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Primera Plana

Felipe y el PSOE

Columna de Rafael Álvarez Gil

RAFAEL ÁLVAREZ GIL 5 Domingo, 29 de Junio de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Domingo, 29 de Junio de 2025 a las 07:24:09 horas


La crisis del PSOE es la crisis del sistema del 78. Y al revés. Y ambas crisis se retroalimentan. Cuando, encima, dicha crisis tiene enfoques diversos para ser analizados (e incluso, quizá, complementarios) es que asistimos, desde luego, a una crisis de naturaleza sistémica. Nadie explica mejor estas vicisitudes que Felipe González que, precisamente, lo fue todo; de hecho, después del dictador Francisco Franco, ha [Img #1017475]sido el gobernante (eso sí, democrático) con más poder en España en el siglo XX. Y, junto a González, también la manifiesta Pedro Sánchez: las mutaciones constantes de Sánchez (del 155 que suspendió la autonomía en Cataluña a la plurinacionalidad, del socioliberalismo a la izquierda revestida…) no dejan de ser giros de guión imprescindibles para mantenerse a flote políticamente, en medio de la crisis sistémica que azota a España.


González está en su perfecto derecho de opinar, y de hacerlo una y otra vez. Ahora bien, es contraproducente para él. Primero, fue presidente del Gobierno (1982-1996) y, por tanto, enseguida hay antecedentes varios para relucir que sirven de contraargumento a sus posiciones últimas. Aunque nadie está libre de errores y contrariedades; menos en política, menos en materia de poder. Segundo, y lo más importante, que González se erija en lucero en contra del ‘sanchismo’ lo distancia del PSOE y, por consiguiente, de sí mismo. En última instancia, su vida ha sido el PSOE. Y el PSOE, además, ha sido (en parte) él. Por lo tanto, pierden ambos. 


Algún día, temprano o lejano, esta crisis pasará. Y lo que quedará de González como de otros expresidentes del Gobierno, es el legado. Sería triste que este (con sus luces y sus sombras) quedase anegado por su rol actual de opositor constante dentro del PSOE. Y quien menta a González, es hacerlo igualmente con Alfonso Guerra. Se quema González, quema al partido y, al fin, pierden todos. Por eso el PSOE, con razón, no se atreve a desafiarle internamente. Sería un craso error, una medida insensata.


A todas estas, qué es y qué debe ser el PSOE (debate que subyace en la guerra dialéctica entre González y Ferraz) entronca con la crisis sistémica. Para el otrora líder, el PSOE tiene que ceñirse a ser el actor dinástico y sistémico que sustenta el sistema político nacido de la Transición, el del 78. El que prefiere pactar con las burguesías vascas y catalanas, si no le queda otra, que con la izquierda; fue lo que hizo en 1993: González prefirió a CiU que a IU, optó por Jordi Pujol en detrimento de Julio Anguita. Sin embargo, Sánchez (más bien sin saberlo, porque le es igual el largo plazo) potencia un PSOE que se desprende de esa responsabilidad histórica con tal de detentar el poder; sin remilgos, sin sopesar. La duda estriba en si eso es posible mantenerlo indefinidamente. Por el contrario, probablemente implicaría la desaparición (si no formal, sí material) del PSOE. Casi nada.

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