Roldán en calzoncillos

Hoy el PSOE vivirá (o debería vivir) una jornada de autocrítica y medidas de responsabilidad política en su Comité Federal. Que haya reacción, de la contundencia que merece la ocasión, está por ver. Primará el cierra de filas. Aunque Ferraz se equivoca pues sería atrincherarse cuando la opinión pública detecta que las presuntas corruptelas y el puterío desatado nos retrotrae a la época de Filesa y de Luis Roldán en calzoncillos, el que fuera director general de la Guardia Civil que huyó y hubo que ir a detenerlo (espía mediante) al otro lado del planeta.

Ayer ‘El País’ publicó un sondeo, elaborado por 40dB, en el que certifica la bajada del PSOE. En concreto, los datos que arroja son: 33,3%, PP (+0,5); 27%, PSOE (-2,8); 15,2%, Vox (+1,3); 6,2%, Sumar (+0,8); 3,8%, Podemos… Esta encuesta, que responde al seguimiento periódico que esta casa demoscópica hace para la cabecera, indica el punto de inflexión; a peor si la socialdemocracia no entiende que la sociedad rechaza por completo lo sucedido y no se contenta con medidas cosméticas. Sobre todo, porque la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa en el verano de 2018, sustentada en la moción de censura contra Mariano Rajoy, estaba motivada para atacar la corrupción del PP.

Este más de lo mismo, que rescata los peores episodios del ‘felipismo’ noventero, y pone contra la pared al bipartidismo, es inconcebible en 2025. A la velocidad hoy que concurre la comunicación (amén de WhatsApp) y las dificultades para ordenar la agenda mediática, nada que ver con los parámetros noventeros en los que se desenvolvía Felipe González y José María Aznar, todo esto puede ser letal para una formación política. Las cosas no son como lo eran antes, tampoco los periodos de caída y recuperación de las respectivas marcas electorales. Quizá, incluso, ya no haya perdones electorales futuros.

La corrupción siempre duele. Pero mucho más, es un decir, si atañe al PSOE o al PP, pues ambos están llamados a otorgar estabilidad sistémica. Si uno de los dos cimientos se deteriora y es, al fin, destruido, la arquitectura constitucional (o, cuando menos, el sistema de partidos; aunque suele ir parejo) se resentirá. Iríamos a otra etapa desconocida. Sánchez debe preservar al PSOE, por encima de lo que le apetezca, lo que le interese o lo que le pida el cuerpo. De no hacerlo, de encastillarse, de no dejar paso a otro líder socialista, 2027 puede ser un infierno electoral.