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Martes, 25 de Noviembre de 2025

Actualizada Martes, 25 de Noviembre de 2025 a las 15:33:38 horas

Colaboración

Contra la 'des-almación' y por la dignidad humana

Palmira Déniz

PALMIRA DÉNIZ Martes, 25 de Noviembre de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Martes, 25 de Noviembre de 2025 a las 07:21:59 horas

Una vez un amigo me dijo que existían personas “desalmadas”. En aquel momento asentí, pensando en quienes actúan con crueldad o indiferencia. Pero con el paso del tiempo comprendí que no hablaba solo de personas crueles, inhumanas o carentes de compasión, que también, pero era algo más profundo, personas des-almadas, aquellas que han perdido el alma que nos conecta con la verdadera esencia del ser humano. Cada día vemos más individuos que se han ido des-almando, desconectándose de la bondad, del sentido común, de la[Img #1054504] generosidad y, sobre todo, del amor. Y es profundamente triste observar cómo alguien libre termina convirtiéndose en prisionero del odio y del temor. Porque el odio no es otra cosa que miedo: miedo a lo diferente, al otro y a la otra, miedo a sentir y a ser.

 

En los tiempos que vivimos, pareciera que los grandes desafíos de la humanidad se han reducido a lo más básico, a aquello que creíamos superado. Sin embargo, los Derechos Humanos, pilares fundamentales de toda sociedad democrática, siguen siendo la esencia de nuestra existencia y, paradójicamente, el principal campo de batalla de nuestra contemporaneidad. La vida humana —en todas sus dimensiones— constituye el valor supremo; incluso el ego individual, desmedido y exacerbado, se manifiesta en cada espacio de nuestra cotidianidad, erosionando los principios de honestidad, respeto, verdad y conciencia.

 

El reconocimiento del otro y de la otra, especialmente de quienes se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad —niños, niñas, personas migrantes, personas mayores, mujeres (mujeres mayores que han sufrido violencia a lo largo de su vida, por el hecho de ser mujeres,  mujeres migrantes, mujeres víctimas de la trata de seres humanos con fines de explotación sexual y de delitos relacionados con mujeres prostituidas, mujeres que han sufrido violencia sexual, mujeres en los contextos de guerra, jóvenes que sufren acoso y bulling, matrimonios forzados)— se ha visto comprometido por discursos que instrumentalizan la inocencia, quebrantan la esperanza y debilitan la honestidad social. Cada violación a la dignidad humana fractura el tejido social, instalando como norma la desigualdad, la mentira y la injusticia.

 

La vida no se limita a los seres humanos: abarca también la naturaleza, ese entramado de ecosistemas que nos sostiene. Incluso quienes actúan con desprecio hacia la justicia y el bien común dependen de la vida que ellos mismos amenazan. Así como la degradación ambiental produce heridas profundas, también lo hace la violencia estructural, simbólica y directa contra las mujeres. Ambas vulneraciones —contra la naturaleza y contra los cuerpos— nacen del mismo origen: la des-almación.

 

Cada día nos enfrentamos a noticias más atroces que la anterior: derechos conquistados con esfuerzo histórico son cuestionados o negados por discursos populistas que rechazan la igualdad, la inclusión y la diversidad como valores esenciales de una sociedad democrática y plural. La ironía de nuestro tiempo es que el neoliberalismo más extremo pretende destruir precisamente aquello que lo sostiene: una sociedad con acceso a consumo, trabajo, cuidados y oportunidades. Sin ese equilibrio, sin derechos que protejan la vida en todas sus formas, no hay bienestar posible.

 

En este contexto, los derechos de las mujeres constituyen un eje central de resistencia y de avance civilizatorio. La igualdad, la libertad y la autonomía de las mujeres no son concesiones; son obligaciones éticas y jurídicas respaldadas por instrumentos como la CEDAW y por los estándares de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Cualquier intento de revertir estos avances no es solo un retroceso social, sino un ataque directo a la dignidad humana y al equilibrio que sostiene la vida.

 

Frente a este escenario, ni el populismo ni las políticas regresivas podrán derrotar la esperanza, la generosidad, la empatía y el sentido de justicia que sostienen nuestra convivencia. Desde la defensa de los Derechos Humanos —de la vida humana y de la naturaleza— debemos seguir trabajando por la igualdad sustantiva, por la justicia social y por un entorno seguro para todas las mujeres, para todas las personas.

 

Porque cuando existe un verdadero estado del bienestar, todos y todas ganamos: incluso quienes viven obsesionados con el mercado que tanto dicen defender. Un estado del bienestar no obliga, protege. Garantiza libertad, seguridad y dignidad para decidir. Nos protege a quienes queremos ejercer nuestros derechos y también a quienes aún no comprenden su valor.

 

La pobreza más profunda no es económica: es la pobreza que emana de la pérdida del sentido común, de la falta de empatía, de vivir des-almado. En este 25N recordamos que la violencia contra las mujeres, los niños y niñas es una expresión extrema de esa des-almación colectiva. Y afirmamos, con claridad y firmeza, que recuperar el alma es recuperar la humanidad.

 

Palmira Deniz Verona es abogada y  secretaria de Igualdad y Diversidad de Nueva Canarias-Bloque Canarista de Telde.

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