
El aire olía a incienso y a promesa cumplida. La Basílica de San Juan, abarrotada hasta el último rincón, contenía la respiración en un silencio que pesaba tanto como la devoción de su pueblo. Afuera, en la plaza, cientos de vecinos seguían el acto en la pantalla gigante que el Ayuntamiento instaló para que nadie quedara fuera. Otros, desde casa, miraban la retransmisión en directo con el mismo fervor, como si la distancia no existiera.
A las 19.00 horas, la eucaristía presidida por residida por el párroco Miguel Lantigua Barrera, abría paso a lo que todos esperaban: el momento solemne del descenso. A las 20.00 horas en punto, la emoción estalló. Los seis portadores habituales, tres a cada lado, comenzaron a preparar las dos escalares y subieron tres minutos después, tras las sentidas palabras del párroco Antonio Juan López, con paso lento hastal la hornacina superior del retablo del Altar Mayor. El templo, de pronto, se volvió un solo latido. Un sonoro aplauso se dejó sentir en templo.
A las 20.07 horas, la imagen del Santo Cristo comenzó a bajar. Lentamente. Con respeto. Con la fuerza de una tradición que atraviesa siglos. Un silencio reverencial recorrió la basílicar. Entre los bancos, muchos devotos no pudieron contener las lágrimas al sentir tan cerca a la venerada talla. La emoción fue compartida por las autoridades presentes, entre ellas el alcalde de Telde, Juan Antonio Peña, y ediles de la Corporación municipal.
Entonces se escuchó un sollozo entre los bancos, después otro. “Se me erizó la piel… es como si el Cristo bajara a abrazarnos a todos”, murmuró una vecina, sin poder contener las lágrimas.
Un joven, que no se perdió la cita pese a haber trabajado hasta tarde, lo decía con sencillez: “Cada año es como volver a casa. Aquí está nuestra fuerza”. Otros levantaban discretamente sus móviles, queriendo atrapar en una foto lo que en realidad se guarda en el alma.
Desde el altar, el Cristo parecía mirar a todos, sin distinción. Las manos juntas, los ojos brillantes, el silencio roto por el roce de lágrimas cayendo en las mejillas. Afuera, los aplausos acompañaban cada instante que dentro se vivía con recogimiento.
Cuando la talla llegó al pie del altar y fue depositada en su trono-móvil, un murmullo de alivio recorrió el templo. El Cristo ya estaba cerca. Entre su gente. A partir de ese momento, diez días de oración y encuentros se abrirán para que cada devoto, en silencio o en voz alta, pueda decirle lo que guarda dentro.
Porque la Bajada del Santo Cristo no es solo un rito. Es un diálogo íntimo entre Telde y su fe. Un recordatorio de que, incluso en los tiempos más difíciles, siempre habrá un instante en el que la esperanza descienda al encuentro de su pueblo.































melian | Sábado, 13 de Septiembre de 2025 a las 09:51:05 horas
Cristo Redentor implora en el seno de la Excaltación de la Santa Cruz tu benévola bendición a feligreses locales y foráneos regándoles salud en el cotidiano sendero vital.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder