
Desde las alturas veo tu arco de luz abierto,
pequeño asoma el puntón, meta de aquella inmersión,
vuelves a abrirme tu mano, me lleno de tu agua clara,
¡aún estás ahí, Melenara!
Ya vuelvo de nuevo sobre los pasos que dibujados en la arena de mi playa de Melenara, icónica cala del litoral teldense, atrás iban quedando, testigos de un recorrer otras orillas, otros caminos, otros mundos, en pos de diferentes sueños que mi imaginario pudo rescatar, guardar y contener desde que un lejano día de octubre del 54, mis infantiles ojos, inocentemente conscientes de lo que veían, se abrieron ante el esplendor de aquel arco de mar abierto, una bahía, una playa, resguardada por una escarpada terraza de apretadas y oxidadas coladas, cuyas quemadas fauces deslizaban las sombras del atardecer sobre las tranquilas aguas del acantilado de Taliarte, y la cotidiana labor de unos duros y rudos hombres de la mar, los pescadores.
Un muelle, aquel viejo muelle, de gratos recuerdos para los que desde su lomo en días de mareas altas nos lanzábamos sobre la lámina de aguas cristalinas, en nuestros reducidos horizontes de niños, eso era lanzarse sin medida a la gran aventura, búsqueda de la misteriosa profundidad marina que todo isleño de cualquier manera está atado a ella. Zambullidas, margullos y miedos por vencer en el atractivo fondo, que translúcido, nos llamaba en nuestras aventuradas inmersiones hasta la roca del Puntón. Aquel ir y venir del agua a la arena, negra arena que caliente acariciaba nuestra piel y nos rebozaba de una oscura mezcla de materia, formas y natural alegría, devolviéndonos a las olas para purificar, una y mil veces más, la inquieta anatomía de aquellos chiquillos que éramos entonces.
Escondidos, agazapados bajo las barcas de los marinos de Melenara, escudriñábamos todo el pequeño mundo que entre sus vetustas quillas, bien ensambladas y calafateadas cuadernas, entre las redes y el salitre de los palos, remos y maderos, nos brindaba el horizonte de la línea de playa, sus arenas, sus orillas y el rumor de la algarabía que sobre el aire llegaba hasta nuestros oídos, atentos, curiosos por descubrir, desde aquel improvisado refugio, la naturaleza de los que como nosotros, sin mesura, vagamente veíamos, sin pensar en nada, pasar el tiempo.
Sobre aquellas arenas, las de Melenara, una fila de casas tendidas al sol, una línea de típicas construcciones de madera que soportadas por pilotes se alzaban y separadas unas de otras, dejaban ver entre sus pequeños callejones, un marco de paisaje azul, con la sorpresa de un relajado espectador que, asomado a una ventana, dejaba viajar su letargo sobre la belleza de tal paisaje, un mar océano, un pedazo de Atlántico y un alisio, que se colaba por cada poro de su piel y mente.
Y el mar, el de aquellas olas, el de aquellas mareas, el mar que daba frutos a los duros y sacrificados marinos de mi litoral, el mar que me enseñó a mirar más allá del horizonte, aguas de versátiles matices, aguas buenas, aguas de remanso, aguas que arrojan de tarde en tarde sus malas digestiones en forma de rebosos y vertiginosas resacas, orillas que despertaron las sombras que, sobre sus arenas, como espejos, reflejaron sutiles y femeninas ensoñaciones. ¡Ay, Melenara y tus orillas! y aquella infinita superficie de destellos que, bajo el sol, nos dejabas admirar en cada verano para recargar nuestros frágiles espíritus y recordarte desde el frío pupitre, en el aula de aromas a tiza, pizarra y catón moderno, cuando volviéramos al docente curso de nuestros ya lejanos bachilleres.
¡Ah, Melenara! un gracioso y cariñoso requiebro a tus excelencias, la naturaleza quiso brindar a nuestro primigenio litoral de Telde, hoy gran urbe, de un milagro forjado de finos depósitos, rocas, extraños caprichos cincelados por las caricias y enamorados besos de un dios inmenso, pincelada de luz atlántica en un piélago de infinitos contrastes, surgidos de un magma infernal en un estertor de dolorosa fractura telúrica, cicatrizadas tus heridas, suavizadas tus arrugas por el enardecido sortilegio del canto de una harimaguada, sirena en tierra, que bajo tus arenales permanece dormida.
Melenara, de histórica memoria y literario relato, pretendida posesión de cuerpos, armas y voces extranjeras que violaron tu silencio, conquistando tus sagradas caderas y como piratas penetraron en tu vientre para hacer a la fuerza, samaritana aguada que, con orgullo, defendiste, vendiéndose allí el agua fresca de tus entrañas muy cara, en tu particular dragontea.
Limpias corrientes sobre tu líquida epidermis se desplazan hacia poniente y como arterias submarinas llevan, lavan y entretejen el misterio de tus ocultos abismos paridos en la noche de los tiempos, discretos susurros de cómplices mensajes que desde otras bocas otros mares traen, y tú, repartes entre tus costeras hermanas, nacidas del mismo abismo, del mismo tálamo compartido, de un mismo parto, hijas de un mismo corazón que desde las altas calderas derramó su flamígera savia hasta fertilizar el manto fértil de tu futura esencia.
Lejos, colgadas en el universo la magia de un río de luna brillará sobre tus mareas y detrás otro hijo del cosmos, tímido, se irá para no volver, y tú Melenara, nombre de mujer, de diosa erguida en mosaico de añoranzas y tiempos ya vividos, de experiencias y visiones servidas por nuestra madre de atlántica naturaleza, estás ahí, meciendo con rítmicos arrullos de besos marinos el destino de la isla que nos acoge, y un bronceado Neptuno vigilante, estático, sobre la vieja roca anclado cela sus dominios y los míos.
Melenara, vuelves a abrirme tu mano de sales, espumas, rumores de sosegadas olas se llevan las nuevas huellas dibujadas en tus arenas para custodiarlas con las del pasado, me lleno de la gran marina que asomado a tus terrazas, el azul de tu agua clara, impregna mi memoria, mi espíritu y, consumidos calendarios, en los caminos de regreso en el tiempo con mi playa y el espectáculo de luz que festeja la noche elevando al cielo su misterio escondido, mi cita se cumple y, ¡aún estás ahí, Melenara!
Jesús Ruiz Mesa es colaborador cultural de TELDEACTUALIDAD.
































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