún firmando un escrito donde se vierta la palabra de compromiso dada anteriormente, se han perdido virtudes personales como la honorabilidad, la corrección, el respeto, la firmeza o la humildad, entre otras tantas más.
 
Efemérides
Un día tal como hoy, hace ahora mismo 315 años, es decir el 16 de marzo de 1699, el inquisidor Andrés R. Suárez Calderín dona a los religiosos de la Compañía de Jesús todas sus casas, una finca ubicada en el pago de Jinámar, de la ciudad de Telde y doscientos ducados, para que se instalaran en Gran Canaria. La escritura que avala esta donación se celebró ante el escribano Lázaro Figueroa y con este gesto, Suárez Calderín perseguía la intención de que los jesuitas continuaran en Gran Canaria la labor que habían iniciado en La Orotava. Gracias a estas generosas donaciones, la orden de San Ignacio de Loyola inauguró un colegio de Las Palmas de Gran Canaria, en un acto que revistió gran solemnidad.
 
Esta finca que en las últimas décadas del siglo XVII era propiedad de la Orden de los Jesuitas, fue anteriormente conocida como Cortijo de Jinámar, pasando a conocerse después con el nombre de Cortijo de San Ignacio; ocupa una franja de territorio situada entre la carretera de Telde a Jinámar (GC-100) al poniente y la Autopista del Sur (GC-001) al naciente, limitada al Norte por el barranco de la Condesa y al Sur por el barranco Real de Telde. El Cortijo en sí no era una buena zona de cultivo, pero con el trabajo, tenacidad e inteligencia que los jesuitas imprimían en todas su obras, desarrollaron con ingenio y racionalidad una obra de ingeniería hidráulica, poniendo en cultivo las tierras de La Majadilla y en el valle de Jinámar, lo que les permitiría obtener rendimientos para sufragar el mantenimiento de sus escuelas. En el interior de esta finca construyen una casa con una capilla, donde impartían el oficio religioso y la docencia a los residentes del lugar.
 
Con la expulsión de la orden por Carlos III, por Real Cédula de 2 de abril de 1767, todas sus propiedades fueron confiscadas y subastadas, y adquirió la propiedad Cristóbal del Castillo Ruiz de Vergara y Manrique de Lara. Tras su adquisición la casa, ahora destinada a hotel rural, resulta de la reconstrucción realizada sobre la de los jesuitas, y es representativa de la arquitectura tradicional solariega en la isla, conservando el mobiliario, capilla y otro ajuar doméstico de las grandes viviendas isleñas del siglo XVIII. Destacan entre sus elementos, además de la pequeña y bella capilla, la balconada de madera, los techos abuhardillados en madera de tea y las galerías con grandes ventanales que dan acceso a las distintas estancias de la misma.
 
Sucedió que un día tal como hoy, hace ahora mismo 52 años, es decir el 16 de marzo de 1962, nace el personaje de historieta conocido como “Mafalda”, que es el nombre a una tira de prensa argentina desarrollada por el humorista gráfico Quino de 1964 a 1973, protagonizada por la niña homónima, «espejo de la clase media latinoamericana y de la juventud progresista», que se muestra preocupada por la humanidad y la paz mundial, y se rebela contra el mundo legado por sus mayores. Mafalda es muy popular en Latinoamérica en general, así como en algunos países europeos: España, Italia, Grecia y Francia. Ha sido traducida a más de treinta idiomas. Umberto Eco, quien ha escrito la introducción a la primera edición italiana de Mafalda, ha dicho amarla «muchísimo» y considera muy importante leer la tira para entender a la Argentina; sin embargo, las inquietudes que manifiestan ella y sus amigos en la historieta son de índole universal
 
En 1962, Quino llevaba ya cerca de una década realizando humor gráfico, cuando su amigo Miguel Brascó, humorista y escritor que había trabajado en algunas de las mismas revistas que aquél, fue contactado por «Agens Publicidad» con el fin de crear una tira de historietas para promocionar la marca de electrodomésticos «Mansfield», de la empresa Siam Di Tella. La tira funcionaría como publicidad encubierta al aparecer en medios impresos. Brascó recordó que Quino le había comentado «que tenía ganas de dibujar una tira con chicos» y le sugirió realizar una historieta que combinara a «Peanuts con Blondie». La empresa había puesto como condiciones que en la historieta apareciesen algunos electrodomésticos y que los nombres de los personajes comenzaran con «M». Quino dibujó entonces varias tiras protagonizadas por una familia tipo, constituida por un matrimonio de clase media con dos hijos: un niño y una niña.
 
