Zumo de alegría

La alegría se busca, se fomenta. No te viene sola. La alegría sí es recibida si haces por tener tu propio camino en la vida, tu proyecto; el que sea, desde luego. Pero tenerlo. Los hay que anhelan que las tardes sean espacios supuestos de liberación para desparramarse en el sofá y consumir televisión durante horas. Puede que los primeros días suene bien, sobre todo, si te acabas de jubilar o andas soportando una contingencia común, pero antes o después asoma la tristeza. La comodidad no es síntoma de felicidad. La comodidad, como la del aire acondicionado, facilita las cosas, pero ya está.

Si vives sin ilusión, no hay alegría. La alegría no es fármaco de nada, ni antibiótico, pero es la mejor armadura para encarar el desafío de vivir. Que es un reto. Y que hay que asumirlo sin manual de instrucciones. La televisión sí dispone de manual. El sofá puede que también, por si fuese el caso de que tuvieses que armarlo directamente en casa. Pero vivir no tiene indicaciones. Es decir, desconfía de aquello que te venga acompañado de un folleto de cómo hacer esto o lo otro.

El problema de la desidia, de las trayectorias planas, es que se contagian. Tienes que estar alerta. No dejes que tu acompañante, tu pareja, indolente supino en el salón, te irradie esa dejadez vital. Todo esto viene bien recordarlo ahora que empieza septiembre y que la multitud se propone mil objetivos para, a lo más, cumplir alguno, si es que ocurre. En octubre la lista de intenciones es pasada por agua.

Quédese con la voluntad. Tener voluntad es más de la mitad de la receta del éxito. Una voluntad recia, inasequible al desaliento, eso vale oro. Y te permite emplearla para cualquier faceta. Así que antes de mentalizarse sobre metas a desarrollar, pregúntese si tiene voluntad a mano. De no ser así, arregle esto primero antes de ensoñar ir al gimnasio, leer, aprender manualidades o ir a correr. Las tardes son lo que queramos que sean. El problema estriba cuando no tenemos criterio y, entonces sí, cada tarde se antoja la decadencia de la vacuidad vital en la que irrumpen los peores vicios, el aburrimiento y el dejar pasar el tiempo como el que cree que es eterno, y que nunca se morirá. La actitud lleva a más actitud. Es empuje. Es alegría.