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Rostros de Telde

Treinta años de activismo vecinal: la historia de Meclasa y el liderazgo de Leonardo Hernández

El presidente repasa la historia de un movimiento activo como herramienta organización y resistencia

JUAN ANTONIO HERNÁNDEZ/Telde 9 Domingo, 06 de Julio de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Domingo, 06 de Julio de 2025 a las 07:47:32 horas

Leonardo Hernández Ceballos (16 de febrero de 1981) llegó al local parroquial de Melenara con la expectativa modesta de aprender a tocar la guitarra. El espacio, compartido entre catequesis, costura y reuniones esporádicas, ya era un núcleo en formación sostenido por un grupo de mujeres sin estructura formal ni respaldo institucional que tejían los primeros hilos de lo que en 1995 se convertiría en una organización comunitaria estable.

 

El nombre del retoño colectivo se llama Meclasa, la asociación de vecinos que agrupaba el sector costero formado por Melenara, Clavellinas y Salinetas. El impulso inicial respondió a una carencia acumulada: no existían espacios formativos para adultos, ni actividades sociales, ni canales de interlocución con el Ayuntamiento. La parroquia albergaba los primeros encuentros: alfabetizaban adultos con materiales de la extinta Radio Ecca, se aprendía cerámica y se organizaban sesiones informativas elementales sobre derechos cívicos.

 

Esta agrupación es presidida desde hace veinte años por Leonardo Hernández, quien pisó por primera vez la sede por amor a seis cuerdas. “Entré sin intención de quedarme”, afirma. “Iba por la guitarra, pero terminé involucrándome en todo. No se trataba solo de tocar, sino de entender lo que pasaba fuera del aula”. A partir de ese momento, su participación se intensificó. Empezó colaborando en talleres, asistiendo a reuniones, conociendo las necesidades del barrio y, cuando la anterior presidenta decidió retirarse, asumió el liderazgo sin haberlo solicitado. “Me empujaron, literalmente. Y entendí que no podía negarme. Había mucho por hacer.”

 

El relato que ofrece de esos primeros años es metódico, archivístico. “Lo primero fue poner orden en las prioridades. Había necesidades básicas: aceras que no se tocaban desde los noventa, farolas sin mantenimiento, ausencia de aparcamientos, zonas comunes sin mobiliario. Lo urgente desplazaba lo importante”, afirma Hernández en su despacho en la antigua gerencia de Urbanismo.

 

Hernández acumula dos décadas de liderazgo en la organización que cumplió hace unas semanas tres de actividad ininterrumpida. La celebración del cumpleaños se realizó el local social con un acto que reunió a más de 250 personas. La convocatoria no pretendía exhibir músculo institucional, pero lo consiguió. “Fue una sorpresa. No esperábamos tanta gente. A las dos y media ya estaba lleno y aún quedaba una hora para empezar. Hubo que sacar más sillas. Aquello parecía una boda”, recuerda Hernández.

 

Durante el acto, se rindió homenaje a las fundadoras del colectivo. “Eran mujeres, no tenían presupuesto, no tenían un local, no tenían ayuda de nadie. Pero sabían que el barrio necesitaba algo. Ellas fueron las que empezaron esto. Lo demás vino después.” También se recordaron algunas de las iniciativas desarrolladas en estas tres décadas, desde los cursos de alfabetización hasta las charlas de salud comunitaria. “Esto no es una oficina para dar cursos. Esto es un sitio para hablar, para defender lo nuestro y para que el barrio no se quede callado.”

 

Cuenta Hernández que durante la celebración del aniversario de la asociación sucedió uno de los problemas más graves que sufre este sector costero en los últimos tiempos: la delincuencia pirotécnica: “Ardió un coche en la calle del local social. Media hora después, varios contenedores fueron calcinados en la misma zona. La policía tiene indicios. Lo sabemos todos, pero no hay resultados. Nosotros pedimos más presencia. Y no por alarmismo: por responsabilidad. Hoy arde un contenedor y mañana puede arder un portal.”

 

Treinta años en pie, con o sin luz…

Leonardo Hernández repasó las etapas más exigentes que ha atravesado la asociación. Relató reuniones con luz cortada, temporadas sin cristales ni puertas estables, jornadas enteras con el local operativo pese a las filtraciones del techo o la falta de materiales. “Se cortaba la luz y seguíamos. Venía gente a preguntar cosas del centro de salud, del colegio, de los solares y uno tenía que inventarse la forma de resolver.”

