Luz Marina Delgado y Saro Mahmud, dos de las artíficies de la vitalidad social y cultural de El Tabaibal/Antonio Alí.En un municipio donde las grandes sociedades de antaño fueron apagándose una tras otra, El Tabaibal se ha convertido —por mérito y constancia— en la última gran casa viva del tejido social y cultural de Telde. Mientras nombres ilustres como La Fraternidad, La Diversión o hasta el histórico Casino de Telde se diluyeron en la memoria colectiva, la Sociedad de Cultura y Recreo El Tabaibal celebró este sábado un siglo de vida, no como un acto de nostalgia, sino como la confirmación de una vigencia que pocas entidades en la isla pueden reivindicar con tanta autoridad. Ahí radica su excepcionalidad.
En un tiempo en que las asociaciones vecinales languidecen, las sociedades recreativas desaparecen, las comisiones festivas se agotan y la vida comunitaria se atomiza, El Tabaibal ha logrado lo que parecía imposible: mantener y reforzar un proyecto colectivo activo y atractivo, capaz de generar actividad cultural continua durante los 365 días del año.
Una trayectoria que explica un presente sólido
Fundado en 1925, El Tabaibal nació como aquel tipo de sociedad que articulaba la vida social de los barrios: bailes, tertulias, juegos de mesa, celebraciones, cultura y convivencia. A diferencia de tantas otras que se quedaron en el recuerdo, supo mantener viva la estructura emocional del barrio de San Antonio y de varias generaciones de teldenses.
El Tabaibal sobrevivió a cambios políticos, a crisis económicas, al declive de los espacios recreativos tradicionales y al desplazamiento de la vida social hacia lo digital. No cayó en inactividad, no se dejó arrastrar hacia la melancolía y no se resignó a ser un vestigio. Todo lo contrario: renació. Hoy, su sede no es solo un edificio. Es un latido donde conviven mayores, jóvenes como Saro Mahmud y personas entusiastas como Luz Marina Delgado, que reman en armonía para darle vitalidad a esta centenaria sociedad.
El papel actual: un referente cultural donde otros desaparecieron
Mientras La Fraternidad cerró, La Diversión desapareció y El Casino de Telde pasó de ser un símbolo a una sombra, El Tabaibal ha logrado convertirse, desde el barrio de San Antonio, en la sociedad recreativa y cultural más dinámica de todo el municipio.
Este centenario llega en un momento de plena actividad: concursos literarios, bailes sociales, encuentros culturales, actividades formativas, propuestas musicales, actos festivos y y una programación viva que supera, en muchos casos, a la de instituciones mucho más grandes.
El Tabaibal demuestra que la cultura no depende solo de presupuestos, sino de voluntad, constancia y una comunidad que cree en sí misma.
La fuerza de las personas: el secreto de un éxito ininterrumpido
La clave del actual esplendor de El Tabaibal reside en la energía de sus directivos, colaboradores y socios. Un equipo que ha entendido que las sociedades recreativas solo perviven si se abren, se renuevan y se adaptan.
Si La Fraternidad o La Diversión fueron gigantes de su tiempo, El Tabaibal es el ejemplo de que una sociedad solo se sostiene en el siglo XXI si apuesta por la creatividad, la participación y la cercanía.
Hoy es la única entidad que puede presumir de programación estable, relevo generacional activo, gestión moderna, apertura real al barrio y y una comisión de eventos que trabaja semana a semana con un empeño pocas veces visto.
Un patrimonio vivo que Telde debe proteger
El Tabaibal no es solo una sociedad. Es un patrimonio cultural, social y emocional de Telde.Es una prueba de que, incluso cuando la vida comunitaria parece en retroceso, aún hay espacios que resisten, que crecen y que demuestran lo mucho que puede lograrse desde la raíz del barrio.
Este centenario no debe celebrarse como un cierre de etapa, sino como un compromiso renovado: Telde no puede permitirse perder a El Tabaibal, porque sería perder parte de su identidad más profunda. En un municipio que ha visto apagarse demasiadas luces culturales, esta sociedad resiste como la última lámpara encendida.
Y, por el bien del presente y del futuro cultural de la ciudad, debemos asegurarnos de que siga brillando durante otros cien años.





















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