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Sábado, 01 de Noviembre de 2025

Actualizada Sábado, 01 de Noviembre de 2025 a las 19:29:38 horas

Opinión

La riqueza para unos pocos, los problemas para el resto

Román Rodríguez

ROMÁN RODRÍGUEZ Sábado, 01 de Noviembre de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Sábado, 01 de Noviembre de 2025 a las 10:58:28 horas

Analizar el crecimiento económico experimentado en el mundo en la última década nos lleva a observar muchas situaciones límite. No solo en aquellos estados que forman parte del sur empobrecido y ahogado por la deuda, que gastan en pago de intereses lo que deberían dedicar a la salud, la educación. los cuidados o las infraestructuras básicas, y así contribuir a la mejora de la calidad de vida de sus poblaciones. También sucede en el norte desarrollado. El hecho de que una nación aumente su Producto Interior Bruto (PIB) en dos o tres puntos anuales no se traslada necesariamente al bienestar de sus ciudadanos y ciudadanas, sino, en buena medida, a las cuentas nada corrientes de unos pocos. Los ricos son cada vez más ricos. Los pobres, más pobres. El mundo es cada vez más desigual.

 

Oxfam internacional, organización no gubernamental de cooperación para el desarrollo, ofrece en sus más recientes informes algunos datos tan interesantes como espeluznantes. Desde el 2020 la riqueza conjunta de los cinco hombres más ricos del planeta se ha más que duplicado. Mientras que la acumulada de cerca de 5.000 millones de habitantes se ha visto reducida. Si cada uno de esos multi millonarios se gastara un millón de dólares diarios, tardaría casi 500 años en arruinarse. A nivel mundial, los hombres poseen 105 billones de dólares más de riqueza que las mujeres. Y un dato medioambiental: el 1% más rico de la población mundial genera tantas emisiones de carbono como los dos tercios más pobres de la humanidad.

 

Oxfam concluye que, para poner fin a la desigualdad extrema, “los gobiernos deben redistribuir de manera drástica el poder de los milmillonarios y de las grandes empresas hacia el resto de la población”. Pero esto no se encuentra en la agenda política y económica de la mayoría de los estados y, al contrario, las tendencias ultraliberales e iliberales tan en boga apuntan hacia menos regulación y control, menos impuestos a los más ricos, menos protección social y menos papel redistribuidor del estado. Es decir, auténticos torpedos nucleares contra la línea de flotación del estado social y del bienestar. Y carta libre para que las sociedades sean cada vez más desiguales.

 

Canarias, muy desigual

Una situación que se evidencia también en la sociedad canaria. Los datos de la Agencia Estatal de la Administración Tributaria (AEAT) confirman una cada vez mayor concentración de la riqueza que se genera en el Archipiélago en unos pocos. Si en el año 2019 un 0,3% de la población canaria, que representan las mayores fortunas en las Islas, acaparaban el 47,5% del Producto Interior Bruto de nuestra comunidad, en 2023 la AEAT eleva esa cifra hasta el 52,4% del PIB, en torno a 25.810 millones de euros. Los ricos cada vez más ricos, frente al debilitamiento de las clases medias y trabajadoras, con sueldos muy bajos y graves problemas habitacionales. Con la tasa AROPE, que refleja el riesgo de pobreza y exclusión social, situada en las Islas el pasado año por encima del 31%. En el Estado español es del 25,8%, es decir, cinco puntos porcentuales menos.

 

En lugar de avanzar hacia una sociedad más armónica, con mejor distribución de la riqueza, que combata eficazmente la pobreza y la exclusión social, retrocedemos y se consolida una mayor concentración de riqueza en apenas 7.000 familias. A las que este Gobierno de Canarias de las dos derechas beneficia. Un gobierno, el de CC y PP, que tuvo mucha prisa en eliminar el Impuesto de Sucesiones y Donaciones (lo hizo con su primer decreto ley en septiembre de 2023) que grava la transmisión de la riqueza, favoreciendo con su rápida decisión a una pequeña minoría de privilegiados. Haciendo, por ejemplo, que no paguen ni un solo euro los que reciben herencias por encima de 1,2 millones de euros. Una medida que supone, además, que la Comunidad Canaria pierda 180 millones de euros en esta legislatura.

 

Mientras esto sucede, Caritas asegura que se ha acentuado la cronificación de la pobreza en Canarias, en lo que está influyendo el deterioro generalizado de los factores de protección social y la mercantilización de la vivienda, con el enorme esfuerzo económico que supone para muchas familias acceder a una casa digna.

 

Es decir, la pobreza se mantiene pese a varios años de sucesivos récords turísticos -en visitantes y en gasto efectuado en las Islas- y de crecimiento sostenido del PIB. Canarias es más rica que hace dos años, sin duda. El problema es que ese aumento de la riqueza no llega a la inmensa mayoría de sus ciudadanos y ciudadanas, repercutiendo fundamentalmente en un pequeño grupo de familias y empresas locales, así como de capital foráneo.

 

Para que la riqueza fuera mejor distribuida tendríamos que disponer de un sistema fiscal más progresivo y justo, en el que contribuyeran más quienes más tienen. Así como una actuación decidida desde lo público, con una educación, sanidad, dependencia y apoyo a los sectores más vulnerables, mejor financiadas. Con más empleo y de más calidad, con mejores salarios. Los servicios públicos suponen una decisiva contribución al combate contra los abismos sociales. Su debilitamiento impulsa mayores niveles de desigualdad.

 

Modelo de crecimiento

En definitiva, estamos generando un modelo de crecimiento, en Canarias y en el mundo, en el que unos pocos sacan grandes beneficios y las migajas se reparten entre la mayoría. Una mayoría que, además, tiene que soportar los efectos (elevada contaminación, devastadores incendios, arrasadoras y mortales inundaciones…) de una Crisis Climática que tiene mucho que ver con el daño que un sistema de producción irracional e insostenible está haciendo al planeta. El incremento de las ideas ultras y negacionistas supone, además, un enorme obstáculo añadido para el cumplimiento de los deberes que tienen los estados en el camino de aminorar el calentamiento global. Poniendo en riesgo el presente y la viabilidad futura del planeta.

 

Una mayoría que percibe que el ascensor social hace tiempo que se detuvo y no hay intención alguna de repararlo; que las herencias recibidas por los más pudientes influyen más que la formación y el esfuerzo. Una mayoría que, en el caso de las zonas turistificadas, no mejora sus ingresos ni su calidad de vida y, sin embargo, sufre los problemas de encarecimiento de las viviendas, el aumento de ruidos, el incremento exponencial de los atascos, la progresiva despersonalización de sus barrios, el deterioro de las costas y de los espacios naturales. Una mayoría insatisfecha cada vez más con su modelo de vida que facilita el crecimiento de los problemas de salud mental.

 

Todo lo que de forma somera apunto lleva a la necesidad de replantearnos el actual modelo de crecimiento económico (cómo crecer, para qué y para quién), las vigentes relaciones laborales, la distribución de los tiempos de trabajo y de ocio. Replantearse las auténticas prioridades. Para colocar en el centro de las pequeñas y grandes decisiones políticas, económicas y sociales a la mayoría de los seres humanos y no a los particulares y estrechos intereses de una minoría depredadora sin la menor preocupación por el planeta, el bienestar de sus habitantes o la democracia.

 

Román Rodríguez es secretario nacional de Estrategia, Programas y Formación de Nueva Canarias-Bloque Canarista.

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