
La veleta florentina ha vuelto a abrir el pico. Y como siempre, no defrauda: cada párrafo suyo es una mezcla de folletín de mala calidad, publirreportaje encubierto y monólogo de taberna. Esta vez, su fijación no es otra que montar una novela barata en torno a la limpieza de Telde, atribuyendo conspiraciones mediáticas, campañas oscuras y guerras de contenedores como si estuviera relatando Juego de Tronos pero con olor a lixiviados.
El problema no es que escriba, sino que lo haga convencida de que alguien aún se toma en serio sus malabares narrativos. Porque la florentina no informa, regurgita. Da igual que sean datos, rumores o chismes de pasillo: su pluma se mueve al compás de la chequera que le marque el paso. Hoy defiende a Calderín como si fuese Juana de Arco en la batalla del cubo; mañana lo mismo la crucifica si cambia el viento. Eso sí, siempre con la misma muletilla: la culpa nunca está en la gestión, siempre en el “enemigo mediático”.
Un artículo que apesta a encargo
¿Quién puede creerse que las montañas de colchones, sofás y termos eléctricos abandonados en Jinámar son fruto de una “campaña orquestada” por un medio? Solo la florentina, que necesita inventarse enemigos para justificar lo injustificable. No es casualidad que cada vez que la gestión municipal en determinadas áreas (Limpieza, Alumbrado, Protección Animal, etccétera) hace aguas —y aquí hablamos de suciedad—, ella aparezca con la artillería cargada contra los críticos, blanqueando a quienes deberían dar explicaciones.
El artículo no huele a tinta, huele a pago en diferido. Una oda al ventilador del fango, pero camuflada de “crítica periodística”. Si el periodismo es fiscalizar al poder, lo suyo es justo lo contrario: un publirreportaje con disfraz de editorial.
La veleta y su eterna coreografía
La veleta florentina es un espectáculo en sí misma: ayer fue bandera del progresismo, hoy aplaude al conservadurismo, y mañana, según sople el viento, jurará que siempre estuvo con los de en medio. Da igual. Ella siempre encuentra un amo al que servir, un micro a sueldo donde colocar su retahíla de despropósitos. Lo único estable en su discurso es la inestabilidad.
La Telde real frente al cuento florentino
La realidad es testaruda: Telde sigue sucia, los contenedores revientan, las papeleras escasean y los vecinos se quejan. Pero la florentina prefiere mirar hacia otro lado, sacar brillo a lo poco que funciona y culpar de todo a una “conspiración mediática” que solo existe en su imaginación febril. Es la misma táctica de siempre: si no puedes limpiar las calles, limpia tu relato.
Al final, su artículo no es más que otro ladrillo en el muro del descrédito periodístico. Una sarta de excusas envueltas en papel satinado para contentar a quien le pague la fiesta. Porque la veleta florentina podrá cambiar de amo, de discurso y hasta de ideología, pero hay algo que nunca cambia: su falta de vergüenza a la hora de escribir.
Y eso, en periodismo, es lo único que no se recicla.
Pedro Regalado.
El gato en el último árbol | Miércoles, 20 de Agosto de 2025 a las 14:53:37 horas
Si no me equivoco creo que no la señora no iva y salió de concejala con Marcelino es un amigo ... ussss es como la canción de la llenca izquierda izquierda derecha derecha un dos tres
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