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Viernes, 31 de Octubre de 2025

Actualizada Viernes, 31 de Octubre de 2025 a las 00:23:18 horas

Caminando hacia la desmemoria (CII)

¿Hasta cuándo seguiremos escuchando disculpas, en vez de ver realidades? (Segunda parte)

Reflexión del cronista oficial de Telde, Antonio María González Padrón, licenciado en Geografía e Historia

ANTONIO M. GONZÁLEZ PADRÓN Jueves, 30 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Jueves, 30 de Octubre de 2025 a las 18:37:00 horas

A los defensores del Patrimonio, sea éste Artificial o Natural, tanto en cuanto sea resultado o no de la intervención humana, nos suelen calificar de radicales, creyendo que de esa manera se nos ofende. ¡Pobres ilusos! No entienden o no quieren entender que la palabra por ellos continuamente empleada, es para nosotros un premio o galardón que podremos lucir meritoriamente ante nuestros descendientes, si somos capaces de salvaguardar el legado ecológico e histórico que nos dejaron nuestros antepasados con el fin de custodiarlos, aunque para ello fuera necesario defenderlo a capa y espada.


Ahora traigo a mi memoria a dos antiguos ediles del M.I. Ayuntamiento de Telde que nos tacharon de histéricos[Img #972702] artísticos. Comenzaba la década de los ochenta del pasado siglo XX, recién estrenada  nuestra democracia y algunos guiados por un espíritu redentor comenzaron a despotricar sobre todo lo que llamaban obras del Régimen Anterior. Desde las grandes obras hidráulicas a las Cátedras Ambulante de la Sección Femenina, era motivo de juicios sumarísimos, en donde con rapidez, no exento de arrogantes procederes se condenaba a todos y a todo.


El Cronista que esto escribe no se va a extender en campos y materias que  no son de su conocimiento, pero en lo concerniente a Patrimonio sí voy a permitirme hablar cuantas veces me venga en gana, pues a mis estudios universitarios y larga experiencia laboral, unos setenta años de vida de los que al menos cincuenta y cinco llevo enarbolando la bandera de la defensa del Patrimonio Cultural de la Humanidad, presente éste en cualquier rincón de nuestro Planeta como resultado de la acción del ser humano. Pero para no irnos por los Cerros de Úbeda, circunscribamos nuestra atención al rico y variopinto Patrimonio Natural y Artificial de España. Un país tan extenso como el nuestro y con tantos cambios morfológicos, que se evidencian en las diferentes regiones que lo conforman, no ha estado, no está y no estará exento de ataques, para su destrucción o transformación radical. La mayor parte de las veces en aras del progreso, al tiempo que se construye se destruye. Si en el pasado las acciones del hombre sobre la Naturaleza se minimizaban en caminos, veredas, campos de cultivo, etc., la Primera y Segunda Era Industrial y, no digamos de las que vinieron después, dejaron claro que no habría una cuenta atrás… No estamos contra el progreso y parece lógico que una sociedad que avanza en mayores cotas de desarrollo económico, tenga también mayores necesidades en el campo de la ingeniería, creando estructuras, antes jamás vistas (Grandes puertos y aeropuertos, longos y profundos túneles, elevados puentes que salvan enormes abismos, presas y embalses que parecen lagos o mares, espacios ocupados por centenares y miles de aparatos eólicos y placas solares, etc.). 


Una isla como la nuestra viene siendo sometida a la acción destructora de los seres humanos, desde hace, como mínimo, centuria y media, por lo menos en lo que se refiere a cambios más que notorios a simple vista. Los coleccionistas y demás amantes de las fotografías antiguas cada día se sorprenden más de cómo eran nuestras ciudades, pueblos, playas y montañas, hace sólo cien años, en algunos casos sólo setenta y, ver ahora cómo las antiguas zonas libres han sido ocupadas por grandes urbanizaciones. Tomemos el ejemplo de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, su cambio es más que evidente. Comenzó el siglo XX con apenas 25.000 habitantes y hoy es una gran metrópolis que ralla los 500.000, entre pobladores de derecho y de hecho, tanto nacionales como foráneos, ya que su condición de capital insular y regional se le une el ser un emporio comercial de primer orden, por poseer uno de los mejores puertos del Atlántico Medio-Norte, además de haberse convertido en un pueblo de atracción turística. Amén del flujo constante que a partir de los años cincuenta hizo que gentes del interior de la isla acudieran a ella para alcanzar mayor bienestar económico. Algo parecido sucedió con la ciudad de Telde que, en los años sesenta del pasado siglo, poseía sólo 25.000 habitantes a los que fue añadiendo en cada década sucesivas otros tantos, alcanzando en menos de cincuenta años cuadruplicar aquel número inicial. Aunque los datos del padrón municipal teldense parecen inamovibles en los 102.000 habitantes, la realidad es que existe una población flotante , aún hoy por contabilizar, que nos llevarían a aumentar entre quince y veinte mil lo testado oficialmente.  


