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Caminando hacia la desmemoria (CX)

Un hombre, un puente con siete ojos, una casa olvidada y una placa

Reflexión del cronista oficial de Telde, Antonio María González Padrón, licenciado en Geografía e Historia

ANTONIO M. GONZÁLEZ PADRÓN Jueves, 16 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Jueves, 16 de Octubre de 2025 a las 20:35:30 horas

Gracias a la gran divulgación que viene haciendo la Casa-Museo León y Castillo de la ciudad de Telde, se va conociendo con más exactitud la vida y obra de don Juan León y Castillo, el Ingeniero de Caminos, Canales, Puertos y Señales Marítimas, que tanto se esforzó por engrandecer a ésta su Isla natal y a las del resto del Archipiélago Canario. Fue don Juan hombre de salud endeble, debido en parte a sus afecciones bronquio pulmonares, que ya recién titulado por la Universidad Central de Madrid, le hizo desistir en su empeño de concluir su primer encargo profesional: la carretera que lleva a la renombrada localidad de Panticosa en el Alto Aragón.

 

Arribado a las Islas con el deseo de trocar enfermedad por salud, vino a recibir en la por entonces capital de la[Img #1000600] provincia única de Canarias, Santa Cruz de Tenerife; pero siempre atento a un traslado definitivo que lo acercara a Las Palmas de Gran Canaria. Allí promueve la creación y mejora de algunos de los faros más notables y tan necesarios para la cada vez más fluida navegación marítima. Fue desde entonces un anhelo permanente, convertido casi en obsesión, poner a Canarias en el centro de las rutas intercontinentales, haciendo a los mayores puertos insulares, refugio y cobijo mercante de cuantos buques iban y venían de las colonias a las metrópolis europeas.

 

Ya en la capital Gran Canaria, su frenética y vocacional actividad se dispara con proyectos de gran envergadura como el Puerto de La Luz, en la Bahía de Las Isletas; el Lazareto Sucio de Gando, el Faro de Maspalomas, así como varias vías terrestres que comunicaran a la Ciudad Capital de esta Isla con otras localidades, entre ellas su amado Telde. Para éste y para Arucas, no solo diseña unas amplias carreteras, sino que aparejada a éstas sueña con unos trenes que acerquen a estos dos núcleos agrícolas de notabilísima importancia al futuro puerto que nacerá en las mansas aguas de la Bahía de La Luz, al socaire de las montañas de La Isleta y resguardado en parte por el Istmo arenoso de Guanarteme. Todo ello contó, con la muy estimable complicidad y ayuda de su hermano Fernando prestigioso político y más tarde diplomático, ya fuera en Madrid como Diputado y Senador o en Paris como Embajador de España, pero siempre atento al progreso y modernidad de su Gran Canaria y en general de todas las Ínsulas Afortunadas.

 

En el caso particular que nos ocupa, la ya mentada carretera Las Palmas-Telde, no todo fue coser y cantar, pues desde el principio se contó con la más que manifiesta oposición de los ricos terratenientes, que necesariamente verían expropiar parte de sus tierras para el desarrollo de tal ambicioso como necesario proyecto. Así se pagaron artículos  difamadores sobre los hermanos León y Castillo y, muy concretamente sobre don Juan. De quien se llegó a afirmar, que en el último tramo de dicha vía, a su paso por La Primavera y el Portichuelo hizo todo lo posible para que atravesara la parte Oeste de una de sus fincas, dejando el pavimento de la nueva carretera a los pies mismos de la casa de su propiedad, en donde habitaba su mayordomo.

 

¿Quién o quiénes osarían a divulgar falsos y calumniosos rumores sobre tan prestigioso caballero? Pues en esta Gran Canaria cainista sus enemigos políticos del partido conservador , del naciente republicanismo y de las clases más conservadoras se pusieron de acuerdo para llevar a cabo una campaña que le hirió en lo más profundo de su corazón patriótico. De nada o de muy poco sirvió las explicaciones técnicas dadas por don Juan y el resto de su equipo. Quedando más que demostrado el perjuicio que para el Ingeniero suponía atravesar con una vía pública su explotación agraria, dejando a ésta  cercenada del edificio principal de la misma.

