En nuestro paseo de hoy, con poca amenaza de lluvia, encaminamos nuestros pasos hacia el popular barrio de Caserones Bajos, al que accedemos desde la Carretera C-320, que viene desde el municipio Santa Brígida hasta Telde y, allí nos encontramos con la calle Ceres, en la cual se inicia la calle La Majada, que con orientación Norte-Sur, serpentea en una longitud de unos 120 metros, aproximadamente, con un trazado sinuoso y una considerable pendiente, hasta finalizar en un lugar sin salida, a mitad de lomo.
Al Poniente tiene la calle El Vallillo y al Naciente la calle Bentaguaya.
Esta nominación es aprobada por el Ayuntamiento Pleno en sesión celebrada el día 28 de marzo de 1996 y desde entonces ha pasado a formar parte del callejero del distrito 3º, sección 2ª del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
Las edificaciones en el sector son generalmente de una planta y en su mayoría datan de algo más de 50 años, observándose una total anarquía en cuanto a la alineación de las fachadas, propia de las edificaciones rurales de entonces.
Sinopsis de la nominación
Una majada es el lugar en medio del campo o de la montaña que sirve como recogimiento del pastor y de su ganado por las noches durante las épocas del pastoreo y de la trashumancia, cuando ya ha pasado el invierno y se acerca el verano. Se compone de una o varias casas pequeñas o chozas que sirven de cobertizo al ganado y acondicionadas como refugio para el pastor, rodeadas por una cerca, normalmente de piedra, que hace las veces de corral.
Se suelen situar en zonas donde el agua, los pastos y el alimento son abundantes y los animales puedan estar suficientemente abastecidos. Normalmente no se encuentran aisladas sino reunidas en pequeñas agrupaciones, dando lugar algunas de ellas a numerosas localidades, las cuales han tomado el nombre de la propia construcción, como es el caso de Majadas de Tiétar (Cáceres), Las Majadas (Cuenca), Majaelrayo (Guadalajara) o Majadahonda (Madrid).
El Majadeo es una práctica ancestral en España e Iberoamérica, también llamada redileo o sirle, consiste en hacer dormir al ganado durante una sola noche en una parcela acotada por una red o cualquier otro dispositivo fácilmente reubicable.
A la noche siguiente se mueve el cercado hacia otra parcela contigua, y así sucesivamente hasta conseguir que el ganado haya dormido en toda la superficie de la majada. Normalmente se le asigna a cada oveja un espacio de un m2 dentro del cercado. Con esta práctica se persigue fertilizar el terreno y estimular la producción de humus, así como enriquecer su composición en plantas de alta productividad, como las leguminosas. Se consiguen unos valores equivalentes hasta a aplicar 10 tn de estiércol/ha.2
Esta práctica tradicional, aunque resulta un ejemplo claro de explotación sostenible, ha entrado en crisis en los últimos años, en gran medida por el abandono que sufre la práctica de la trashumancia en España, aunque también por el cambio de uso de las zonas de puertos de oveja a vaca (especialmente de razas no autóctonas), que implica una sobrecarga de los delicados pastos de altura.
En nuestro caso “La Majada”, es el nombre con el cual se conocía desde hace muchos años el lugar y en el que posiblemente existiera una majada.
Toponimia del lugar
Cendro, era el nombre prehispánico aborigen de un poblado troglodita ubicado en la margen Norte del Barranco Real, donde habitaba el guanarteme del cantón de Telde. Este nombre tiene dos variantes toponímicas: Cenodro y Sendro.
Ubicado en la actualmente denominada zona de El Portichuelo, el yacimiento arqueológico de Cendro es de una gran importancia, en cuyas excavaciones se han encontrado restos óseos humanos perteneciente a recién nacidos ubicados dentro de recipientes cerámicos.
También se han encontrado en las excavaciones realizadas restos de alimentos, mariscos, una piedra de molino y otros tantos elementos que justifican sobremanera la importancia del lugar dentro de la sociedad prehispánica.
Al igual que la toponímia de Tara, Cendro aparece en los primeros documentos que se redactan una vez finalizada la conquista de la isla y tras el asentamiento poblacional que da origen a la fundación de la Ciudad, cuando se realizan los repartimientos de tierras y aguas por parte de Pedro de Vera.
Tanto Cendro como Tara, son los principales enclaves de asentamiento de la población aborigen que supervive a la conquista, privados de todo tipo de propiedad de tierras, animales o cualquier riqueza que no fueran las casas-cuevas que ocupaban.
Posteriormente hacia el año 1590, el ingeniero italiano Leonardo Torriani, es enviado por el Rey Felipe II para levantar planos de las ciudades y levantar edificaciones defensivas para repeler los ataques y saqueos de los piratas ingleses, holandeses y berberiscos. En el plano que levanta de la Ciudad de Telde, aparecen reseñados los barrios o núcleos de San Juan, Los Llanos de Jaraquemada, Tara y Cendro, como los más importantes.