En esta familia ficticia, los rasgos del matrimonio son similares a los de los padres de Mafalda de la etapa posterior, mientras que el hijo no se asemeja a ninguno de los personajes clásicos de Mafalda. Su hermanita sí es reconocible como Mafalda, aunque exhibe un diseño arcaico. El nombre Mafalda fue tomado del film “Dar la cara” (1962), basado en la novela homónima de David Viñas, donde hay un bebé que lleva ese nombre, el cual le pareció alegre a Quino. En 1964, Julián Delgado, director de la revista Primera Plana, acuerda con Quino comenzar a publicar en ese medio a Mafalda, ya desvinculada de propósitos publicitarios. Quino dibuja con este fin nuevas tiras donde, en un principio, participan solo Mafalda y sus padres. Con el correr del tiempo, Quino iría agregando personajes, destacándose entre éstos los amigos de Mafalda —Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito y Libertad— y su hermanito Guille.
 
Observando la foto tomada en los jardines del Hotel Rural del Cortijo de San Ignacio, recuerdo aquel día 4 de mayo de 2009, que visité dichas instalaciones. Había concertado previamente por teléfono la visita y entrevista con Doña María del Pino Manrique de Lara, a la sazón nieta de Doña Luisa Manrique de Lara y Manrique de Lara y de Don Cristóbal del Castillo y Manrique de Lara.
 
Fue una tarde calurosa de primavera y a mi llamada a la puerta, me recibió un señor que ejercía de jardinero, el cual me condujo hasta la señora que se encontraba sentada en una sala de la terraza disfrutando de la lectura de un libro y de la frescura de la sombra. Era una dama muy elegante, de exquisita cultura que transmitía una agradable sensación con su presencia y la dulzura de su voz.
 
Convenimos previamente, a su instancia, que podía preguntar cualquier cosa respecto al inmueble y tomar todas las fotos que quisiera, con la única salvedad de que no le hiciese fotos a ella. Después de tomarnos un te frío en la terraza, iniciamos el recorrido de todo el edificio y no salía de una sorpresa para entrar en otra mayor aún.
 
Me mostró los cuadros de sus antepasados, de los cuales tomé fotos casi en exclusiva y mientras realizábamos aquel didáctico paseo, me fue avisando de que finalmente me daría una grata sorpresa, ya que, según comentó le había caído bien y así fue, al terminar el recorrido me llevó hasta la Capilla del Cortijo de San Ignacio, la joya preferida de la familia y, en su interior quedé extasiado.
 
Es una joya artística que nos viene desde finales del siglo XVII, que la familia conserva a duras penas, ya que, les supone un importante gasto el mantenimiento a manos de expertos y me comentó la falta de interés por parte de las autoridades, a todos los niveles, de participar en dicha conservación que bien puede constituir un Bien del Patrimonio Histórico-Artístico.
 
Terminada la visita me despedí agradeciéndole el tiempo dedicado, la información que me había transmitido y el placer de haber estado en su elegante y delicada compañía. Fue una visita muy provechosa cultural y socialmente, en la cual palpé directamente el contacto con espacios históricos que han venido hasta nuestros días después de poco más de tres siglos de evolución.
 
Sin decir nada a la señora Doña María del Pino, redacté un escrito denunciando la necesidad de conservar aquella joya histórica de la Capilla del Cortijo de San Ignacio, tanto al Cabildo Insular como al Gobierno Autónomo y, después de casi cinco años, no he recibido contesta alguna. He indagado telefónicamente el destino de mi escrito y al parecer se ha perdido en la mesa de no se quién, que además en ese momento que llamo, tampoco está en su sitio.
 
Es la autoridad cultural que tenemos, no hay otra, escrita con letras minúsculas.
 
Damos por finalizada nuestra visita de hoy, guardamos en la gena todo lo positivo que hayamos podido tratar y, emprendemos una nueva caminata, esta vez con rumbo de Poniente, nos vamos al barrio de San Juan, donde visitaremos la calle La Placetilla, para saber algo más del lugar de ubicación de este vial y sobre esta toponimia, pero bueno… eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Mientras tanto…cuídense.
 
Sansofé.
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