
Irrumpe el curso de todo: político, escolar, laboral… y de libros. Enseguida los escaparates se pueblan de las novedades al uso (novela y ensayo) que atraen al lector. Y los buenos lectores ya saben que el vicio de leer no tiene límite. Por ejemplo, entras en una librería para ojear o empatar el tiempo porque has quedado en la zona, y
no sé qué ocurre que, al final, te llevas unos ejemplares para casa. Luego los leerás pasado el tiempo (toda lectura tiene su momento) mas no tiene término el hambre de hacerte con libros.
Puede que haya algo emocional y de paz interior que te impulse a comprar. Es decir, entrar en una librería es hacerlo en un templo. Sales como nuevo. Y ya se sabe que la neurociencia y esos menesteres explican mucho de los comportamientos. También los hay que socializan en estas tiendas, a modo de escapatoria para los tímidos, y luego los que prefieren ir a lo suyo a modo de peregrinación. Gustos hay para todo. Pero una ciudad sin librerías no es nada. Por eso igualmente hay que fomentar el consumo en esas pequeñas librerías que hacen también de papelería y que conforman el paisaje de Telde, Arucas, Santa Brígida y el resto de la isla. Hacen un esfuerzo por tener una parte importante del local destinada a libros. No tienen gran fondo de armario, solo novedades, pero cumplen su papel.
Esta semana tenemos el retorno del capitán Alatriste. Y eso promete. Ojalá vengan otras aventuras del personaje de Arturo Pérez-Reverte. Alatriste y la soldadesca de los Tercios de Flandes honran las virtudes y miserias de la condición humana, a la par que apelan a una España imperial que comienza su decadencia. Hacía años que el escritor tenía aparcado a nuestro capitán. Vive Dios que hace bien en rescatarlo, y que sea por largo ciclo.
En fin, que septiembre sea asimismo un mes para acercarse a las librerías. No esperen a la Navidad. Que la vuelta a la normalidad suponga comenzar lecturas. Y los que tengan pensado ir a la playa y descansar a la luz del otoño en lontananza, aprovechen para hacerse con novelas y ensayos. El único problema de los libros, que no es poco, es que demandan espacio. Y ahí cada uno tiene que ideárselas. Por lo demás, es munición para afrontar los reveses de la vida.




















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