Este poblado aborigen prehispánico se mantuvo muy bien conservado, desde el punto de vista arquitectónico y arqueológico, hasta los inicios del siglo XIX, y es a partir de entonces cuando se produce un abandono y deterioro progresivo que desemboca en la construcción incontrolada de edificaciones con materiales modernos, que ocupan parcial o totalmente aquellas joyas arqueológicas, ante la total desidia de las Autoridades Municipales, Insulares y Nacionales.
A nadie le interesó conservar el testimonio de una cultura, de un pueblo y de una parte importante de nuestra historia. Nadie se molestó en defender todos aquellos iconos hermosamente descritos por Pedro Agustín del Castillo y tal vez, sólo tal vez… se nos ocurre pensar que a alguien le convenía hacer desaparecer de alguna forma, directa o indirectamente el legado de aquella población prehispánica y todas las señas de identidad que pudieran haber trasmitido a futuras generaciones. Desgraciadamente ante esta situación pierde su riqueza la cultura y con ella… el ser humano.
Hoy nos quedan de Cendro los relatos que se han hecho al respecto, los estudios arqueológicos y algunas antiguas fotos de los inicios del siglo XX, donde en medio de la belleza arqueológica que aún ofrecía el lugar, ya se apreciaba sensiblemente el expolio arquitectónico del yacimiento. Algo similar al espíritu que actualmente apadrinan ciertos personajillos que viven de nuestra ciudad, expoliándola día a día, sin conciencia ni honestidad alguna, aunque se presuman de lo contrario.
Poco tiempo después, sobre la mitad del siglo XIX, aquellas primeras edificaciones delante de las casas-cuevas, van dando cobijo a una población que se dispersa del Casco Urbano, siguiendo los nuevos ciclos agrícolas del cultivo de cereales, hortalizas y tomateros o plataneras, después de que decayeran los de la caña de azúcar, el de la vid y el nopal, lo que origina una nueva zona al Poniente que viene en llamarse popularmente como Caserones.
Un siglo más tarde, esta nueva zona ha experimentado un importante crecimiento y son sus propios habitantes los que establecen la distinción de Caserones Altos y Caserones Bajos, el primero más cerca de de la Higuera Canaria y Hoya Niebla y el segundo lindando con el primigenio Cendro.
Efemérides
Un día tal como hoy, hace ahora mismo 226 años, es decir el 26 de enero de 1788, el gobierno británico decidió instalar allí un penal, pues la independencia de los E.U.A. impedía el envío de los presos a Virginia. El primer convoy, conducido por Phillip, se instaló en Port Jackson en 1788 y fundó la colonia de Nueva Gales del Sur. En 1825 se constituyó una nueva colonia en Tasmania, ocupada en 1803 con el fin de evitar la instalación de los franceses y, al mismo tiempo, para aislar a los presos políticos irlandeses. No se había demostrado que era una isla hasta que Cook, de 1768 a 1771, exploró las costas de Nueva Zelanda, las de Australia oriental y el estrecho de Torres. En 1770, Cook, a bordo del “Endeavour”, había tomado posesión en Botany Bay del SE de Australia, en nombre del rey de Gran Bretaña.
Anthony van Diemen, que había sido tripulante del “Mauritius” (1619), fue nombrado en 1636 gobernador general de las Indias Orientales, con sede en Batavia (Yakarta, Java). Tenía una gran inquietud descubridora y esperaba añadir el intuido continente austral a los dominios de Holanda. Tasman ascendió de simple marinero y fue adquiriendo rango dentro la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales gracias a sus recursos e inventiva. Cuando contaba 39 años, Van Diemen le encargó la expedición a bordo de la “Heemskerck”, acompañada por el carguero “Zeehaen”. Partió de Yakarta el 14 de agosto de 1642 y recaló en isla Mauricio para aprovisionarse. Se alejó mucho hacia el sur y encontró una zona barrida por los vientos de levante que más tarde los británicos llamarían los “Cuarenta Rugientes”.
El 24 de noviembre de 1642, un día de tiempo despejado en zona habitual de nieblas, descubrió Tasmania, que bautizó como “Tierra de van Diemen”. La rodeó por el sur sin divisar la costa australiana y siguió hacia el este hasta encontrarse con unas extensas tierras elevadas con cumbres montañosas cubiertas por nubes oscuras. Bautizó el lugar Staaten Landt suponiéndolo unido a la costa que habían descubierto Willem Schouten e Isaac Le Maire al sur del Atlántico (1616). Bordeando la costa pasó muy cerca del estrecho de Cook sin descubrir la separación de las dos islas, bordeó el cabo de María van Diemen y se dirigió hacia el noreste. Posteriormente el nombre de la isla se cambiaría por el de Niew Zeeland. Pasó por Tonga y las islas Fidji antes de regresar hacia Java por la conocida ruta del norte de Nueva Guinea.
