
El Cabildo de Gran Canaria reactivará este 2025 el Plan Insular de Pavimentación de Viales Municipales, una iniciativa dotada con dos millones de euros que permitirá subvencionar a los 21 ayuntamientos de la isla para mejorar el firme de las calles de su competencia. En el caso de Telde, la inversión prevista alcanza los 148.000 euros, situándose entre las mayores partidas del programa insular.
El vicepresidente y consejero de Obras Públicas, Augusto Hidalgo, presentó el plan a los representantes municipales, destacando que se trata de la recuperación de un programa que llevaba cinco años sin convocarse. “Queremos dar respuesta a las peticiones de los municipios para intervenir en vías que, aunque no sean insulares, son esenciales para la movilidad ciudadana”, explicó Hidalgo, quien detalló que la propuesta de crédito extraordinario será aprobada en el pleno del Cabildo del 31 de octubre. A la reunión asistió el concejal de Vías y Obras de Telde, Iván Sánchez (PP).
El plan se articulará mediante subvenciones directas, con una cuantía fija de 60.000 euros para cada municipio y una cantidad adicional proporcional a su población. Además, los fondos podrán destinarse no solo al asfaltado o pavimentado de calles, sino también a la redacción de proyectos técnicos y a la contratación de asistencia especializada.
Los ayuntamientos dispondrán del mes de noviembre para definir las actuaciones concretas, y las solicitudes podrán presentarse a partir de diciembre. La resolución definitiva con los proyectos aprobados se publicará antes de fin de año. Las obras deberán estar finalizadas antes del 31 de diciembre de 2026, aunque el Cabildo contempla posibles prórrogas en función de la complejidad de cada actuación.






















Sebastián Pérez | Miércoles, 29 de Octubre de 2025 a las 23:12:41 horas
¡Oh tú, viajero intrépido que osas ascender por las nobles medianías rumbo al ilustre Colegio Enrique de Ossó! Permíteme, con la pluma temblorosa y el humor ya acostumbrado a los sobresaltos, relatar el calamitoso estado del asfalto que cubre, o mejor dicho deshonra, los caminos que allí conducen.
Cuentan los viejos del lugar (y también los jóvenes, que ya nacieron oyendo el mismo lamento), que hubo un tiempo en que dichas calzadas eran lisas como mejilla recién afeitada, firmes como la palabra de un caballero de hierro, y seguras como abrazo de madre. ¡Ay, vanos recuerdos de tiempos mejores! Hoy, quien se aventure por tan distinguidas rutas se verá inmerso en una aventura digna de los libros que narran las gestas del famoso hidalgo de La Mancha.
Porque no son ya simples baches, sino abismos, verdaderos cráteres lunares donde podrían ocultarse caravanas completas, o por lo menos una rueda del coche de cualquier progenitor apresurado. El camino, poblado de socavones, presenta más desniveles que la biografía a **** a de un trovador, y obliga al viajante a bailar una coreografía automovilística que oscila entre la habilidad circense y el rezo desesperado.
Y mientras tanto, los caballeros del municipio, con sus cascos brillantes y pergaminos de reglamento en mano, debaten en consejos y reuniones de alta diplomacia si convendrá reparar el camino hoy, mañana, o quizá en tiempos venideros cuando los automóviles ya vuelen y el asfalto sea una rareza arqueológica. Entre tanto, ¡adelante pues, valiente conductor! Toma impulso, esquiva el hoyo, endereza la rueda, evita el bordillo, reza a San Amortiguador Bendito… ¡y continúa!
No faltará quien diga, con aire filosofal, que estas vicisitudes formarán el carácter de los infantes que caminan al colegio. Que el equilibrio para sortear charcos será entrenamiento marcial. Que el sobresalto al caer en un bache fortalecerá el alma. Que la vida sin dificultades es cuento para necios. Mas, ¡no seamos exagerados! Ni Don Quijote se enfrentó jamás a gigantes hechos de asfalto des **** nado.
Por tanto, invoquemos a las altas instituciones, a los señores de los presupuestos, a las damas de la planificación urbana, para que vuelvan sus ojos misericordiosos al sufrido pavimento. Que una fina capa de alquitrán, cual bálsamo divino, cure las heridas de tan golpeado camino. Y que entonces, cuando los padres conduzcan y los niños caminen, puedan exclamar con alegría:
—¡Al fin! ¡Un suelo digno en las medianías del Enrique de Ossó!
Y así concluirá esta tragedia vial, que por ahora se cuenta con humor, aunque el amortiguador no ríe, y el alineado del vehículo llora.
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