
A veces tengo la sensación de que la historia da vueltas sobre sí misma. Lo que estamos viviendo hoy en la lucha canaria no es nuevo. La vieja intromisión política sigue ahí, disfrazada de modernidad y de falsas promesas de “colaboración institucional”. Llega con sonrisas y palabras amables, pero su objetivo es el de siempre: controlar lo que pertenece al pueblo.
Poco a poco, lo que antes se decidía libremente entre luchadores y clubes empieza a decidirse en despachos. Lo que antes nacía del voto limpio de nuestras asambleas se ve sometido a otras lógicas que nada tienen que ver con la esencia de este deporte.
Conviene recordarlo: la lucha canaria está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) por el Parlamento de Canarias. Por tanto, no tenemos que mendigar subvenciones ni favores políticos para defender lo nuestro. La ley ya lo reconoce y protege.
Yo no lo entiendo. Y si alguien lo entiende, que lo diga.
¿Dónde quedaron aquellos años de lucha por la independencia de nuestra lucha canaria?
¿De qué sirvió tanto esfuerzo, tanta palabra, tanta ilusión, si hoy hemos permitido llegar a este punto?
Cinco años sin asambleas… y además, ya veremos cómo queda la cuestión cuando lleguen a tomar las riendas de la federación quienes vienen según sentencia judicial.
¿A dónde queríamos llevar nuestra lucha canaria? Esto se ha convertido en un auténtico disparate que no tiene sentido.
Defender su independencia no es un capricho, es una necesidad. Porque cuando la política se mete en lo que no entiende, termina rompiendo lo que otros construyeron con esfuerzo, humildad y respeto. Nuestra lucha nació del pueblo.
Duele ver cómo algunos se han olvidado de que este deporte no se dirige con favores ni estrategias de intereses particulares, sino desde la honestidad, conocimiento y amor por lo nuestro. La lucha no necesita padrinos políticos, sino guardianes de su esencia. Y esa esencia está en lo estamentos: estatutos y reglamentos y no en los sillones del político de turno.
Por eso lo digo sin rodeos: no debemos suplicar a nadie para fomentar la lucha canaria. Y mucho menos permitir la presencia del político en nuestras juntas o asambleas solo para asegurarse las subvenciones a modo de suplicas. No sé si ahora se pretende hacer de ello una condición indispensable para recibir las ayudas anuales, pero nunca antes fue necesario. Espero que, con la nueva Dirección General de Deportes Autóctonos, no se imponga esta condición, porque eso sería un grave retroceso y una falta de respeto hacia la independencia de nuestra Lucha.
Durante mi etapa en la Federación de Lucha Canaria (2016–2020) nunca hubo una intromisión de este tipo. El director general de deportes ofrecía colaboración, pero jamás impuso decisiones. Hoy, en muy poco tiempo, la intromisión ha crecido y las consecuencias son visibles para todos los que amamos este deporte.
La lucha canaria nació del pueblo, y al pueblo pertenece.
La que se siente en los entramados de la lucha canaria permanece, y esa verdad no la dicta ningún político: la dicta el corazón de la gente de la lucha, esa que cada día se remanga el pantalón para bregar y se deja el sudor de la camisa en el terrero.
#Desdeelterreroconmemoriaydignidad
José Trujillo Artiles, Barranquera IV, exluchador.
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