Las mañanas tienen un brillo especial cuando la emoción se abre paso entre recuerdos y abrazos. Así ocurrió este jueves, 4 de septiembre, en la vivienda de Doña María González Santiago, una mujer que hoy, al cumplir 99 años, no solo celebró la vida, sino también la huella profunda que ha dejado en su familia y en su ciudad.
La sorpresa comenzó a gestarse en silencio, entre complicidades y sonrisas contenidas. Sus hijos, nietos, biznietos e incluso un tataranieto —una descendencia tan numerosa que cuesta ponerle cifra exacta— aguardaban en la puerta, expectantes, mientras la homenajeada reposaba tranquila en su sillón favorito, en la entrada de su hogar.
De pronto, apareció el alcalde de Telde, Juan Antonio Peña, que se acercaba con un ramo de flores en las manos. Dentro, María lo observó con atención. Ese rostro le resultaba familiar, como si la memoria quisiera tender un puente. Y entonces, la chispa: —Usted es el alcalde… —susurró entre lágrimas.
Los ojos claros de Doña María se llenaron de emoción y, al mismo tiempo, los suyos se reflejaron en los de su familia, muchos con el móvil en alto para atrapar en imágenes un instante que quedará grabado en sus corazones. Hubo lágrimas compartidas, sonrisas tímidas y un silencio que lo decía todo. Con la voz serena, el primer edil le respondió: “El agradecido soy yo, por dejarme estar aquí, en un día tan especial, y abrirme las puertas de su casa. Esta sorpresa fue idea de su familia, y a ellos debemos darle las gracias”.
El gesto se convirtió en símbolo: la vida de Doña María, que comenzó en Montaña Alta de Guía y que más tarde la llevó al barrio de El Goro, ha tejido un legado de afecto, arraigo y fortaleza. Madre de seis hijos, pilar de generaciones, y ahora matriarca de una familia inmensa que se multiplica en nietos, biznietos y tataranietos, sigue siendo el centro que reúne a todos en torno al valor más grande: el amor.
Los 99 años de Doña María no se contaron en velas, sino en miradas, en manos entrelazadas y en el gesto entrañable de un pueblo que reconoce en ella la historia viva de Telde. Una vida larga y plena que se convierte en regalo para quienes hoy tienen la suerte de compartirla.























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