Hubo que conquistarlo

El Estado del Bienestar hubo que pelearlo para conseguirlo. No fue un regalo. No fue una dádiva. Ni siquiera una concesión de las clases pudientes hacia las populares, más allá del asistencialismo a través de la Iglesia católica y, eso sí, con la importancia de la doctrina social cristiana formulada en la encíclica ‘Rerum Novarum’ (1891) de León XIII. Mas el protagonismo residió en el movimiento obrero que se organizó política y sindicalmente. Sin eso, sin ese esfuerzo colectivo intergeneracional, no tendríamos hoy lo que tenemos. Por cierto, esa pugna fue entre capital y trabajo, nunca entre las nacionalidades de los trabajadores.

Por eso la confrontación entre unos trabajadores y otros en función de dónde haya nacido y el color de su piel o religión es un elemento distorsionador del capital cuando se encuentra en peligro y, entonces, asoma la reacción neofascista. Subrayo: el Estado del Bienestar es fruto del trance entre capital y trabajo, nunca entre trabajadores. La motivación de Vox de enfrentar a la ciudadanía con los inmigrantes, es engañosa. Es una acción de la extrema derecha: en España, Francia, Italia o donde se tercie.

Tenemos que preservar la memoria del movimiento obrero que logró el Estado del Bienestar. Que fue una realidad consolidada en el Viejo Continente tras la Segunda Guerra Mundial pero que, en el caso de España, hubo que esperar a la muerte del dictador Francisco Franco y la Transición. Aquello tampoco fue un recreo. Es decir, España se incorporó tarde (con décadas de retraso) al modelo social europeo. Es más, cuando lo hace casa precisamente (casi) con el inicio del neoliberalismo ochentero de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Llegamos con retraso.

Es muy oportuno visualizar el documental ‘El espíritu del 45’ (2013) de Ken Loach. Muestra cómo se gestó el Estado del Bienestar gracias a los lazos colectivos, el espíritu social y la conciencia de clase en la posguerra en Gran Bretaña. Sin conciencia de clase, difuminada deliberadamente por el neoliberalismo y la sociedad de consumo, las clases medias y trabajadoras están destinadas a su proletarización, a la vez que observa restringirse sus derechos y carcomida su autoestima. Sin lo colectivo, no somos nada. Solo a los poderosos le interesa que se atomice todo, absolutamente todo, al compás del libre mercado. Ahí no habrá Estado del Bienestar, el que heredamos gracias a las generaciones anteriores y su compromiso político, sino individualismo feroz que se mata mutuamente. Mientras tanto, esgrimen el trampantojo del racismo y el miedo al inmigrante. Más conciencia de clase y menos ego con afán consumista.