La borrasca Emilia ha dejado cerca de 300 incidencias a su paso por Telde en sólo dos días. Las copiosas lluvias y los fuertes vientos han hecho desplomarse árboles, vallas, así como cableado eléctrico en el municipio, dejando a varios barrios sin luz.
El Valle de Jinámar ha sido uno de los lugares más castigados de la zona teldense, con la pérdida de arbolado, creación de grandes charcos ocasionados por la falta de un buen sistema de alcantarillado y chapas decorativas que salen volando desde los balcones. Sin embargo, el de este diciembre no es un episodio aislado. En la memoria colectiva, irremediablemente, está la Dana de 2005, también se recuerda el episodio de lluvias torrenciales que durante dos jornadas descargó en Telde en octubre de 2015, causando daños materiales por encima de los 20 millones de euros o, más recientemente, el del 2024, que provocó grandes destrozos en las playas del municipio. Pero en este artículo vamos a rescatar otros episodios menos conocidos y que también se vivieron en la isla. Días de lluvias torrenciales y ventoleras que sufrieron otros vecinos de Telde y que nos recuerda que con el tiempo nunca hay que confiarse.
Fiestas de Jinámar el 15 de diciembre
Si se echa la vista atrás y se recurre a la hemeroteca, se pueden encontrar otros casos de temporales que sacudieron la isla. Por ejemplo, en el año 1878, el periódico La Correspondencia recogía en su ejemplar del día 12 de diciembre que "las muchas y beneficiosas lluvias que han fertilizado nuestros campos" impidieron que el público pudiera celebrar los festejos de la Concepción, de Jinámar. Ante esto, el alcalde, el cura, el Conde de la Vega Grande y vecinos de Telde decidieron que nadie les iba a aguar las fiestas, y que éstas se tenían que celebrar sí o sí, estableciendo, por ello, una nueva fecha: el 15 de diciembre.
Unos meses más tarde, en octubre de 1879, el temporal de agua que sufrió la isla durante varios días arrastró las piedras de las barranqueras y laderas, "formando sobre la vía acarreos de más de 3 metros de altura en algunos parajes", según se puede leer en la noticia del día 28 de La Correspondencia. Los taludes de los desmontes se reblandecieron, otros se cuartearon y cayeron en la vía, lo que provocó que el tránsito de carros y carruajes se viera interrumpido desde primera hora de la mañana. Por ello, los empleados de obras públicas se pusieron enseguida manos a la obra y dejar, así, limpia la vía que, a las 2 de la tarde ya se encontraba abierta.
Pérdida de cosechas de cochinilla en Jinámar
En ese temporal de octubre, en los barrancos de Telde y de Jinámar corría el agua con tanta fuerza y de manera tan abundante que sobrepasaba los respectivos puentes. El articulista destacaba que era "de admirar el esmero con que aquellas obras están construidas, cuando resistieron, sin sufrir el más ligero desperfecto, el inmenso empuje de unas aguas torrenciales de tanta consideración, que arrastraban árboles y grandes piedras, que batían con fuerza de un ariete sus pilas y estribos".
En la cosecha de cochinilla las pérdidas que se produjeron fueron cuantiosas. En las fincas de Telde, Jinámar y Marzagán hubo paredes derribadas, cercados arrastrados a los barrancos y terrenos plantados de nopales que quedaron enterrados bajo los escombros. "Por donde se tiende la vista no se ve más que destrozos que sumirán en la miseria a muchas familias", se podía leer en La Unión Lagunera del 26 de octubre. En su artículo, el periodista incidía en que muchos cultivadores vieron cómo desaparecía, casi por completo, el producto de su esfuerzo y trabajo diario, así como el dinero invertido, "sin que les quede esperanza de reponerse de tanta pérdida".
En la crónica, el propio periodista acaba agradeciendo que durante esos días el temporal sólo fuera de lluvias torrenciales y no viniera acompañado de viento, ya que "si no, tendríamos que lamentar desastres aún mayores".
Calles que se convirtieron en barrancos
"Pocas veces se ha presentado aquí un temporal tan importante como el de anoche". Así comenzaba a relatar Diario de Las Palmas lo acontecido el 12 de abril de 1911 en Gran Canaria. Un horizonte cerrado desde la tarde, un relámpago, un trueno y un no parar de llover. Calles que se convirtieron en auténticos barrancos, el Guiniguada desbordado... Mientras eso ocurría en la capital de la isla, en Telde, junto al puente de Jinámar, las aguas se llevaron 40 metros de carretera. La conexión entre el Sur y la Capital quedó obstaculizada, lo cual era un problema muy grave para la isla. Que el tránsito rodado estuviera interrumpido ocasionaba perjuicios considerables debido a la dificultad para llevar frutos desde los pueblos sureños hasta Las Palmas. Por ello, el ingeniero Orencio Hernández se trasladó hasta ese punto. En el propio puente de Jinámar el temporal había causado también destrozos. Aquél que en 1879 fue digno de admiración por su resistencia, no pudo aguantar la fuerza con la que el líquido elemento lo embistió a principios del siglo XX. Tal vez por eso, (se suele decir: una para saber y otra para aprender), en enero de 1918, ante el nuevo temporal que azotaba la isla, el alcalde de Telde decidió poner unos guardias en el puente de los siete ojos, con la finalidad de "evitar el tránsito ante el temor de que el caudal del barranco lo arrastrara". La Gaceta de Tenerife consideró que se trataba de uno de los temporales más violentos de los últimos años. Vino con lluvia y viento fuerte que provocó averías de importancia en la red del alumbrado eléctrico de Las Palmas, mientras que en el municipio de Telde derribó numerosos árboles y algunas techumbres.
Jinámar, de nuevo, se llevó su parte. En esta ocasión, el viento dejó al pago con unos cuantos árboles menos. En Ojos de Garza, cayó la torre elevadora de agua de don Tito Gómez y torres metálicas de molinos se derrumbaron en ese mismo lugar y en Salinetas.
Una población acostumbrada a las adversidades
Lluvias torrenciales, vientos huracanados, días de calima, plagas de langosta... A lo largo de la historia la población canaria se ha ido acostumbrando a convivir con los fenómenos meteorológicos adversos y las dificultades que, constantemente, se le ponen a su paso. Tanto es así, que en el Archivo Municipal de Las Palmas de Gran Canaria hay un fondo documental denominado Calamidades, por todas las desgracias a las que ha tenido que hacer frente la ciudadanía.
Desde que en el siglo XIX unas lluvias hicieran modificar la fecha de celebración de las fiestas de Jinámar, hasta la declaración de zona catastrófica en 2015, pasando por la caída de la torre elevadora de agua en Ojos de Garza en 1918, vemos que Telde viene sufriendo temporales con bastante frecuencia. A tenor de lo consultado, la caída de árboles es lo que más se suele producir, sobre todo en el lugar que vio nacer a José Tejera, por lo que, como en el caso del alcalde teldense, habrá que tomar nota y aprender de los errores para no seguir perdiendo ejemplares. Que las palabras sea lo único que se lleve el viento.








Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.187