
Hace tiempo que Iñaki Gabilondo está en una segunda línea, en retirada del periodismo, que no vital. Un día llegó a la conclusión que estaba cansado de escucharse a sí mismo o, para ser precisos, entendió que ya no tenía nada más que decir. Tuvo que sentir un alivio envidiable, gesto propio de alguien que dispone de una enorme madurez y una gran inteligencia emocional; qué herramientas tan útiles y valiosas para emprender la vida. Y optó por dejar el videoanálisis que realizaba, por último, en ‘El País’. Con todo, sí es frecuente escuchar las declaraciones de Gabilondo en torno al futuro del periodismo. Él es el primero en advertir que no sabe dónde está la fórmula de su viabilidad, pero sí deja dicho que hoy el periodismo es como el agua potable inestimable que nos hace falta. Dicho en plata, en una inundación lo menos que hay es agua potable y, sin embargo, es imprescindible. Ese es su diagnóstico presente del periodismo.
Ahora bien, es evidente que los medios de comunicación mecen entre la necesidad de la transformación y la competencia directa de la instantaneidad digital, amén de las redes sociales. Estamos asistiendo a una sociedad sin intermediación y, por consiguiente, presa de la confusión y, a la postre, quizá ingobernable. En medio de esa anarquía, llamémoslo así, es difícil ordenar la agenda y, por tanto, las prioridades de la sociedad. Algo que era (y es) elemental, se torna en una misión quijotesca.
A buen seguro, Gabilondo sentirá que tomó la decisión correcta al decir adiós. Cada uno es hijo de su época, y el vasco supo irse. En vez de atisbar que se reordenará el ecosistema mediático sin más, parece que vamos camino de transitar una prueba de fuego donde unos sobrevivirán y otros desparecerán. Los años dirán. Sobre todo, en las democracias europeas, donde el periodismo es vacuna primordial.
Qué oportuna la moderación y sensatez de Gabilondo; su capacidad para diseccionar la complejidad. Desde luego, tenía su ideología (como todo periodista) y tuvo asimismo el respaldo de empresas mediáticas que respetaron su trabajo; algo que entonces se antojaba normal y que ya no lo es tanto. Sin Gabilondo y periodistas de su estilo, no solo hay que buscar el agua potable que invoca, sino abanderar la virtud de la prudencia. Puede que no contenga la avalancha que (parece) se nos viene encima de caos mundial, pero reconforta nuestra cotidianeidad. Y eso no es poco.
Pelayo | Martes, 01 de Julio de 2025 a las 11:55:12 horas
Los periodistas deben de informar, pero no inculcar ideologia, como por cierto hace usted. Se fuerte Cerdán, se fuerte.
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