Se pudiera pensar que es cosa de hace varios siglos, como disculpa del empecinamiento enfermizo vecinal, pero un día tal como hoy, hace tan sólo 93 años, es decir el 26 de enero de 1921, la Delegación de Comercio de Las Palmas de Gran Canaria, eleva una instancia al ministro de Transportes, solicitando que, por parte de la Delegación de Gobierno, se llevara un registro de automóviles en Gran Canaria. A esta solicitud, desde el ministerio se contesta que no podía accederse a lo interesado, sin extenderse en dar ningún tipo de explicación. Las reacciones de protesta no se hicieron esperar, cursándose telegramas a las más altas esferas del Gobierno y todos los medios de comunicación coincidieron en sus duras críticas hacia el político de marras.
Como ejemplo de las injusticias que estaban ocurriendo en la Isla, uno de los automovilistas expuso su caso a la opinión pública. A parecer con fecha 20 de agosto de 1902 este señor solicitó, mediante instancia certificada a Obras Públicas en Tenerife, que su vehículo, importado desde Inglaterra, fuera reconocido para poder circular. Cinco meses después recibe la notificación de Obras Públicas, diciéndole que se había autorizado a un ingeniero de Las Palmas de Gran Canaria para efectuar el reconocimiento del vehículo, advirtiéndole que el informe que emitiera dicho ingeniero, tenía que recibir el visto bueno desde Tenerife. Posiblemente es que desde allí, “la inteligencia” de algunos lumbreras de turno pudieran dirimir sobre el informe pericial.
Siete meses después del informe del ingeniero, es decir, doce meses más tarde de la fecha de compra del vehículo, el sufrido automovilista recibe el permiso para poder circular por las pocas carreteras que en aquellas fechas había en la Isla. Como parte del texto de la notificación, se añadía que, el conductor que utilizara su coche sin estar legalizado oficialmente recibiría fuertes sanciones. Este tipo de abusos cometidos desde la Delegación de Gobierno, ubicada en Tenerife, eran los que no quisieron ser abolidos por el ministro del Gobierno Central. Un claro ejemplo de la ignorancia supina de los señoritingos españoles y sus lacayos chicharreros.
Este tipo de abusos se vinieron cometiendo hacia los ciudadanos de Gran Canaria, tanto por el Gobierno Central en sus diarreas republicanas, como por sus lacayos de la isla picuda mediante las Delegaciones de Gobierno que ilógicamente ostentaron, hasta que “tanto va el cántaro a la fuente que se rompe en el camino” y, eso fue lo que pasó aquel 21 de septiembre de 1927, fecha en la que el General Primo de Rivera, en uno de sus pocos acertados decretos, resuelve otorgar la división provincial a Las Palmas de la de Santa Cruz de Tenerife, hace hoy mismo 86 años, 7 meses y 25 días, acabándosele parte del cuento histórico a los vecinitos de enfrente.
Hasta entonces, aunque el parque automovilístico en la Isla de Gran Canaria, no superaba el millar y las carreteras transitables eran muy pocas, los vetustos vehículos que circulaban lo hacían mayoritariamente sin matriculación alguna, produciéndose muy contadas denuncias por parte de la policía, ya que, las autoridades municipales en toda la isla, no dejaban de comprender el mal uso y abuso de las atribuciones conferidas a aquellos que mediante juramento se comprometieron a la ecuanimidad y la honestidad, actuaciones que seguramente nunca conocieron desde sus oficiales prepotencias.
Después de la creación de la provincia de Las Palmas, a pesar de los pesares y de las protestas de ciertos intelectuales “peces de mala espina”, que querían seguir viviendo del cuento a costillas del resto de los canarios, es cuando se empiezan a matricular los automóviles en nuestra provincia con las siglas de GC-0000.
Ya hoy en día, en lo que a la matriculación de los vehículos se refiere, las siglas identificativas de las provincias, no se emplean, dado que pertenecemos a un registro europeo, pero casi siempre que veo algún vehículo con las siglas GC, me traslado inconscientemente a aquel 16 de abril de 1973, en el que un vehículo marca BMW-2800, matricula GC-66192, derrapó en una curva en el Kilómetro 95 de la carretera nacional de Valencia-Madrid, a la altura del término municipal de Villarrubio (Cuenca).
El chofer del vehículo era el cantante Nino Bravo, quien falleció de un golpe en la cabeza. Muy reconocido por su llamativa voz atenorada, de resonancias líricas. Una voz limpia, rotunda y potente, llena de emotiva fuerza, que expandía al viento aquel estribillo que no ha dejado de escucharse: "Libre / como el sol cuando amanece yo soy libre, / como el mar. / Libre, / como el ave que escapó de su prisión / y puede al fin volar..."
Dejando que la fina lluvia nos bese y con la gena a la espalda, damos por terminada esta intervención, e iniciamos nuestro paseo encaminándonos hacia el Suroeste, concretamente al barrio de San Gregorio, donde buscaremos la calle La Mareta, a fin de conocer algo más sobre esta toponimia y el lugar donde está ubicado el vial, pero bueno, eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Mientras tanto…cuídense.
Sansofé.
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