Román

La próxima semana, a estas horas, se sabrá qué rumbo toma NC y qué papel tendrá Román Rodríguez. El expresidente del Gobierno de Canarias (1999-2003) es uno de los personajes políticos más determinantes en las islas en las últimas décadas. Dirigente de la izquierda canaria, ha combinado el discurso de la justicia social con los intereses de algo similar a lo que podría denominarse empresariado isleño; que lo hubo antes de la globalización desatada en internet y el arreón provocado por la pandemia. Estos empresarios (nunca una burguesía propiamente dicha, como la catalana o la vasca; ¡ojalá hubiese sido así!) tienen sus intereses (razonables, que no entienden los partidos obedientes a Madrid) que conforman una parte importante de la agenda política. Rodríguez los atendió. Aunque así como los ha tenido en consideración, igualmente ha recibido luego el portazo doloroso de estos mismos. Así las cosas, en estos menesteres, el aldeano junto a José Carlos Mauricio han supuesto las dos caras de esta misma moneda; mas cada uno por su lado, claro está.

Román es un buen orador. Se come la tribuna del Parlamento (que añora) y en sus intervenciones parlamentarias disfruta como un niño en la orilla de la playa. Maneja los datos de la economía de aquí, tiene Canarias en la cabeza (como se diría, aunque de otro modo, de Manuel Fraga). Por otro lado, ha lucido siempre una valentía (¿u osadía?) para tomar decisiones contra viento y marea, o inesperadas para los demás, que le ha permitido provocar situaciones políticas nuevas (como la ruptura en su momento de CC) pero también errar. No siempre hay agua en la piscina. Ese arrojo suyo, ha sido alimento de los celos que terceros (desde diferentes ángulos) le han tenido. En numerosas ocasiones, se lanza; y esto le ha permitido victorias, mantenerse en primera línea.

Siente que todavía puede seguir bregando, dando batalla. Que aún tiene carrete. Sin ir más lejos, José Miguel Bravo de Laguna (mayor que él) ha permanecido en activo mucho más, hasta retirarse hace poco como regidor satauteño. Por tanto, el cuestionamiento de los alcaldes que estaban en NC, masculló que le vino anticipadamente. A estos, a su vez, le pudieron las prisas, más la certeza de que tampoco vendrían los cambios que demandaban.

La crisis de NC no acabó en una catarsis que finalmente recompusiera la situación interna. Por el contrario, hubo rupturas, hechos consumados. Muchos se fueron, y hoy están los que están en NC; diezmados pero con ganas de seguir peleando. En este escenario, sobrevenido y precario, más necesario es contar con Román que, encima, es el fundador; vamos, el Carlos Garaikoetxea de Eusko Alkartasuna. NC decidirá en el congreso qué liderazgo adoptará para los próximos años. Cuando ya no tienes nada que perder, y tienes criterio y claridad ideológica, solo resta albergar avances.