El historiador griego Plutarco, a finales del siglo I, narró en su obra Vidas paralelas que el rey Tigranes ordenó decapitar al mensajero que le trajo malas noticias, consiguiendo que desde entonces nadie se atreviera a contarle la verdad. A pesar de que el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que «todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión», así como a difundir informaciones y opiniones veraces «por cualquier medio de expresión», lo cierto es que hoy en día disponer de una prensa libre sigue siendo una quimera en gran parte del mundo.
En todo conflicto bélico, la primera baja suele ser la verdad. Pero en el genocidio del pueblo Palestino, no solo la verdad ha sido herida de muerte; también lo han sido aquellos dedicados a buscarla y transmitirla. Los periodistas que trabajan en la Franja se enfrentan a una realidad dual y aterradora: por un lado, el riesgo constante de morir por bombas y disparos, y por el otro, una sofocante capa de censura, restricciones y desinformación que busca moldear la narrativa del conflicto lejos de la mirada del mundo.
Más de 140 periodistas palestinos han sido asesinados en Gaza desde el 7 de octubre de 2023. No son «daños colaterales»; muchos fueron atacados de manera deliberada mientras realizaban su trabajo, identificados por sus chalecos de prensa y sus vehículos claramente marcados. Su crimen: ser testigos. Se ha construido un sistema complejo diseñado para controlar la narrativa, aislar a Palestina y ocultar los crímenes de guerra. El silenciamiento de periodistas es una estrategia con múltiples aristas que incluye violencia letal, restricciones físicas y digitales, presión económica y un marco legal asfixiante, todo ello con una alarmante impunidad.
Los señores de la guerra libran la batalla por la narrativa mediante acusaciones y deslegitimación con la etiqueta de “terrorista”: una estrategia clave. Israel acusa a medios que no ignoran la situación, como Al-Jazeera, de ser “portavoces de Hamas” y a periodistas palestinos de ser “terroristas con cámara”. Esta estrategia no solo los deshumaniza ante la opinión pública internacional, sino que parece servir como justificación previa para ataques. Ataques que también reciben las flotillas de ayuda humanitaria que parten de distintos puertos para intentar romper el bloqueo al que Israel somete a la población palestina.
El mundo no percibe la profundidad de la crisis humanitaria. Sin testigos, los abusos pueden continuar sin ser registrados. Se pierde una perspectiva crucial. La información se vuelve unilateral, dependiente de los comunicados del ejército israelí. Se vulnera el derecho a la información de la comunidad internacional, creando un precedente peligroso. Si un gobierno puede silenciar a la prensa con impunidad en un conflicto, otros seguirán el ejemplo; la violencia, las restricciones y la batalla narrativa son caras de una misma moneda: el control absoluto de la información.
Defender el derecho de los periodistas palestinos a informar no es tomar un bando político; es defender la esencia misma del periodismo: ser testigo de la verdad, especialmente en las zonas de conflicto más oscuras. Su silenciamiento es una herida abierta para la libertad de prensa global. Palestina se ha convertido de facto en un campo de batalla sin reglas. La profesión periodística siempre ha conllevado riesgos en zonas de guerra, pero lo que ocurre en Gaza y Cisjordania, según organizaciones internacionales como el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) y Reporteros Sin Fronteras (RSF), constituye un caso sin precedentes en el siglo XXI.
Las cifras son alarmantes: más de un centenar de trabajadores de los medios de comunicación han perdido la vida en pocos meses, una cantidad que supera el número de periodistas fallecidos durante toda la Segunda Guerra Mundial. Muchos de ellos perecieron junto a sus familias en ataques aéreos sobre sus hogares, otros mientras cubrían la información en el terreno, a menudo portando chalecos identificativos como “prensa”. Ante estas muertes, surge la siguiente pregunta: ¿se trata de daños colaterales en un complejo escenario bélico urbano o existen objetivos deliberados?… Desde la acera de enfrente.
Gregorio Viera Vega fue concejal socialista en el Ayuntamiento de Telde.

























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.188