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Miércoles, 15 de Octubre de 2025

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Colaboración

La cultura del clavo: Telde inventa el homenaje de usar y tirar

Reflexión de Roberto Melián

ROBERTO MELIÁN 1 Martes, 14 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Martes, 14 de Octubre de 2025 a las 07:46:38 horas

En un alarde de vanguardia minimalista, la Concejalía de Cultura rinde tributo a nuestros poetas en San Francisco con la revolucionaria técnica del cartón pluma a la intemperie. El resultado es un monumento a la improvisación.
 
 
Hay que reconocerlo: Telde es una ciudad a la vanguardia. Mientras otros ayuntamientos se pierden en engorrosos debates sobre materiales nobles, presupuestos y durabilidad para honrar a sus figuras ilustres, nuestra Concejalía de Cultura ha dado un golpe en la mesa y ha inaugurado un nuevo movimiento artístico: el clavismo impresionista sobre cartón pluma.
 
 
El escenario elegido no podía ser más solemne: los muros centenarios del barrio de San Francisco, una de las joyas patrimoniales de Canarias. Y los homenajeados, nuestros grandes poetas: Saulo Torón, Fernando González, Julián Torón, Hilda Zudán... Figuras cuya obra ha resistido el paso del tiempo. Lástima que su homenaje no vaya a resistir ni un mes.
 
 
Porque la genialidad de esta intervención reside en su audaz elección de materiales. ¿Bronce? ¿Piedra de Arucas? Demasiado previsible. ¿Cerámica? Muy visto. Aquí hemos apostado por el cartón pluma, ese material robusto y fiable conocido por su heroica resistencia a... bueno, a estar en una oficina bien climatizada. Colocado a la intemperie en un barrio histórico, su futuro es tan prometedor como un algodón de azúcar bajo la lluvia. La perfecta metáfora de la cultura efímera; tan efímera que probablemente no llegue a Navidad. Por desgracia, parece que es lo que nos ha tocado en nuestra ciudad.
 
 
La ejecución, además, es un canto a la espontaneidad, un triunfo de la "cultura del aquí te pillo, aquí te clavo". Olvídense de estudios de integración paisajística, de diseños cuidados o de soportes dignos. La solución ha sido mucho más directa y económica: un par de clavos, un martillo y la fe de que la gravedad decida tomarse un descanso. Las imágenes son elocuentes: placas caídas, otras a punto, torcidas, colocadas en lugares absurdos y afeantes, clavos que asoman como verrugas de ferretería en la piel encalada de San Francisco.
 
 
Pero donde esta performance artística alcanza el sublime absurdo es en su comisariado. La composición espacial ha sido, digamos, atrevida. El panel dedicado a Gregorio Pérez Moreno, por ejemplo, ha acabado junto a una papelera. No es una crítica, es una descripción. Ahí está, el poeta, compartiendo protagonismo con un recipiente de desperdicios. ¿Es una metáfora sobre la fugacidad de la vida? ¿Un comentario sobre la cultura de lo desechable? ¿O simplemente la prueba de que quien lo colgó tenía más prisa por irse a almorzar que por honrar a nadie?
 

Otros dos paneles han sido ubicados directamente sobre los antiguos "subideros", esas características escalinatas de piedra que nuestros antepasados usaban para poder montar en sus burros y mulas en una absurda pugna: ¿qué tiene más valor? 
 
 
Pasear ahora por San Francisco es una experiencia tragicómica. Uno no sabe si reír por lo cutre de la estampa o llorar por el insulto a nuestro patrimonio y a nuestra memoria. Nuestros poetas, que buscaron la palabra eterna, hoy son homenajeados con el material de las maquetas escolares. Ellos, que cincelaron versos inmortales, ven su rostro impreso en un soporte con fecha de caducidad.


La ironía alcanza cotas maestras cuando recordamos que pocos meses atrás, el alcalde Juan Antonio Peña y el concejal Juan Martel se comprometían a "recuperar los espacios culturales y el patrimonio histórico". ¿Se referían a recuperar los trozos de cartón cuando el viento termine de arrancarlos de la pared? Porque mientras estas solemnes palabras están colgadas en la red, los clavos siguen horadando la piel de nuestro casco histórico, en un acto de agresión patrimonial de bajo coste, pero de alto impacto visual.
 
 
Aplaudimos la intención, si es que la hubo más allá de "hacer algo rápido para la foto". Pero esta ejecución es una ofensa. Una ofensa al buen gusto, a la inteligencia de los teldenses y, sobre todo, a los hombres y mujeres que dieron brillo a nuestra ciudad con su pluma.
 
 
Señores de la Concejalía, por favor, retiren esta instalación. Desmantelen esta oda a la precariedad. Y la próxima vez que quieran homenajear a nuestros poetas, háganlo con el respeto y la dignidad que merecen. Porque la memoria de Telde no se puede colgar de un clavo mal golpeado. 
 
 
Lo que nos atraviesa como pueblo se cincela, se cuida y, sobre todo, se respeta.
 
 
Roberto Melián es ciudadano de Telde
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