
El acoso escolar se define como cualquier forma de maltrato psicológico, verbal, físico, social y/o virtual perpetrado entre escolares de un mismo centro educativo, de manera reiterada a lo largo del tiempo, tanto en el aula y otros espacios del colegio, como a través de las redes sociales e internet. Un número considerable de niños, niñas y adolescentes en todo el mundo se enfrenta a la violencia en la escuela y al acoso, incluyendo el ciberacoso, lo cual repercute negativamente en su salud, bienestar y educación.
Cada primer jueves de noviembre, la UNESCO nos insta a reflexionar sobre una realidad dolorosa que se oculta en pasillos, patios y aulas de todo el mundo: el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, incluido el Ciberacoso. Este día no constituye simplemente una efeméride en el calendario; representa un recordatorio urgente de que la escuela, el espacio que debería ser un refugio de aprendizaje y crecimiento, puede transformarse en un escenario de pesadilla para millones de niños, niñas y adolescentes.
Las muertes por acoso escolar ponen de manifiesto las deficiencias de un sistema que no ofrece la protección necesaria: “Falla el que ve y calla”. El sistema educativo demuestra su incapacidad para abordar las causas subyacentes a los fallecimientos por suicidio, desde la inacción de compañeros o profesores hasta una cultura escolar que, en ocasiones, normaliza la humillación. Desde la oficina del Defensor del Pueblo se advirtió en marzo sobre la ineficacia de los protocolos existentes y se solicitó la actualización de los autonómicos, la mejora de los planes de convivencia y la reducción de la carga burocrática.
Durante un extenso período, el acoso escolar fue minimizado mediante expresiones como “son cosas de niños” o “debe aprender a defenderse”. Actualmente, se reconoce que esta percepción es errónea y potencialmente dañina. La violencia y el acoso escolar constituyen comportamientos agresivos intencionados, reiterativos en el tiempo, que implican un desequilibrio de poder real o percibido.
Este fenómeno puede manifestarse de diversas maneras, todas ellas con el único propósito de discriminar, acosar y causar sufrimiento a la víctima. Las personas afectadas por el acoso pueden experimentar ansiedad, depresión, baja autoestima, absentismo escolar e, incluso, en los casos más extremos, ideación suicida. El acoso no solo perjudica a la persona que lo sufre; también impacta a los testigos, quienes pueden llegar a normalizar la agresión, y al propio agresor, cuyo desarrollo emocional y social se ve gravemente comprometido.
La consigna es inequívoca: “No al acoso escolar”. No basta con condenarlo; es imperativo actuar con determinación. La creación de entornos escolares seguros e inclusivos no constituye un lujo, sino una obligación moral y un derecho fundamental de todos los niños y niñas. La escuela del futuro debe edificarse sobre los pilares del respeto y la empatía. Debemos comenzar hoy, ya que detrás de cada estadística se encuentra un rostro, una historia y un derecho a la felicidad que no podemos ignorar.
El acoso escolar no es un problema que se limita a las paredes de un aula. Es un reflejo de nuestra sociedad, un fenómeno complejo que trasciende los muros escolares y nos interpela a todos. En el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, es fundamental comprender que la solución no recae exclusivamente en docentes y familias, sino que exige un compromiso social colectivo.
Durante años, se ha considerado el acoso escolar como un asunto privado de las instituciones educativas. Este enfoque ha demostrado ser insuficiente. La sociedad en su conjunto; vecinos/vecinas, medios de comunicación, empresas, líderes comunitarios, tenemos la responsabilidad y la capacidad de ser parte activa en la creación de un entorno protector para la infancia y la adolescencia.
El cambio más significativo que debemos abordar es de índole cultural. Es imperativo que transitemos de una sociedad que frecuentemente privilegia la competitividad extrema y el éxito individual a cualquier precio, hacia una que valore la cooperación, la compasión y el respeto por la diversidad. En este Día Internacional, la interrogante no se limita a “qué hace la escuela”, sino que se extiende a “qué hago yo” desde mi posición en la sociedad. La respuesta reside en nuestras manos. Actuemos conjuntamente para garantizar que ningún niño/niña o adolescente, deba solicitar permiso para sentirse seguro…desde la acera de enfrente.
Gregorio Viera fue concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Telde.









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