
Cuando los peces se multiplican después de muertos
Dedicado a los títeres que se mueven al aire de quien maneja sus hilos. Por la repulsión que provocan como representantes del pueblo a toda la ciudadanía.
Hoy es veinte de noviembre del año en curso. Melenara amanece, como las últimas semanas cerrada porque así lo decide alguien, sin dar ninguna explicación. Leo, una vez más el letrero que hay en Melenara, Salinetas, Ojos de Garza, Aguadulce y Tufia: ¡¡Atención!! playa temporalmente cerrada.
Atención, si se fijan bien, tiene doble admiración, lo que pretende es señalarnos que hay que fijarse muy bien, es
una Atención muy especial.
Yo, que saben soy muy dado a consultar el diccionario de la Real Academia, indagué para ver si estaba bien utilizado el signo de la doble admiración y sí, es correcto, se puede utilizar doble o triple signo cuando queremos a la expresión exclamativa dar un mayor énfasis.
Y así, aunque yo entendía que ¡¡Atención!! lo escribían de tal modo porque un signo de admiración era para hacerlo más llamativo y el segundo para apercibir a la ciudadanía, diciéndoles: Cuídense ustedes que nosotros no lo haremos, veo que estaba en un error, sólo se refiere a un mayor énfasis.
Así pues, cuando los vecinos de todas estas playas, los usuarios de las mismas y todos los que utilizamos la costa grancanaria para disfrute, recreo y salud, nos refiramos a las jaulas marinas que han hipotecado nuestras aguas, nuestras playas y echado a perder nuestros fondos marinos, tendremos que escribir :¡¡¡¡¡¡Jaulas Marinas, no!!!!!!, con la idea de dar el mayor énfasis posible y que entonces, todos los irresponsables políticos que tienen algo que decir en esta cuestión y nada dicen -no sé si es porque saben demasiado y no conviene decirlo o es porque su nivel intelectual está al nivel de sus declaraciones en todos los medios de comunicación- nos escuchen de una hetaira -utilícese para este caso un sinónimo más vulgar- vez.
El caso es que, más allá del enfado que provoca tanta incompetencia, de lo inútiles que pueden llegar a ser quienes tienen la obligación de encargarse de la protección de nuestras costas, me sorprendí en la prensa diaria con un milagro reciente.
Lo leí varias veces pues no daba crédito al mismo. En pleno siglo veintiuno, en una costa llena de basura pues nos tienen prohibido el baño, alguien, simulando a Nuestro Señor, realiza el milagro de la multiplicación de los peces.
Tal cual. Sé que les sorprende, pero yo tampoco podía creerlo.
Les recuerdo el milagro original. Jesús se encontró con una muchedumbre de unos cinco mil hombres que le seguían -quiero pensar que también había mujeres y niños aunque no los nombren los evangelistas-, y ante la insistencia del Maestro en que les dieran de comer, los discípulos no tenían para repartir más que cinco panes y dos peces. Pues bien, no sólo alimentaron a la muchedumbre sino que al final recogieron los alimentos sobrantes y llenaron doce cestas.
¡Qué pasada de milagro! Desde pequeño me sorprendió hasta tal punto que yo pensaba, para que esto sucediese, tenían que ser magos, esos que te enseñan una moneda y aparecen dos en sus manos, o sacan una paloma de su chistera y luego otra y otra… Pues así elucubraba yo, un discípulo le entregaba un pez a uno de la muchedumbre y en la mano le aparecían dos y así hasta los cinco mil. ¡Increíble! Bueno, increíble no, ¡Milagro!
Recogen este milagro los cuatro evangelistas: Mateo, Lucas, Marcos y Juan con escasas diferencias en su narración.
Cuando les cuente el milagro actual, observarán que esto se puede mejorar. Me gusta estar al día con los temas que me interesan. Sigo al detalle las “cuantiosas” pérdidas que ha sufrido la empresa que explota las granjas marinas. No es porqué me dé pena, más bien me da coraje. Y mucho más cuando es un presidente del Cabildo quien en este proceso de contaminación que afecta a todo el pueblo canario, declara públicamente, en un medio de comunicación, que lo que le preocupa son las pérdidas de la empresa. Faltaba más.
Como pueden suponer nadie tiene en cuenta las incalculables pérdidas de la gente por tanta improvisación, por tanto daño, por tanto descuido, por tanta falta de planes de emergencia, por tanta falta de planes de contingencia, por tanta mentira, por tanto silencio y por tanta vergüenza.
Pérdidas de salud pues cientos de personas utilizaban la costa para pasear y bañarse, como terapia curativa saludable fuera de la farmacopea oficial, una terapia natural y gratuita recomendada por médicos y especialistas.