Naturalistas y ecologistas se han posicionado en el radicalismo como única fórmula de ganar la batalla a aquellos agentes destructores del paisaje natural. Últimamente se llevan a cabo tímidas políticas de reconstrucción paisajística como la recogida de los restos dejados por los invernaderos ya inservibles. Y aquí cabe preguntar ¿Con el dinero de quien o quienes se pagan los gastos ocasionados por la actual política cabildicia de reconstrucción del paisaje. Y nos interrogamos sobre ello, pues estamos bastante hartos de que unos hagan el negocio y cuando ya han sacado todos los beneficios dejen a las instituciones públicas la labor de limpiar los restos de sus explotaciones agropecuarias.


Aunque en diferentes campañas de limpieza, Telde ha actuado brillantemente, tanto en su costa como en el interior, todavía queda mucho que hacer, pues el incivismo de muchos pequeños, medianos y grandes propietarios, así como el salvajismo declarado de diferentes grupos vandálicos de todas las edades y estamentos sociales que abundan, no solo en ciertos polígonos residenciales, sino en barrios que, hasta hace poco eran remansos de paz y tranquilidad. Se abandonan coches, se queman una semana y otra también contenedores plásticos aptos para la recogida de basura, se acumulan junto a éstos cantidades ingentes de electrodomésticos inservible, restos de maderas y cartonaje, etc. y todo ello frustrando a los que trabajan denodadamente en la limpieza y recogida de enseres , productos contaminantes, etc… a pesar que a los vecinos se les informa puntualmente los días de recogida de aquellos; se les ofrece la dirección de El Punto  Limpio y, hasta el Cabildo ofrece Puntos Limpios Itinerantes. Pues créanme, a pesar de todo, se siguen arrojando a la vía pública toda clase de basuras con el mayor descaro. En cada barrio o pedanía sus vecinos podrían señalar ésos improvisados vertederos, que degradan el paisaje rural y urbano. Para no extendernos en demasía, digamos que es más que chocante como en zonas, muy poco habitadas, se ven verdaderas montañas de toda clase de muebles, electrodomésticos inservibles, así como restos de actividades industriales, no explicándonos su presencia allí , sino porque han sido traídos desde otros lugares hasta ese punto, presumiblemente menos vigilado.  Fincas abandonadas como la de Santa María de La Antigua en el barrio de San Francisco son verdaderas ferias de muestras de cuantas botellas, garrafas, recipientes varios, sacos, etc. Todo ello por supuesto lanzados al interior del recinto, sin orden ni concierto, desperdigadas las unas sobre antiguos bancales, para su deterioro y contaminación de aquellas tierras fértiles. 


Por eso el M.I. Ayuntamiento de la Ciudad de Telde, debería pedir al Gobierno Autónomo y al Cabildo que declare a este municipio: zona de restauración y protección del Patrimonio Natural y Artificial, creando verdaderas brigadas de limpieza que metro a metro, kilometro a kilómetro, recojan todos estos desperdicios de la sociedad de consumo y lo lleven a las plantas de reciclaje o en su defecto a los vertederos de basura. Con ello, se llevaría a cabo y con excelentes resultados, dos acciones: La primera sacar del paro a cientos o miles de personas de toda edad y formación y la segunda, no menos importante, adecentar nuestro paisaje urbano y rural, que pide a gritos que alguien se acuerde de él.


Hay mucho que quitar, sobre todo en  las huertas y jardines de los alrededores y en el interior del Conjunto Histórico Artístico de San Juan y San Francisco, actuando de oficio, si tras advertir a los dueños que lo hagan, éstos, por negligencia o falta de empatía, no lo hacen o no lo pueden hacer en la forma y tiempo establecido.


Somos una Isla y un municipio que vive en gran parte de su estética y, créanme, dejamos muchísimo que desear.
Me dicen desde el Ayuntamiento que tienen 300.000 euros para invertir en San Francisco, pero miren las fechas en las que nos encontramos y todavía no se ha movido una hoja. Mucho me temo que, llegado el mes de diciembre y, no será la primera vez, tengamos que devolver ese dinero por haber sido incapaces de gestionarlo. ¡Limpieza señores, limpieza! ¡Gestionar, gestionar!

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