
Leo en TELDEACTUALIDAD que acaba de morir un hombre bueno (“en el buen sentido de la palabra”, añadiría Antonio Machado). Lamento la nueva victoria de Ella, esta vez ensañada con una persona decente, noblota, sencilla.
Conozco a Orlando Arencibia Mireles (su segundo apellido me trae recuerdos del aula) desde muchos años atrás, cuando en un encuentro casual me felicitó por un artículo de compromiso social relacionado con Canarias.
A partir de ahí mantuvimos una gran relación personal en la calle y a través de mensajes por guasap, oportunidad que me dio para conocerlo también como fotógrafo.
Su desapasionada pero intensa vinculación al terruño insular y archipielágico siempre estuvo apoyada en la visión universal. La estancia en EE UU, como me dijo una vez, “Me hizo ver que el mundo es ancho, muy ancho”, a la manera de un autor hispanoamericano.
Y la gran ilusión por los estudios universitarios de su hija (cuyo segundo apellido también es aulario para mí) rebosaba su cuerpo.























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