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Domingo, 14 de Diciembre de 2025

Actualizada Domingo, 14 de Diciembre de 2025 a las 20:46:04 horas

Desde la acera de enfrente

Los Derechos Humanos en la encrucijada actual

Reflexión del exconcejal socialista Gregorio Viera

GREGORIO VIERA VEGA Domingo, 14 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Domingo, 14 de Diciembre de 2025 a las 17:15:29 horas

Cada 10 de diciembre, el mundo se detiene para conmemorar un acontecimiento de trascendental importancia. Esta fecha no representa una simple celebración, sino un recordatorio imperativo: el 10 de diciembre de 1948, tras las devastadoras consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad suscribió su compromiso más ambicioso: la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Setenta y siete años después, este documento, concebido como un faro de esperanza, parece enfrentarse a desafíos cada vez más complejos.  Nos encontramos en una encrucijada: ¿estamos edificando, con diligencia y constancia, el muro que salvaguarde la dignidad de toda la humanidad, o somos testigos del progresivo deterioro de este fundamento esencial?

 

El balance de la situación es desigual. Por un lado, hemos presenciado la caída de muros de opresión, la promulgación de leyes que consagran la igualdad y el surgimiento de una sociedad civil global más interconectada que nunca. Por otro lado, nuevos muros –tanto físicos como digitales– se erigen con el propósito de excluir; conflictos olvidados continúan cobrando vidas, y la desigualdad económica persiste como una herida abierta. El derecho a la vida y a la seguridad, la base sobre la cual se sustentan todos los demás derechos, sigue siendo una quimera para millones de personas atrapadas en zonas de conflicto.

 

El Día de los Derechos Humanos no solo nos invita a reflexionar sobre la situación global, sino también a examinar nuestra propia conducta. La promesa formulada en 1948 no se materializa únicamente a través de las acciones de los gobiernos en salones remotos; se concreta mediante la participación activa de ciudadanos que denuncian los abusos, maestros que inculcan el respeto, jóvenes que exigen justicia climática y comunidades que acogen a la diversidad. En un mundo saturado de declaraciones solemnes, tratados internacionales y discursos institucionales, los derechos humanos continúan siendo, paradójicamente, una de las promesas más incumplidas de la historia contemporánea. 


 
Si bien el lenguaje de los derechos humanos es ampliamente reconocido y forma parte del imaginario colectivo, su implementación efectiva se encuentra en constante tensión con intereses políticos, desigualdades económicas y dinámicas de poder que, recurrentemente, relegan la dignidad humana a un plano secundario.  Los derechos humanos, lejos de ser un concepto estático, han evolucionado en paralelo al desarrollo de las sociedades, reflejando luchas, rupturas y contradicciones inherentes a la condición humana.  A pesar de ello, en el siglo XXI, persisten vulneraciones sistemáticas de los derechos humanos, incluso en naciones que se presentan como sus principales defensores.

 

Más de siete décadas después de su consagración, el contraste entre el ideal de los derechos humanos y la realidad global resulta evidente. El principio de universalidad, por ejemplo, se ve cuestionado por prácticas estatales que discriminan a grupos étnicos, migrantes, minorías sexuales o comunidades empobrecidas. La inalienabilidad de los derechos se relativiza cuando gobiernos justifican abusos en nombre de la seguridad nacional.  Asimismo, la interdependencia entre derechos se ve comprometida cuando la pobreza impide el ejercicio de libertades básicas, o cuando la censura impide la denuncia de injusticias sociales.  Si bien los derechos humanos se presentan como sólidos en el ámbito teórico, su implementación resulta profundamente frágil.

 

Un análisis crítico de los derechos humanos no puede obviar un hecho incómodo: numerosos Estados defienden los derechos humanos en el ámbito internacional mientras los vulneran en el ámbito nacional. Las potencias globales suelen utilizar el discurso de los derechos humanos como herramienta diplomática, mientras mantienen alianzas con gobiernos autoritarios o intervienen militarmente en regiones estratégicas. La selectividad en la denuncia, motivada por intereses económicos o políticos, menoscaba la credibilidad del sistema internacional y propicia el escepticismo ciudadano.  Asimismo, las instituciones encargadas de la protección de los derechos humanos se enfrentan a limitaciones significativas.  

 

El mundo contemporáneo requiere una menor solemnidad institucional y una mayor voluntad política. La dignidad humana no debería estar condicionada por el territorio de nacimiento, la identidad asumida o los intereses en juego. Mientras persista dicha desigualdad estructural, los derechos humanos continuarán siendo, como se ha afirmado en numerosas ocasiones, un lenguaje de esperanza en un contexto de contradicciones.  Sin embargo, y sobre todo, constituyen un campo de batalla donde la pasividad nunca ha sido una opción viable...,desde la acera de enfrente.

 

Gregorio Viera Vega fue concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Telde.

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