Pérdida de salud de todos los que han enfermado a causa de una contaminación que cogió de sorpresa a los ciudadanos residentes, a los bañistas, a los que hacían deporte, a los nadadores, víctimas todas ellas de la ausencia de la vigilancia continua que sobre una instalación contaminante como son las jaulas marinas, deberían llevar las autoridades responsables, sobre la calidad de las aguas de la costa, sobre la pérdida de biodiversidad en el entorno inmediato, sobre la contaminación de los fondos marinos, una vigilancia sistemática que deberían hacer pues es su responsabilidad. Por eso enerva a la ciudadanía que exista tanto inútil que no cumple con sus servicios públicos de control de estas granjas, que no sabe y no contesta, que se le supone que existe pero no está. Y así las cosas, sin alerta temprana, decenas de personas tuvieron que sufrir otitis y otras infecciones auditivas, sufrir infecciones dermatológicas, sufrir diarreas, vómitos, infecciones respiratorias, infecciones urinarias, etc., etc.
¡Qué rabia y qué vergüenza! ¡Qué asco de gobernantes!
Estas sí son pérdidas no valoradas en dinero pues sencillamente, no pueden ajustarse a un simple cálculo monetario. No lo son, sin embargo, las que manifiestan los tahúres que juegan con la salud de los demás, contaminando sus playas y fondos marinos en beneficio propio.
Pero vayamos al milagro reciente:
En primer lugar, hace un mes, había una mortandad masiva de lubinas. Como la información es inexistente porque las autoridades no ejercen el papel de control de la muerte masiva y no informan a la gente, lo cual es peor, yo pensé como muchas otras personas que se trataba de unos miles de lubinas, es decir dos, tres, cuatro mil lubinas. Eran datos verbales de pescadores y gente cercana al muelle de Taliarte. Si las multiplicamos por dos kilos que son lo que alcanzan en su máximo desarrollo, nos da en este primer cálculo de mortandad, en la más holgada de las hipótesis, ocho mil kilos de lubinas muertas, es decir ocho toneladas.
Pasaron los días, el silencio continuó y los únicos que decían algo eran los portavoces de la empresa concesionaria de las granjas.
No dijeron nada de lo que pasaba, ¡faltaría más! Tenían claro la aplicación del refrán “Por la boca muere el pez” y nada dijeron de la contaminación, nada más allá de un supuesto vertido que les dejaba a ellos fuera del problema y además había que ir al relato de pérdidas, es decir que la matanza les había supuesto un daño terrible. Ahora ya había quinientas toneladas de lubinas muertas, es decir quinientos mil kilos. Se veía ya que el milagro se estaba produciendo en pocos días, apenas un par de semanas, se había multiplicado por sesenta la cifra de las lubinas muertas. Pero el milagro no había terminado. Sin nadie responsabilizarse del daño producido por la contaminación de tantos peces muertos -eso eran daños colaterales que a ellos les importaban y les importan un pimiento-, la empresa ha multiplicado por tres la cifra dada y ahora son mil quinientas toneladas de lubinas muertas -a ver si la aseguradora traga o lo pagan los ciudadanos por el supuesto vertido-, es decir un millón y medio de peces.
Pasar de unidades a miles era hasta ahora un milagro exclusivo de Nuestro Señor, pero ya ven ustedes, se puede mejorar los datos del Maestro pasando de miles a millones.
Lo que me avergüenza de todo esto es que estos datos no estén contrastados ya que las cantidades sólo las da y las controla la empresa, que no se tenga un control riguroso de las cantidades depositadas en vertedero, de que desconozcamos cuantas toneladas de peces muertos quedaron flotando sobre el agua o dentro de las jaulas, contaminando toda la costa de Gran Canaria, lo que me averguenza es que desconozca la ciudadanía si el volumen tan enorme de pérdidas que plantean los empresarios guarda proporción con los datos regulares de producción y con los datos fiscales que dispone la Hacienda Pública sobre tan suculentos beneficios.
Lo que me averguenza es que sea yo, un ciudadano residente canario que frecuenta las playas teldenses quien tenga que hacer estas preguntas y que aún ninguna institución canaria, es decir quienes nos representan, haya iniciado una reclamación judicial basada en los daños morales, daños sanitarios y pérdidas económicas sufridas por toda la ciudadanía, tanto como usuarios como empresarios de la restauración, alquileres, hoteles, viviendas turísticas, etc.
A lo mejor, las instituciones son tremendamente eficaces y nos tienen a todos engañados y todo esto que yo digo ya lo conocen. Si fuera así, yo diría como en la película: “Nadie sabe nada”
José Manuel Espiño Meilán, amante de los caminos y de la vida. Lector, escritor y educador ambiental.









Canario64 | Viernes, 21 de Noviembre de 2025 a las 16:07:44 horas
Muy cierto, a mas de un mes de los primeros episodios de mal olor, en la costa, mas notorio por los días de calma del alisio y las mareas bajas y aun no se tiene claro o no lo quieren decir, que es lo qie ha ocurrido y las causas de tal enorme contaminación, alguien no ha actuado con diligencia y responsabilidad para averiguar que ha ocurrido. Y a saber las posibles consecuencias en las personas y en el medio. Lamentable esta dejadez!!
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