Lealtad, confianza y ceses: la naturaleza de los cargos de asesores

La destitución de Ángel García como jefe de Gabinete de Alcaldía en el Ayuntamiento de Telde, avanzada por TELDEACTUALIDAD, no debería causar sorpresa, ni ser leída con dramatismo. Es la expresión natural del principio que rige los llamados cargos de confianza: están al servicio directo de quien los designa, y su permanencia en el cargo depende, precisamente, de la continuidad de esa confianza.

Desde el punto de vista administrativo, estos puestos —adscritos a la figura de personal eventual— no responden a oposiciones ni escalas funcionariales, sino a la necesidad política y estratégica del líder que los nombra. Son asesores, jefes de gabinete, responsables de comunicación o protocolo... perfiles que no están para quedarse, sino para servir mientras exista sintonía en los objetivos, los métodos y, por qué no decirlo, la lealtad.

Esa palabra —lealtad— es tan importante como la preparación técnica. Y no porque implique obediencia ciega, sino porque exige compromiso con la agenda política, con el estilo del gobierno, con los tiempos de la gestión. Un cargo de confianza que no acompaña, que desvía el rumbo o que simplemente deja de ser útil a quien le ha elegido, pierde su razón de ser. Y entonces, cesa.

¿Es un castigo? No. Es un movimiento legítimo, muchas veces inevitable, otras veces incluso saludable. Mantener a alguien solo por las apariencias o por la inercia burocrática sería una irresponsabilidad política. De hecho, cuando un responsable público asume que ya no cuenta con la implicación o el respaldo necesario en su entorno cercano, lo coherente es reordenar el equipo. Mejor a tiempo que tarde.

Ángel García, con formación y experiencia en Protocolo y Relaciones Institucionales, fue una apuesta de este mandato, y durante algo más de un año ejerció una labor visible en la coordinación de la Alcaldía. Su cese deja vacante un puesto relevante, pero no es un vacío irremplazable. Como ocurre con cualquier cargo eventual, su salida no es una anomalía, sino la consecuencia lógica de la pérdida de confianza.

Y eso no debería escandalizar a nadie, aunque seguro que más de uno pondrá el grito en el cielo. Pero así es como funciona la política. Y así debe seguir funcionando.

Pedro Regalado.