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Colaboración

Abdulrazak Gurnah

José Manuel Espiño

JOSÉ MANUEL ESPIÑO MEILÁN Domingo, 12 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Domingo, 12 de Octubre de 2025 a las 18:35:11 horas

Dedicado a todos los viajeros que han vivido África con indescriptible pasión. A mí, el escritor Abdulrazak me ha permitido soñarla.

Salaam alaikum. La paz sea sobre ustedes, sobre vosotros, sobre ti.

 

Abdulrazak es tanzano y es escritor. Me acerco a él con la admiración que me provocan, justificada siempre, los Premios Nobel de Literatura.

 

Si Annie Ernaux -mi último artículo sobre Premios Nobel-, me sorprendía con su incisiva escritura dirigida al corazón de las cosas, de los hechos cotidianos, de la vida misma, Andulrazak Gurnak sorprende porque lleva a uno de la mano por mundos paralelos, mundos extraordinariamente ricos que están ahí al lado, en el inmenso continente africano, pero a la vez tan lejos porque su forma de interpretar la cultura y la vida es diamentralmente opuesta a nuestra visión europeísta.

 

Su conmovedora descripción de los efectos del colonialismo y la historia de los refugiados, en el abismo entre culturas y contientes, fueron razones esenciales a la hora de ser galardonado con el Premio Nobel.

 

Es este pasear a su lado a través de sus libros lo que me cautiva:

 

“Al principio la aparición del paisaje verde los animó. Los pájaros, cuyos agudos e incansables trinos rasgaban las horas más frescas del día, hacían que los arbustos se agitaran y estremeciesen. Unos árboles altos y antiguos filtraban la luz tenue que caía sobre los matorrales que, abajo, formaban emparrados. Pero los arbustos lustrosos escondían enredaderas de púas y plantas trepadoras venenosas; las serpientes acechaban en las sombras más tentadoras”.

 

“Paraíso” es una de las novelas más conocidas de Abdulrazak, nominada para diversos premios de elevado prestigio. 

 

Su exquisita prosa atrapa al lector y, de una manera inconsciente nos lleva de la mano de Yusuf, el personaje que nos acompañará en nuestro periplo africano a través de paisajes apenas soñados, a través de culturas milenarias y, sobre todo, a través de la transformación que se cierne sobre ellos por la salvaje colonización europea que erradicará, arrasará, expulsará cualquier vestigio de prácticas antiguas, de relaciones con sus ancestros tanto culturales como cultuales, masacrando poblaciones enteras, envilecidos por espurios intereses como el marfil, el oro, los diamantes, arrasando y contaminando tras su llegada y su paso, la tierra, el aire y el agua.

 

Y uno camina a su lado no queriendo perderse nada de una tierra que despierta cada amanecer con una belleza infinita.

 

“Durante el día, estuvo observando los campos a través de la ventanilla, estudiando sus cambios. A la derecha, las lejanas montañas volvían a elevarse, oscuras y exuberantes. Sobre ellas el aire, como si ocultase una promesa, era denso y opaco”.

 

Y uno, que todo lo que viajó por África no llegó más lejos de Marruecos, cierto es que el reino alauita es capaz de cautivar con sus altas montañas en la cordillera del Atlas y feraces ríos, con sus interminables y paradisíacas costas y con una cultura milenaria que se respira, se vive, se siente en sus pueblos, casas, zocos, medinas y costumbres, desea seguir el periplo con Abdulrazak Gurnak, aprender palabras propias de sus lenguas, sus costumbres culinarias, rescatar y poner en valor el tiempo que dedican a la conversación y la convivencia, a la contemplación y al silencio que, al término del día, tras largas y duras jornadas de caravanas, realizan con devoción y placer los miembros de cualquier expedición.  

 

“La novia parecía muy joven, una chiquilla casi. Iba cubierta de la cabeza a los pies con velos de seda salpicados de oro, que brillaba y centelleaba con cada uno de sus movimientos. En las muñecas y los tobillos llevaba unas pesadas ajorcas que relucían tenuamente, y sus largos pendientes revoloteaban como sombras luminosas detrás de ella”.

 

Apetito y jugos gástricos se despiertan tras desconocidos términos que presagian y prometen exóticos banquetes de bodas: sammosa, ladhoo, halwa badam…

 

Pero hay muchos más términos que Abdulrazak va expresando con el orgullo de un acervo lingüístico propio, de su tierra natal, que visibiliza y jamás oculta: kipande, kifa urongo, seyyid, buibui, marehemu, zuma, mganga, mnyapara, vipusa…

 

Y en las noches se cuentan leyendas, se habla de seres terroríficos y diablos y se amalgama, en el amplio paraguas de la credulidad de los porteadores, la realidad con lo inventado, la magia con los hechizos, la vida con la muerte. Y también aquí tras las leyendas, impecablementes relatadas, afloran términos propios: mnyapara, majogs…

 

“A orillas del mar” es uno de los relatos más conmovedores  que se han escrito sobre los efectos de la colonización europea, la experiencia del exilio y el sentimiento de culpa que ésta acostumbra llevar aparejada.

 

“Quise mirar hacia adelante, pero siempre me descubro volviendo la vista atrás, hurgando en tiempos lejanos y deslucidos por todo lo que ha pasado desde entonces, sucesos tiránicos que se alzan imponentes ante mí y dictan cada una de mis acciones cotidianas. Y sin embargo, al mirar hacia atrás descubro objetos que siguen destellando con un brillo perverso, y cada recuerdo reabre una herida”.

 

El exilio de Saleh Omar, comerciante sexagenario, en Londres, se convierte en una experiencia aterradora. Atrás no sólo queda una vida, su vida, sino la desaparición de un mundo, su mundo, tras el paso arrollador de la colonización europea.

 

“Me maravilla lo valiosas que han llegado a ser para mí esas horas de oscuridad, cómo los silencios de la noche se han ido colmando de murmullos y bisbiseos cuando antes eran tan espantosamente inertes, tan agarrotados por el extraño sigilo que planeaba sobre las palabras. Era como si, al venir aquí, hubiera cerrado una puerta estrecha y abierto otra que da a una gran explanada”.

 

Culturas milenarias que se conocen y encuentran a través de mercaderes y mercancías, a través de rutas y viajes por tierra y por mar quedan atrás, lejanas, extintas. Las culturas indias, árabes, persas y africanas se despliegan ante nuestros ojos a través de la narrativa de Abdulrazak. Es un encuentro sensorial, de olores y perfumes, de especias y sabores que viajan, que se añoran, se desean.

 

En todo este mundo de sensaciones estriba mi interés en animarles a la lectura de Abdulrazak pues no dudo en que despertará en cada uno de ustedes un mundo sensorial desconocido, ancestral, eternamente oriental y africano.

 

José Manuel Espiño Melián, amante de los caminos y de la vida. Lector, escritor y educador ambiental.

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