
El divorcio no se produce cuando lo firmas ante un notario o el juez lo decreta en su sentencia, que sí, que es así judicialmente, pero el cosmos y la grandeza y el misterio de la vida dice (y con toda la razón) que el divorcio se produce mucho antes. Quizá, fue durante una cena de parejas cuando uno de los dos dijo algo fuera de tono o un sinsentido y el otro en ese instante se preguntó a sí mismo con quién convivía realmente, quién le mandó a enamorarse en la adolescencia o por qué se precipitó en casarse cuando, incluso, el padre o la madre (suele ser la segunda) le advirtió que aquello no acababa de verlo. Todo tiene, por tanto, su antesala; o esta es, en realidad, el punto de inflexión que convierte los deseos en cosas palpables y con efectos.
Eso son las tardes de verano. El ver caer la tarde. Un paseo en ese tránsito en el que el sol comienza a remitir y la noche asoma incipiente. Seguramente, eso también será lo más parecido a la felicidad. Lo soñado, lo proyectado. El deseo desmenuzado que idealizas. Un detalle, un lujo.
Recorrer las calles en medio de julio y agosto, cuando retozas en el remanso de lo ya conseguido e imaginas cómo llevar a cabo tus planes cuando llegue el otoño. Vivimos en la placidez del verano que mira al inexorable otoño que dirime nuestras vidas curso por curso.
En septiembre habrá divorcios. Llamadas a los despachos de abogados. Muchos de los que en unos meses telefonearán a la letrada que lleve el caso y que conocieron en la etapa del instituto o al recoger a los niños a la salida del colegio años atrás, aún no saben que se van a separar. Porque antes tiene que suceder lo previo al hecho en sí. Vamos, esa mirada en un soplo inesperado de agosto, en el que ambos dentro del domicilio, puede que tan solo cuando uno cambie el canal del televisor con el mando a distancia, se percaten que así no pueden seguir y que esa relación ya no da más de sí. Eso son los segundos que lo explican todo. Luego vendrá la sentencia, el convenio regulador y la dichosa hipoteca pendiente con el banco, pero la vida en su afán se expresó aquella tarde de agosto. Y sin tú saberlo.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.98