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Domingo, 16 de Noviembre de 2025

Actualizada Domingo, 16 de Noviembre de 2025 a las 20:41:59 horas

Desde la acera del frente

Masculinidades

Reflexión de Gregorio Viera, exconcejal socialista

GREGORIO VIERA VEGA Domingo, 16 de Noviembre de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Domingo, 16 de Noviembre de 2025 a las 13:07:14 horas

Durante siglos, la masculinidad se ha construido sobre pilares aparentemente inquebrantables: la fortaleza física, la provisión económica, la represión emocional y el dominio en lo público.  Este modelo, único, rígido y, para muchos, asfixiante, ha experimentado una profunda transformación debido al auge de las nuevas corrientes feministas.  Estas corrientes han actuado como un terremoto cultural, sacudiendo los cimientos tradicionales de la masculinidad y forzando una revisión exhaustiva de lo que significa “ser hombre” en la actualidad. Lejos de constituir una amenaza, este fenómeno representa una oportunidad histórica para liberar a los hombres de las restricciones del patriarcado y construir masculinidades más auténticas, diversas y saludables.

 

En los últimos años, hemos asistido a la deconstrucción de los privilegios. El feminismo ha visibilizado cómo ciertos comportamientos, tradicionalmente “normalizados” (como la interrupción constante o la carga mental desigual), se sustentan en un desequilibrio de poder. Para muchos hombres, este proceso ha implicado un momento de incomodidad y reflexión necesaria.  Asimismo, el cuestionamiento de la violencia y la masculinidad tóxica ha entrado en el debate público, señalando cómo los mandatos de agresividad y dominio son perjudiciales no solo para las mujeres, sino también para los propios hombres.

 

Las nuevas corrientes sociales no están destruyendo la masculinidad; más bien, están impulsando su evolución.  Le están retirando el corsé de la rigidez para permitirle respirar con autenticidad. El hombre del siglo XXI tiene ante sí la oportunidad de ser más completo: fuerte sin recurrir a la violencia, seguro sin caer en la arrogancia, vulnerable sin ser débil, y compañero en lugar de rival. En definitiva, la deconstrucción de la masculinidad tóxica no representa una pérdida, sino una ganancia para todos: hombres, mujeres y la sociedad en su conjunto, que avanza, paso a paso, hacia una convivencia más justa y plena.

 

En un contexto social caracterizado por una creciente polarización, donde el diálogo se ve a menudo eclipsado por la confrontación y las redes sociales incentivan la retórica agresiva, resurgirá con renovada vigencia un arquetipo ancestral: el del hombre rígido, emocionalmente inaccesible y resistente al cambio. La masculinidad tóxica, definida por un conjunto de expectativas inflexibles que prescriben el comportamiento del “verdadero hombre”, ha encontrado en el actual panorama político un entorno propicio para su proliferación.  A través de esta reflexión, pretendo interpelar a la sociedad, ya que, en una era marcada por profundas divisiones políticas, el mandato de la masculinidad rígida se configura como un nuevo campo de batalla, con repercusiones negativas para hombres, mujeres y el debate democrático. La polarización no solo exacerba estos mandatos, sino que los intensifica, generando un ciclo vicioso que deteriora la calidad de nuestras interacciones sociales.

 

El problema trasciende el ámbito individual y se extiende al tejido social: La normalización de la agresividad se produce cuando se glorifica la agresión verbal y la falta de empatía en los líderes masculinos, lo que a su vez se normaliza en la sociedad. Este fenómeno contribuye al acoso en línea, la misoginia y la violencia. Los desafíos globales, tales como el cambio climático, las pandemias y la desigualdad, requieren cooperación, pensamiento complejo y soluciones negociadas. La lógica de la masculinidad tóxica y polarizada, que prioriza la victoria sobre la resolución de problemas, resulta contraproducente. Este modelo marginaliza no solo a las mujeres, sino también a los hombres que no se ajustan a los estereotipos tradicionales y a cualquier perspectiva que no sea la de la confrontación, ahogando así la diversidad de pensamiento.

 

Desafiar la masculinidad tóxica en un contexto de polarización no constituye un acto de debilidad; representa, quizás, una de las formas de valentía más necesarias en la actualidad.  Implica el coraje de abandonar la confrontación, de despojarse de las armas del insulto y la certeza absoluta, y de construir, desde la autenticidad, una sociedad donde la fuerza se mida no por la capacidad de destruir al diferente, sino por la voluntad de construir con él. El futuro de nuestra convivencia democrática depende, en parte, de que los hombres nos atrevamos a ser tan complejos, sensibles y humanos como en realidad lo somos, desde la perspectiva de la comprensión y el diálogo...desde la acera de enfrente.

 

Gregorio Viera fue concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Telde.

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