Lealtad y honestidad

Aún queda compromiso y palabra dada en política. En el Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana tres concejales de NC, que obtuvieron el acta gracias a la plancha de la que formaron parte, mantienen su lealtad a las siglas y, no siendo menos, hacia la ciudadanía que depositó su voto en las urnas. Yaiza Pérez Álvarez, Ramón Leví Ramos Sánchez y Ofelia Alvarado Sánchez pueden pasear con la cabeza alta por la avenida de Canarias, sin tener que rehuir la mirada del vecindario y con la honestidad por delante.

Son ediles que no han practicado el transfuguismo y perviven en el vínculo con el partido, con el que precisamente se presentaron en sociedad. Una actitud coherente que les valdrá para el resto de sus vidas, cuando algún día dejen de ser representantes del pueblo que se sientan en el pleno, podrán regocijarse por los cuatro costados en la satisfacción de que no han traicionado, de que no han sido partícipes de la corrupción electoral que supone el transfuguismo. A diferencia de otros, no se han ido a una distinta formación a militar a la vez que retienen el acta que cosecharon amén del partido originario en el proceso electoral. Yaiza Pérez Álvarez, Ramón Leví Ramos Sánchez y Ofelia Alvarado Sánchez no han perpetrado un fraude, siguen intactos en su responsabilidad hacia la ciudadanía.

Estas cosas tan elementales, que se daban por sentadas hasta no hace mucho, son hoy distorsionadas y puestas al servicio de intereses oscuros. Claro, luego dirán que la democracia representativa está en crisis. Lógico. ¿Cómo no lo va a estar? El transfuguismo es munición para la extrema derecha, para los neofascistas de todo pelaje, para los populistas sin criterio. Para los que retuercen la voluntad de la ciudadanía manifestada en las urnas para rubricar maniobras torticeras, sea en Santa Lucía de Tirajana, en otros consistorios, en el cabildo o en Alaska. Los principios son los principios, la democracia es la democracia.

Qué menos que no engañar al electorado que te votó. Las personas que aquel domingo de liturgia electoral, se asearon, se vistieron y se desplazaron al colegio electoral a depositar la papeleta, porque esa papeleta es lo único que tienen para hacer valer sus derechos ante los demás. Esa papeleta que introdujeron en las urnas fue posible gracias al sacrificio del compromiso militante de las generaciones anteriores, incluso de aquellos que dieron su vida en el movimiento político, sindical y vecinal para que hoy podamos votar.

Esa papeleta, esa bendita papeleta que no fue un regalo sino que hubo que conquistarla y pelearla ante la dictadura franquista, iguala a ricos y pobres, no hace distinciones por la cuna en la que naciste. El transfuguismo no tiene un pase. Toca denunciarlo. La dignidad y la entereza de la gente de bien, no tienen precio.