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Miércoles, 10 de Diciembre de 2025

Actualizada Martes, 09 de Diciembre de 2025 a las 23:17:20 horas

Opinión

Para mi querido amigo

José Trujillo

JOSÉ TRUJILLO ARTILES 1 Martes, 09 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Martes, 09 de Diciembre de 2025 a las 19:33:14 horas

Para mi querido amigo Manuel Jiménez Alemán, biznieto del invicto Matías Jiménez, y heredero, en silencio,
de esa misma fuerza que nace de la arena.

 

Manuel, en estos días difíciles, quiero recordarte algo que tal vez tú mismo olvidas:

Que vienes de una estirpe de hombres que nunca retrocedieron.

 

Hombres que, como tu bisabuelo, entraban en el terrero con respeto, con coraje y con la dignidad de quien sabe que la verdadera grandeza no está en no caer, sino en levantarse.

 

La vida, a veces, nos empuja igual que aquellos viejos titanes de la lucha.

 

Nos aprieta, nos pone a prueba, nos exige más de lo que parece posible.

 

Y aun así —como hacía tu bisabuelo— uno encuentra dentro de sí una fuerza que no se explica, pero que se siente.

 

Esa fuerza la tienes tú.
La llevas en la sangre,
en el carácter,
en la manera serena con la que debes afrontar las cosas,
incluso cuando crees que no la vas a superar.
Por eso, hoy más que nunca,
quiero que recuerdes que no estás solo.

 

Que, igual que en los terreros de antaño, hay un círculo de gente que te rodea, que te alienta, que te sostiene entre ellos tu esposa e hijos además de tus hermanos y todos los que te apreciamos.


Y que yo estoy entre ellos, orgulloso de llamarte amigo.

 

Que la memoria del invicto te acompañe,
pero que también te acompañe en el esfuerzo de los días venideros.

 

Con todo mi afecto,
y con la esperanza firme
de que este momento difícil pasará.

 

Voy a pasar estos días unas narraciones de tu bisabuelo

Esta es la primera 

 

Matías Jiménez: El invicto
Relato histórico

A finales del siglo XIX, cuando la lucha canaria era mucho más que un deporte —era rito, herencia y orgullo de cada pueblo— surgió en Gran Canaria una figura que pronto se elevaría sobre el resto: Matías Jiménez, natural de Telde y considerado, incluso en vida, un prodigio sin igual. Su nombre, repetido de terrero en terrero, se convirtió en sinónimo de fuerza, rectitud y dominio absoluto.

 

En aquellos tiempos la rivalidad entre pueblos y comarcas encontraba en la lucha su cauce natural. No había fiesta, romería ni celebración que no culminara con hombres descalzos entrando en la arena, mientras el pueblo, apiñado en torno al círculo de tierra, aguardaba el choque de los titanes.

 

Fue en ese ambiente donde nació el episodio que más contribuyó a agrandar la leyenda: el desafío entre Matías Jiménez y el Pollo de Tenoya.

 

El desafío

La fama del teldense había llegado a oídos de don Nicolás Lezcano, hombre influyente y decidido a encontrar a alguien que pudiera detener, aunque fuera por un instante, el ascenso imparable del invicto. Su elección recayó en un joven de Tenoya, un luchador de porte imponente, conocido simplemente como el Pollo de Tenoya.

 

El encuentro se concertó en un potrero acondicionado como terrero. El día fijado, el de Tenoya llegó en una tartana adornada como en las grandes solemnidades, seguido por un cortejo de amigos, curiosos y seguidores. El ambiente era tan intenso que los presentes evocaban años después la sensación de asistir a algo irrepetible.

 

Cuando ambos hombres, altos y hercúleos, se enfrentaron bajo la luz del mediodía, el murmullo se transformó en un silencio expectante.

 

Con el “¡ya!” del juez comenzó la primera agarrada. Hubo un movimiento rápido, una duda, un gesto que nadie logró descifrar del todo. Algunos juraron que el tenoyense había empleado una “mano a la espalda”, una artimaña prohibida. Otros lo negaron. Lo cierto es que ganó la primera caída, y la noticia corrió como un relámpago entre los presentes.

 

En la pausa, según cuenta la tradición, Matías se acercó al joven rival y, mirándolo con calma, le advirtió:

—Agarre con nobleza y con lealtad. En la lucha es de hombre caer, pero el que usa malas mañas deja de serlo.

 

La segunda, tercera y cuarta agarrada fueron todas para Matías. En la última, el Pollo de Tenoya resistió con valentía, pero el empuje del teldense acabó por doblegarlo. Se dice que dos costillas cedieron en aquel forcejeo final. Tras ese día, el tenoyense no volvió a pisar un terrero.

 

El único rival a su altura

Entre todos los luchadores que se enfrentaron a Matías, uno solo logró acercarse a su talla: 

Salvador Nuez, miembro de una familia establecida en torno a la Catedral de Las Palmas. Nuez, hombre de fuerza célebre, logró en dos ocasiones agarrarse con el invicto, hazaña que ninguno más repitió.


En una de sus luchas más recordadas, don Carlos Navarro Ruiz —entusiasta seguidor de Matías— dio la espalda al terrero para no presenciar la caída de ninguno de los dos. Tal era la consideración que ambos campeones inspiraban.

 

El peso del olvido

Con el paso de las décadas, y a pesar de los testimonios periodísticos de su tiempo, la figura de Matías Jiménez fue desdibujándose en la memoria colectiva. En 1984, cuando se preparaba en Tenerife una luchada con motivo del Día de Canarias, su nombre quedó inexplicablemente fuera de la selección de luchadores que recibirían homenaje. La decisión provocó sorpresa e indignación entre los entendidos, que recordaron que ningún luchador en la historia había mantenido una trayectoria invicta como la de Matías, ni había dominado los terreros del Archipiélago desde la década de 1870 hasta comienzos del siglo XX con semejante superioridad.

 

Tampoco se entendió que un evento de tanto significado se celebrase en una plaza de toros, obviando escenarios históricos como Tegueste, La Laguna, Telde o Arucas. En Las Palmas, donde la lucha formó parte del espíritu que alimentó el primer autonomismo canario, (éste echo en concreto nació la autonomía de la actual Federación de Lucha Canaria con sus Estatutos y Reglamentos has tan el día de hoy y que perdure en el tiempo) el desaire se sintió todavía más profundo.

 

Epílogo

Hoy, la figura de Matías Jiménez permanece envuelta en el aura de los grandes mitos insulares: hombres que, con su fuerza y nobleza, dieron forma a una tradición que es parte esencial de la identidad de Canarias. Su nombre, rescatado por cronistas como Pardelera publicado Canarias7, miércoles 30 de mayo de 1984. Murmurado aún en los círculos más viejos de la lucha, pertenece a esa casta de héroes que no dependen del tiempo para existir.

 

Porque mientras exista la lucha canaria, la arena seguirá recordando al invicto.

 

José Trujillo Artiles, Barranquera IV, exluchador.

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