
Luis Argüello ha aclarado estos días qué es la migración y el drama humano que conlleva. Para empezar, porque toda persona es hijo de Dios; con independencia de donde haya nacido, el estatus social de su familia y el color de su piel. Es de primero de cristianismo. A todas estas, a la vez que el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española lo remarcaba, indicaba que los flujos migratorios forzados no son aleatorios, no son fruto del azar, sino que, al contrario, responde a las dinámicas del conflicto entre capital y trabajo en la economía. Claro, la lógica del capitalismo (su naturaleza intrínseca) no es cristiana sino que opera a favor de otros intereses que no tienen nada que ver con la dignidad de la mujer y el hombre.
Esto ha supuesto que Vox se lanzara contra la jerarquía eclesiástica. Evidentemente, ya tenían ganas Santiago Abascal y los suyos hace tiempo de desatarse ante la Iglesia católica, pero vieron en esta defensa de la dignidad humana del migrante por parte de la Conferencia Episcopal la gota que colmaba el vaso para que Vox arreciara en sus críticas.
La xenofobia es incompatible con el cristianismo. Y Argüello lo ha recordado. También tiene como cometido asegurar la independencia de la Iglesia católica frente a los partidos políticos, cualquiera de ellos, de la ideología que sea. Mas Vox es un elemento desestabilizador del sistema democrático pues la iglesia también, a su modo, hace política como la hace el vecino del quinto o el dueño de la ferretería de la esquina en el barrio. Todos hacemos política. Lo que no puede hacer la Iglesia católica es partidismo.
Propugnar la dignidad de la persona, rechazar la avaricia, denunciar la sociedad de consumo, invocar la justicia social… es (a todas luces) hacer política. Y legítimamente. Y este es el discurso y obrar que se propone la Iglesia católica, le pese a quien le pese. Vox es una formación antisistema en la medida que desea quebrantar el orden democrático devenido de la Transición. La paz, la concordia y el respeto son valores políticos que merecen ser preservados desde diversos ángulos. Tener al dinero como afán es santificar un falso Dios. Conlleva espolear la soberbia. La misma que mira con desprecio al prójimo que viene en patera o en un cayuco jugándose la vida, para mejorar sus posibles. Eso no significa que los flujos migratorios no deben ser regulados y pautados; no puede ser una anarquía que, por otra parte, a nadie interesa. La xenofobia que irradia Vox no es amor cristiano ni complicidad hacia el prójimo sino racismo dirigido al pobre, al excluido. Y, no lo olvidemos, al capitalismo ‘per se’ no le importa la igualdad, el reparto de la riqueza y el mensaje de Dios. Sus intereses son muy distintos, y opuestos a lo que significa Jesucristo.
Margarita Abbud Mas | Lunes, 18 de Agosto de 2025 a las 20:29:08 horas
Muy buen artículo del Sr. Álvarez Gil.
Nada de partidismos, como católicos tenemos que unirnos a lo que expresa el Presidente de nuestra Conferencia Episcopal. Recordando también al Papa Francisco :acoger, proteger, promover e integrar con dignidad y respeto.
El tal Adolf que no "pasó el corte" para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Viena sí que dejó muchas franquicias por el mundo:Rassemblement National, Amanecer Dorado..., ¡qué pena.!
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