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Lunes, 20 de Octubre de 2025

Actualizada Domingo, 19 de Octubre de 2025 a las 22:55:31 horas

Desde la acera de enfrente

La pobreza

Reflexión de Gregorio Viera, exconcejal socialista

GREGORIO VIERA VEGA Domingo, 19 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Domingo, 19 de Octubre de 2025 a las 20:44:01 horas

Este pasado viernes día 17 de octubre se ha conmemorado el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, una fecha que transciende la mera recordación de una realidad desalentadora, convirtiéndose en un imperativo llamado a la acción.  Para comprender la pobreza en el siglo XXI, resulta ineludible abordar la profunda brecha que divide al planeta: la desigualdad Norte-Sur. Esta disparidad estructural no se limita al ámbito económico, sino que constituye un obstáculo fundamental para el desarrollo humano de miles de millones de individuos.


Esta efeméride debe trascender el ejercicio de concienciación, erigiéndose como un recordatorio de que la lucha contra la pobreza es, en esencia, una lucha contra la desigualdad. La erradicación de la pobreza no se alcanzará únicamente mediante la asistencia humanitaria o la implementación de micro-proyectos aislados.  Requiere una transformación radical en la arquitectura global: un sistema comercial más equitativo, una solución definitiva al problema de la deuda, una transferencia tecnológica genuina y un compromiso inquebrantable para combatir el cambio climático.


El desarrollo humano pleno y universal permanecerá como una quimera mientras persista un mundo dividido entre un Norte que acumula oportunidades y un Sur que lucha por su supervivencia. La fecha del 17 de octubre nos interpela a construir un futuro donde la geografía de nacimiento no determine el destino de un individuo. Un futuro donde el derecho a una vida digna, saludable y creativa sea, por fin, una realidad universal.


Se observa un círculo vicioso: los conflictos bélicos alimentan y profundizan la pobreza. Si la desigualdad Norte-Sur representa un “muro invisible” para el desarrollo, los conflictos bélicos constituyen su demolición controlada. La guerra se erige como la antítesis absoluta del desarrollo humano, ya que no solo destruye lo construido, sino que siembra las semillas de la pobreza para generaciones futuras. Su impacto trasciende la trágica cifra de víctimas mortales, convirtiéndose en un mecanismo multidimensional que crea, intensifica y cronifica la pobreza.


La guerra aniquila décadas de progreso en cuestión de meses. La destrucción de infraestructuras críticas, como hospitales, escuelas, carreteras, puentes y sistemas de agua y electricidad son objetivos frecuentes o daños colaterales. Esto no solo causa sufrimiento inmediato, sino que también paraliza la capacidad de un país para funcionar y recuperarse. La desaparición de viviendas y la economía local, con la destrucción de hogares y negocios, deja a la población sin medios de vida y en una situación de desplazamiento forzoso, creando instantáneamente una masa de personas en pobreza extrema.


Las personas huyen con lo puesto, abandonando sus hogares, tierras, trabajos y pertenencias. Llegan a campamentos o comunidades de acogida en una situación de total vulnerabilidad, lo que produce una sobrepoblación y tensión de recursos. La llegada masiva de desplazados satura los servicios sanitarios, educativos y de saneamiento de las zonas receptoras, muchas veces ya de por sí frágiles, pudiendo generar pobreza en áreas previamente estables.


Los conflictos no surgen en el vacío. A menudo se encienden en países del Sur global que ya sufrían los efectos de la desigualdad estructural: Estados frágiles, fronteras artificiales, dependencia de materias primas y una historia de explotación. La guerra, a su vez, agrava exponencialmente estas desigualdades; son uno de los factores más potentes y dramáticos en la generación de pobreza. Crean un círculo vicioso difícil de romper: la pobreza y la desigualdad pueden ser caldo de cultivo para el conflicto, y el conflicto, a su vez, genera más pobreza y desigualdad.


La comunidad internacional se enfrenta al enorme desafío de no solo proporcionar ayuda humanitaria durante las crisis, sino también de actuar en las fases de prevención de conflictos y, sobre todo, en una reconstrucción posconflicto que sea sostenible y justa. Esto implica ir más allá de reconstruir edificios; significa restablecer la confianza, rehacer el tejido social, reintegrar a los desplazados y garantizar justicia transicional. La paz es un requisito indispensable para el desarrollo. Asimismo, un desarrollo que no aborde las causas estructurales de la desigualdad resultará en una paz efímera. La erradicación de la pobreza exige, por lo tanto, un compromiso firme con la paz y la resolución de conflictos, abordando las causas de raíz...desde la acera de enfrente.

 

Gregorio Viera Vega fue concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Telde.

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