Statistiche web
El tiempo - Tutiempo.net
695 692 764

Domingo, 26 de Octubre de 2025

Actualizada Domingo, 26 de Octubre de 2025 a las 15:13:29 horas

Desde la acera del frente

La coalición de los humillados

Reflexión del exconcejal socialista Gregorio Viera Vega

GREGORIO VIERA VEGA 2 Domingo, 24 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Domingo, 24 de Agosto de 2025 a las 15:45:53 horas

La política local se presenta como un terreno fértil para la formación de la coalición de los humillados. Es en este ámbito donde la ciudadanía experimenta de manera directa la sensación de abandono y donde encuentra mayor capacidad para organizarse y generar un cambio tangible de forma inmediata. Esta fuerza, poderosa, volátil y a menudo efímera, define la vida política en nuestras ciudades. En los tejidos más profundos del entramado social y político de nuestro tiempo, se percibe una energía silenciosa pero imparable. No se trata de la energía de los victoriosos, los poderosos o aquellos que ocupan los titulares de prensa. Es la energía de quienes han sido ignorados, despreciados y relegados a los márgenes.

 

En tiempos recientes, se ha ido gestando un fenómeno orgánico, un sentimiento compartido de agravio que, al encontrar un canal de expresión, puede transformarse en la fuerza más disruptiva. Es la respuesta a una pregunta que la élite política y económica lleva años formulando sin prestar atención a la respuesta: “¿Qué más quieren?”. La humillación en el siglo XXI adopta diversas formas, a menudo sistémicas e invisibles para quienes no la padecen. La humillación económica, caracterizada por el empleo precario que no permite vivir con dignidad, sino solo sobrevivir; la del mileurista con estudios superiores que observa cómo el esfuerzo no se traduce en progreso; la del pequeño comerciante ahogado por la presión fiscal y la competencia de los gigantes digitales; la sensación de que el sistema está diseñado para que unos pocos obtengan beneficios constantes, mientras la mayoría asume el costo.

 

La humillación cultural e identitaria se manifiesta cuando la ciudadanía ve menospreciadas sus tradiciones, lenguaje o forma de vida por una élite urbana y globalizada, que las considera “atrasadas” o “políticamente incorrectas”. Es la humillación del obrero cuya experiencia vital se desestima por considerarse menos ilustrada que la de un académico. La humillación política, quizás la más profunda, se experimenta cuando el votante observa cómo las promesas electorales se incumplen reiteradamente sin consecuencias. Es la sensación de ser un mero número en una encuesta, un espectador pasivo de un teatro donde los actores –la clase política– cambian de guion a su antojo, protegidos por una burbuja de inmunidad e impunidad.

 

Durante años, esta humillación se internalizó, viviéndose con vergüenza, como un fracaso personal. “Si no prospero, es porque no me he esforzado lo suficiente”, era la creencia predominante. Sin embargo, este relato se ha debilitado. La crisis financiera de 2008, la pandemia de 2020 y la posterior crisis del coste de vida han actuado como catalizadores, transformando la vergüenza privada en una indignación pública colectiva. La gente comenzó a comprender que su humillación no era un caso aislado, sino un denominador común. De esta conciencia compartida surge la “coalición”. Ya no se está solo. Se descubre que el problema no es individual, sino colectivo. El problema es el sistema. 

 

Por un lado, esta situación puede alimentar movimientos “populistas” de diverso signo que, con un discurso maniqueo de “nosotros (el pueblo puro) contra ellos (la élite corrupta)”, canalizan el descontento hacia soluciones simplistas para problemas complejos. Estos movimientos aciertan en el diagnóstico –la humillación–, pero fallan estrepitosamente en la terapia, polarizando aún más la sociedad y erosionando las instituciones democráticas.

 

Por otro lado, puede ser el germen de una “regeneración democrática auténtica”. Puede propiciar nuevas formas de participación ciudadana, como asambleas ciudadanas, plataformas municipalistas o movimientos transversales que exijan una política más honesta, cercana y efectiva. Es la semilla de la esperanza que surge del desencanto. Dejando de lado la venganza que, si bien es un impulso comprensible, resulta destructivo. La venganza busca derribar a los de arriba para ocupar su lugar, perpetuando así la lógica de la humillación, solo que con los roles cambiados. Es la política del resentimiento. 

 

En cambio, el reconocimiento es constructivo. Es la demanda de ser vistos, escuchados y tomados en cuenta. Es exigir que la dignidad, no solo el poder adquisitivo, sea la moneda de cambio de la política. Implica construir un nuevo pacto social donde el mérito, el esfuerzo y la contribución a la comunidad sean recompensados de verdad, y donde la voz de todos cuente por igual, no solo la de los que gritan más fuerte o tienen más recursos.

 

El verdadero desafío, para la política y para la sociedad en su conjunto, es dejar de crear humillados. Es construir un sistema donde la dignidad sea universal, donde el respeto no sea una concesión, sino un derecho fundamental. Hasta entonces, la energía de los humillados seguirá buscando su cauce, recordándonos que cuando se excluye a demasiada gente, el centro no puede sostenerse.

 

Gregorio Viera Vega fue concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Telde.

(2)
Comentar esta noticia
Comentar esta noticia
CAPTCHA

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.159

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.