
Cuando Felipe González se encaminaba a su gran victoria electoral de 1982, apelando al cambio, un lema emblemático, no hay nada tan atractivo como repetitivo que blandir el término cambio en una campaña, le preguntaron al candidato socialista qué era eso. Y González aclaró: que España funcione. Todos los partidos políticos, desde su matriz ideológica, especialmente PSOE y PP, acaban por modular su ideario para atraer a votantes de un lado u otro. A fin de cuentas, son marcas electorales combatiendo mutuamente en medio de un supermercado. Y el nicho mayor está en el centro, que no es ideológico, o no necesariamente, sino que es ese enorme magma de clases medias que aspiran al orden y la tranquilidad. Son los mismos que, en tiempos del esplendor del bipartidismo, alternaban su voto a PSOE y PP para decantar gobiernos periódicamente.
Pedro Sánchez, al encastillarse, ha regalado el centro a Alberto Núñez Feijóo. Bien es cierto que una etapa presidencial del gallego en La Moncloa no estará exenta de riesgos, ni mucho menos, ya que estará en disputa la cuestión territorial y el pacto social, si a Feijóo en semejante empresa le acompaña la ultraderecha, pero mientras tanto Sánchez desatiende ese espacio electoral que no entiende cómo no responde políticamente de las acciones propias (por acción u omisión).
De aquí a 2027 pueden pasar muchas cosas, y pasarán, pues aún no está perimetrada la (presunta) mancha de corrupción que salpica a José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García. Lidiar con la incertidumbre se antoja quijotesco para el aparato socialista. Mas el electorado, ajeno a las inercias militantes, le sabe a poco la reacción socialista. También a sus socios de Ejecutivo (Sumar) y parlamentarios. Nadie romperá, de momento por lo menos, aunque no dejarán de desaprovechar la ocasión para distanciarse de Sánchez a la par que reclamar más concesiones. Es la política, cada uno juega sus cartas.
A medida que transcurra el calendario y se mantenga o crezca la espiral de corruptelas, Guardia Civil y confesiones probables en vía judicial mediante, más rocambolesca será la situación presidencial de Sánchez y, por ende, del PSOE. El centroizquierda tiene un suelo electoral, un electorado fiel, pero los más jóvenes no están vinculados a lo que supone el PSOE como concepto emocional de la Transición y la consolidación de la democracia. Le es ajeno. No les pertenece, no lo han vivido. Y eso es lo que abre una ventana de oportunidad a la ultraderecha. El temor de las clases medias que observan la degeneración con preocupación, inclina su simpatía a Feijóo. Sin embargo, los más jóvenes serán presa fácil de Vox. Si la socialdemocracia no existe, arribarán los extremismos. Cuidado. Es una deriva peligrosa.
Olga Maria Rivero Santana | Lunes, 07 de Julio de 2025 a las 11:23:40 horas
¿Hay algo más "extremista" que lo que estamos viendo y sufriendo? ¡Los que llegaron al PODER precisamente por derribar a un gobierno SUPUESTAMENTE, corrupto y a REGENERAR, SUPUESTAMENTE, la vida política, ahí están AGARRADOS al PODER, de está forma REPUGNANTE, imponiéndose, CON LA NARIZ TAPADA, a seguir ahí, aún cuando YA NO TIENEN LA CONFIANZA CIUDADANA!
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