 

Entonces corrían los años previos a 1866, fecha en que se concluye de forma definitiva el célebre Puente de los Siete Ojos, sobre el cauce medio del Barranco Real, a su paso por la tradicional entrada a la ciudad de Telde. Varios lustros antes se habían llevado a cabo los trabajos de la carretera que uniría ésta a Las Palmas de Gran Canaria, atravesando partes limítrofes del cortijo de San Ignacio, además de las tierras volcánicas de la Cruz de la Gallina, así como las del frondoso valle de Jinamar-Marzagan y subiendo la Cuesta Ramón divisar el océano por el lugar que llaman La Mar Fea. Después de atravesar la dura roca basáltica, a través de un ingenioso túnel, entrar entre altos acantilados y bajas arenas a la playa de La Laja, recorriendo más tarde las fincas de Hoya de La Plata y, las de los Cortijos de San Cristóbal (Antiguo de San Pedro Mártir de Verona) y San José, para llegada a la capital, entrar a ella a través de la calle de Los Reyes Católicos, arteria principal del señorial Barrio de Vegueta. Catorce kilómetros que debían recorrerse en aproximadamente una hora y media o a lo sumo dos, debido en gran parte a los numerosos desniveles a salvar y a la precariedad del firme, voluble éste, a experimentar grandes cambios tras las lluvias otoño-invernales.

 

El Cronista que esto escribe ha venido reclamando en los últimos treinta años, que en honor a la figura histórica de don Juan León y Castillo, se llevaran a cabo dos acciones de notable importancia histórica para la isla en general y para la Ciudad de Telde en particular.

 

Hace solo unos días, las autoridades de los gobiernos autonómico y local, representados por el Sr. Consejero de Obras Públicas, Vivienda y Movilidad, don Pablo Rodríguez Valido y, el Sr. Alcalde-Presidente del Ayuntamiento de Telde, don Juan Antonio Peña Medina, inauguraron, en el centro mismo del Puente de los Siete Ojos, una noble placa de cantería gris en la que puede leerse: Reinando Doña Isabel II./ Presidiendo el Gobierno,/Don Ramón María Narváez y Campos./Siendo Ministro de Fomento, /Don Manuel  Orovio y Echagüe,/ Se concluyó, en octubre de 1866,/este de Puente de Los Siete Ojos, /obra del Ingeniero/ Don Juan de León y Castillo.

 

Salvado con éxito el más que bien merecido recuerdo a nuestro admirado Ingeniero, ahora, resta lo siguiente: La restauración y rehabilitación total de la Casa Principal de La Finca del Portichuelo, hoy al parecer, propiedad del Cabildo de Gran Canaria. Su estado más que lamentable después de ser saqueada en su totalidad e incendiada en parte, presenta un lamentabilísimo estado de abandono. Edificio de singular importancia a camino entre la humilde arquitectura doméstica tradicional y con ciertos alardes de cultismo, ha sido y es un referente de aquellas edificaciones rurales, tan características en fincas y cortijos de nuestra comarca. A la hora de su adquisición a una de las hijas de don Luis de León y Castillo (III Marques del Muni), hijo de don Juan, el Cabildo de Gran Canaria aludió a un interés patrimonial, no sólo por el valor intrínseco de la casa, sino por encontrarse a los pies mismos del valiosísimo Yacimiento Arqueológico de Cendro, lo que la haría factible a convertirse, después de su rehabilitación en un Centro de Interpretación del lugar.

 

Los años no han dejado de pasar, desde que la prensa se hiciera eco de unas importantísimas excavaciones, llevadas a cabo por el arqueólogo D. Julio Cuenca Sanabria y sus compañeros de la Sociedad Científica El Museo Canario, quienes tuvieron el privilegio de ser los primeros en encontrar restos de infantes no natos colocados de manera fetal en recipientes de barro cocido, todo un acontecimiento científico de primer orden para la Arqueología insular. Varias campañas, pocas, pero algo es algo, permitieron ahondar en aquellos acontecimientos. Al mismo tiempo se valló de forma perentoria el perímetro de los espacios a proteger y poco más.

 

Hoy décadas después nos sigue sorprendiendo la falta de interés del Gobierno de Canarias, del Cabildo de Gran Canaria y del Ayuntamiento de Telde por seguir avanzando en las excavaciones, así como en las mermadas medidas de protección que evitarían muchos actos vandálicos tanto para el yacimiento en si como para el edificio anteriormente citado.

 

Valga este articulo como denuncia renovada  ante las autoridades pertinentes, tan olvidadizas como ineficaces. Igualmente a los de Teruel debíamos gritar con todas Nuestras fuerzas aquel lema tan famoso de: ¡Teruel existe! Y haciéndolo propio decir también nosotros ¡¡¡Telde existe y su patrimonio es uno de los más importantes de la Comunidad Autónoma de Canarias, elevada a titulo de nacionalidad por el parlamento autonomico!!!

 

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