
Cada Navidad me hago la misma pregunta: ¿dónde nace realmente Jesús hoy? Miro a mí alrededor y veo luces, celebraciones, discursos y tradiciones, pero muchas veces siento que el sentido profundo del nacimiento de Jesús queda oculto detrás de todo. Las ciudades se siguen llenando de luces y las iglesias se organizan en celebraciones solemnes. Sin embargo, en medio de tanto ruido, cabe preguntarnos si todavía somos capaces de escuchar el verdadero sentido de la Navidad: la venida de Jesús al corazón humano.
Cuando leo el Evangelio, descubro que Jesús no nació en medio del poder ni de la comodidad. “Lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lucas 2,7). Ese detalle siempre me interpela: Dios elige llegar sin privilegios, sin estructuras, sin jerarquías que lo legitimen.
Jesús tampoco se apoyó en el poder político o religioso. Él mismo dijo: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18,36). Sin embargo, hoy veo cómo su nombre se usa para justificar intereses, cargos y alianzas que poco tienen que ver con el Evangelio. Y eso me duele.
Yo creo que la verdadera Navidad no ocurre en los templos llenos ni en los actos oficiales, sino en lo profundo del corazón. Jesús lo dijo claramente: “El Reino de Dios está dentro de vosotros” (Lucas 17,21). Cuando dejo que su mensaje me transforme, ahí vuelve a nacer.
También me cuestiono cuando Jesús denuncia una fe solo de apariencia: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mateo 15,8). No quiero una Navidad de palabras bonitas y gestos vacíos; quiero una fe encarnada, coherente, viva.
Jesús no vino a ser servido, sino a servir. “El que quiera ser primero, que sea el servidor de todos” (Marcos 9,35). Celebrar su nacimiento, para mí, significa asumir ese camino: menos poder, más servicio; menos discursos, más amor concreto.
Por eso, esta Navidad deseo apagar algunas luces externas y encender la luz interior. Recordar que “Dios es amor” (1 Juan 4,8) y que Jesús sigue naciendo cada vez que elijo la justicia, la compasión y la sencillez.
Para mí, esa es la Navidad verdadera: cuando Jesús no se queda en el pesebre de una tradición, sino que nace, de verdad, en el corazón. El Reino de Dios comienza dentro de nosotros. Y esa sigue siendo, hoy, la Navidad más auténtica.
¡¡Feliz Navidad!!
Pedro Lorenzo Rodríguez Reyes es integrador social, técnico en Gerontología Social por la Universidad de León y director del CAMP El Tablero.





























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