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Colaboración

Indígenas, no aborígenes

Diego F. Ojeda

DIEGO F. OJEDA RAMOS 9 Jueves, 31 de Julio de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Jueves, 31 de Julio de 2025 a las 09:43:50 horas

Indígenas, no aborígenes: la dignidad también se defiende con las palabras

Hace unos días coincidí con un “filo amigo”, sociólogo de formación y de espíritu inquieto, con quien suelo mantener conversaciones estimulantes sobre historia, política y sociedad. Esta vez, el tema que surgió fue el de los primeros pobladores de Canarias. Como suele pasar en estos intercambios, nuestras posturas no coincidieron del todo. Mientras yo defendía que debíamos referirnos a ellos como indígenas, él argumentaba a favor del término aborígenes, y me citó incluso a un reconocido nacionalista que lo utiliza con naturalidad.

 

Aquel diálogo me dejó rumiando una idea que venía madurando desde hace tiempo y que hoy quiero compartir. Porque más allá de los tecnicismos o de las convenciones académicas, hay palabras que arrastran cargas ideológicas, heridas históricas y formas de mirar el mundo que merece la pena cuestionar. Y es desde ahí que nace esta reflexión, con una convicción que para mí es profundamente política: “Indígenas, no aborígenes: la dignidad también se defiende con las palabras”.

 

En Canarias, durante décadas se ha utilizado el término "aborígenes" para referirse a los primeros habitantes del País Canario. Un vocablo que, aunque común en el lenguaje popular y académico, arrastra una carga histórica, colonial y eurocentrista que es hora de desmontar. Porque las palabras no son inocentes. Y para quienes creemos en la justicia social, en la soberanía de los pueblos y en la memoria como herramienta de emancipación, nombrar correctamente es también un acto de dignidad colectiva.

 

Como nacionalista canario y de izquierdas, me niego a seguir usando un término impuesto desde fuera para hablar de quienes fueron los primeros pueblos de estas islas. "Aborigen", aunque etimológicamente significa "desde el origen", ha sido históricamente utilizado por el colonialismo europeo para etiquetar y deshumanizar a los pueblos sometidos, presentándolos como sociedades "atrasadas", "primitivas" o "sin historia".

 

Frente a esa lógica colonial, reivindico el uso del término "indígenas", porque no solo reconoce su arraigo ancestral a este territorio, sino también su condición de sujetos históricos, con cultura, organización social, espiritualidad y formas de vida propias. Decir “pueblos indígenas canarios” es restituirles el lugar que la historia oficial les negó, y colocarlos en el mapa de los pueblos originarios del mundo que han resistido la opresión, el despojo y la invisibilización.

 

No es una cuestión semántica, es una batalla política y cultural. Se trata de asumir una mirada crítica y “decolonial” sobre nuestro pasado, y de abandonar el lenguaje que normaliza el saqueo y la negación de nuestros orígenes. Se trata, también, de construir desde Canarias una narrativa soberana, en la que podamos nombrar lo nuestro desde lo nuestro, sin depender de las categorías impuestas por el centralismo, el academicismo o el relato colonial dominante.

 

Los pueblos indígenas de Canarias no fueron meros “prehistóricos” esperando a ser conquistados. Fueron pueblos libres, con conocimiento, tecnología, economía, espiritualidad y una profunda relación con la tierra. Reconocer eso no es solo un ejercicio de memoria histórica, es también un gesto de compromiso político con el presente: con nuestras luchas por la soberanía alimentaria, cultural, económica y medioambiental.

 

Hoy más que nunca, cuando las fuerzas del neoliberalismo y el neocolonialismo se disfrazan de modernidad, reivindicar la identidad, la historia y la voz de los pueblos es un acto profundamente revolucionario. Como nacionalistas de izquierda, sabemos que la liberación de Canarias también pasa por recuperar su memoria indígena y decolonizar el lenguaje con el que nos han enseñado a mirar.

 

Por eso decimos con claridad: indígenas, no aborígenes. Porque la historia la escribimos también desde el habla, y porque nombrar bien es comenzar a sanar.

 

Diego Fernando Ojeda Ramos fue concejal del Ayuntamiento de Telde y actualmente es asesor en la Consejería del sector Primario, Soberanía Alimentaria y Seguridad Hídrica del Cabildo Insular de Gran Canaria.

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