
La tarde del pasado domingo 7 de diciembre comenzó desangelada. Son muy pocas las personas que concurren a las 6 por los alrededores de la plaza de Jinámar. Los cochitos apenas empiezan a ponerse en marcha y los puestos de comida están a medio gas. Unos pocos vendedores de turrón se dejan ver en las proximidades de la Iglesia, por donde también concurre personal de Salva-Emer, quien cuenta con 3 personas para velar por la salud del público durante toda la tarde-noche. Y llegados a la confluencia de la carretera principal con la calle Granada, sólo un puesto de caña dulce recibe a los visitantes.
Ángel José Álvarez Pérez mantiene viva la tradición de la venta de la caña en Jinámar, pero lo hace “como favor. Yo no me dedico a esto”, afirma. Es “nacido y criado” en el pueblo, su abuelo y sus tíos maternos se dedicaban a vender este producto y él acompañaba desde que tenía 8 años, ahora cuenta con 53. “Pero yo esto lo hago como afición. Supone mucho trabajo, mucho gasto de agua…” Su cultivo procede de la propia localidad, lo produce en una zona próxima al CC Las Terrazas, el cual riega con agua que le llega directamente de la cumbre. “¿Pero tú sabes cuánta agua se puede llevar una caña que te termina alcanzando hasta 4 metros?”
Nostalgia del pasado
Ángel José no sólo lleva caña de azúcar. También vende frutas: naranjas procedentes de Pozo Izquierdo, aguacates del Barranco de Telde, plátanos de Sardina de Gáldar, entre otras. Echándole una mano se encuentra Juan Sosa. El señor, de 77 años, recuerda que “en los buenos tiempos”, cuando la carretera era de tierra, se llegaban a montar hasta 50 puestos de caña dulce. “¡Se traía hasta de Mogán! Estaba esto llenísimo”, apunta Ángel. Al joven se le iluminan los ojos cuando habla de Paco Torres, los Barranquera y los Machango. “A esta fiesta venía caña del Caracol, incluso un hombre de La Palma que se ponía a hacer zumo con ella”. Preguntado por las tradiciones que se siguen manteniendo, cuenta que hay personas que le traen un trocito de caña seca del año anterior y lo cambian por uno nuevo. “También hay quien se lleva doce nudos, uno por mes, y lo pone detrás de la puerta. Dicen que da suerte”.
Actualidad
Este domingo, tanto Álvarez como Sosa se mostraban apesadumbrados. Coincidían en que la fiesta estaba desangelada. La carretera principal, que hace años se cortaba por el cruce de Marzagán, ahora tenía las vallas a una altura mucho más próxima a la plaza. Sólo dos puestos de artesanía, uno de juguetes y otro de productos del país, junto a un turronero, ocupaban el lugar. Según Juan Sosa, uno de los motivos que afectan a que la afluencia sea menor que antaño es la creación del polígono. “Desde que hicieron los bloques esto ha ido a menos. La gente tiene miedo. Anoche mismo, cuando se acabó la música hubo una trifulca. ¿Qué necesidad tiene la gente mayor de estar con esas cosas? Y aquí no ves un guardia. La policía sólo aparece cuando la llaman porque está pasando algo. Tiene que haber presencia policial. Si tú ves a una pareja de policía, da respeto”.
A partir de las 20:30 horas, el público fue aumentando. Los asistentes se concentraron en las inmediaciones de la plaza, pues tenía lugar el II Encuentro con las tradiciones culturales y populares Xinámar. Las sillas de plástico blanco, colocadas en el interior del recinto, miraban hacia el escenario colocado en dirección al Bar Rivero. Sin darse cuenta, los asistentes a un encuentro con las tradiciones daban la espalda a la tradición que da identidad y sabor a la fiesta de Jinámar. Ahora mismo, el puesto de Ángel es el único que queda en las fiestas de la Caña dulce. Si él no vuelve, ¿quién va a vender caña en las fiestas de Jinámar?













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