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Martes, 04 de Noviembre de 2025

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Opinión

Sin salida

Nieves Rodríguez

NIEVES RODRÍGUEZ 2 Jueves, 11 de Septiembre de 2025 Tiempo de lectura:

¿Qué desesperación, qué tremenda angustia conduce a una mujer a acabar con la vida de su hija y luego a querer acabar con la suya? 

 

No puedo hacerme una idea del dolor de esta mujer, ni si quiera asomarme a su ventana para juzgarla. Sobre todo, después de conocer las circunstancias de esta madre desesperada que se cansó de luchar, sola, con una hija de treinta y dos años con un trastorno del espectro autista severo.

 

¿Quién puede juzgar a esta madre coraje, que tuvo un día el amor y la fortaleza suficiente para denunciar en los medios la situación de las Residencias y Centros acusándoles de prácticas vejatorias contra los usuarios?

 

¿Quién puede juzgar a esta mujer, activista reconocida por la lucha de los derechos de las personas con discapacidad y que puso en solfa al sistema de dependencia en Canarias en julio del año pasado, logrando ganar una sentencia pionera en España, que reconocía que en estas residencias se llevaban a cabo prácticas humillantes y vejatorias?

 

Yo no puedo, ni quiero. No podría nunca ponerme en su piel, porque nunca he sabido lo que es cuidar una hija discapacitada, temiendo ser maltratada y sin saber qué sucede cuando tú no estás allí dentro para verlo.

 

Este hecho terrible ocurrido en La Palma hace unos días, nos apela y nos cuestiona como sociedad:  ¿Cuánto hemos crecido si el cuidado de las personas indefensas no está en primer lugar? ¿Qué sociedad del bienestar es esta  que abandona las cuidadoras?

 

Porque la mayoría son mujeres, cuidadoras. 

 

 Son ellas las que cuidan a los hijos, a los enfermos, a los padres, a los discapacitados y a los grandes dependientes. Son ellas las que sobrellevan las cargas adicionales del cuidado de la familia, las que siguen acarreando la responsabilidad por el hecho de ser mujeres.

 

Muchas veces, solas, porque como dijo esta madre, no hace mucho en los medios,  “los hombres vuelan, el padre desaparece”. Ese día también habló sobre lo  insoportable y terrible que era compaginar tu trabajo, tu vida con una hija discapacitada. Era un grito de desesperación de una mujer, de una madre que nadie oyó, o que estamos muy acostumbrados a escuchar y los archivamos como una desgracia más. 

 

Las calles se han hecho más estrechas y hay que abrirlas con las manos, fue el último mensaje de esta mujer en las redes.  Una clara imagen de cómo veía su futuro. Una pesadilla diaria a la que no veía salida.

 

La imagino intentando avanzar en mitad de la noche, en una ciudad cualquiera, las calles se estrechan y le impiden avanzar, los muros de piedra la encierran en un callejón sin salida. Sola, asustada, exhausta,  con sus propias manos intenta abrir la calle, buscar una salida, pero no puede más. No puede más y decide acabar con todo.

 

¿Quién es capaz de juzgarla?

 

¿Quién puede decir de esta mujer que no ha luchado, que no ha combatido un sistema inmoral y corrupto, que ha sido capaz de denunciar a los Centros de los que oímos todas las semanas noticias de denuncias e ilegalidades?  ¿Quiénes de aquellos que luchan durante toda una vida no se han sentido exhaustos y han deseado alguna vez tirar la toalla? 

 

Porque, a veces, la vida se vuelve insoportable.

 

¿Qué dirá el padre ausente, volando sin responsabilidad alguna? ¿Qué dirán los responsables de dependencia, de los Centros? ¿Qué dirán los jueces? ¿Qué dirán aquellos que no saben lo que es abrir las calles con sus propias manos? 

 

Nieves Rodríguez Rivera es profesora de Lengua y Literatura y escritora.

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