 

El activismo vecinal ha abarcado asuntos diversos. “Se recogieron firmas, se hicieron carteles, se explicaba casa por casa. A muchos les parecía lejano hasta que se dieron cuenta de lo que suponía.” También se han elevado peticiones por el estado del litoral, la accesibilidad en la costa, el mantenimiento de aceras y árboles, y el correcto uso de los solares. “Lo que hace falta se plantea. Si se tiene que ir al Ayuntamiento, se va. Y si hay que llevar firmas o pedir una reunión, se pide.”

 

La asociación mantiene interlocución habitual con varias áreas municipales. Leonardo cita Educación, Participación Ciudadana, Obras Públicas o Servicios Sociales. Valora especialmente la posibilidad de entregar documentos, reunirse, exponer y trasladar inquietudes con respeto. “Depende de la persona que atienda y del momento. Pero la puerta está abierta, y mientras esté abierta, hay que entrar”.

 

… e incluso sin árboles donde cobijarse

Una de las primeras grandes intervenciones del colectivo fue la oposición frontal a la tala de los pinos de la playa, que marcó uno de los episodios más convulsos en la historia de la asociación. Fue también uno de los más simbólicos por lo que significaban: sombra, permanencia, punto de encuentro, huella compartida. “Aquello fue un escándalo. Se los cargaron de un día para otro sin avisar. Nadie supo nada hasta que vimos las copas en el suelo”.

 

La escena se impuso sin consulta ni comunicación previa. “Los pinos de Clavellinas no molestaban. Había gente que se sentaba debajo a hablar, a leer. Quitaron sombra, quitaron vida”. Desde el local social se activó una denuncia pública que incluyó fotografías, cobertura en prensa local, reuniones institucionales y hasta contactos con Medio Ambiente. “La asociación pidió explicaciones. Pero ya era tarde. Lo que queremos es que no se repita.”

 

Aquella experiencia dejó un aprendizaje que todavía reverbera cuando se habla del conflicto más reciente: la ampliación de la planta de gas de DISA. La asociación ha decidido actuar desde el primer minuto. “La planta de gas está demasiado cerca del núcleo poblacional y quieren ampliarla”. Su planteamiento no parte de un rechazo ciego a las infraestructuras energéticas, sino de una defensa razonada del territorio y sus habitantes.

 

“Nosotros no estamos en contra del desarrollo energético. Estamos en contra de que nos pongan en riesgo”. La estrategia combina información técnica, participación ciudadana y coordinación con otros colectivos. “Hemos presentado alegaciones, estamos recogiendo firmas, hemos hablado con otros colectivos. El barrio está informado. Esto no es un invento ni una moda. Hay estudios, hay mapas de viento, hay informes. La planta está donde no debería.” Para Leonardo, la posición vecinal no es solo legítima, sino también previsora: “Que no nos digan luego que no avisamos. Aquí hay niños, colegios y personas mayores”.

 

El futuro se presenta como una continuación más que como una ruptura. Leonardo menciona vecinos jóvenes que han mostrado interés en colaborar, aunque con tiempos distintos y responsabilidades personales que exigen comprensión. “La gente participa si ve que sirve para algo. Si el local funciona, si las reuniones valen, si lo que se dice tiene efecto, entonces vendrán.”

 

La sede continúa activa, con programación mensual, atención constante y reuniones periódicas. “Mientras esto siga sirviendo, esto sigue. Y si un día toca ceder el testigo, se cede. Pero en pie, trabajando y con las cosas claras”. Tanto que conoce los cambios generacionales que dictan transformaciones internas. El cambio de época ha afectado a la participación. “Antes, cualquier actividad llenaba el local. Hoy cuesta mucho más. La gente está más encerrada. Hay menos tejido presencial y eso no se resuelve con un cartel. Hay que salir a buscar a los vecinos uno por uno”.

 

La política del día a día

Con las conclusiones sociales realizadas, Hernández también analiza la relación con las autoridades y el Ayuntamiento. “Nos escuchan. Eso está bien. Pero escuchar no basta. Hace falta ejecutar y planificar.” Para Hernández, la administración local, “la más cercana al vecino” debe pensar en horizontes largos. “No se puede gobernar a seis meses. Hay que pensar a diez años. Nosotros lo hacemos desde una asociación sin medios. ¿Por qué no se puede hacer desde un despacho con presupuesto?”

 

Y concluye: “Esto no es política. Es permanencia. Abrimos el local cada día. Tomamos nota de lo que ocurre. Reunimos a los vecinos cuando hace falta. Entregamos documentos, asistimos a plenos, firmamos convenios. No pedimos nada que no corresponda. Solo que se entienda que el barrio no es una postal: es un cuerpo que respira. Y si se deja sin oxígeno, se asfixia.”

 

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