
En una parcela costera del polígono de Salinetas, en el municipio de Telde, se proyecta levantar una planta de generación eléctrica de emergencia compuesta por ocho motogeneradores de gas propano, con una potencia conjunta de 14,8 MW. Junto a ellos, se instalarán dos tanques horizontales de 200 m³ dentro del recinto y una esfera exterior de 1.000 m³ conectada a las instalaciones. Todo esto, a escasa distancia de playas, viviendas y otras infraestructuras industriales ya existentes.
Con una inversión que supera los 25 millones de euros, esta planta está promovida por DISA GENERACIÓN bajo el argumento de cubrir una “necesidad urgente” del sistema eléctrico insular. Pero, ¿es realmente una solución de emergencia o estamos ante un nuevo episodio de improvisación energética con consecuencias duraderas?
¿Qué entendemos por “emergencia”?
El discurso oficial sitúa esta planta como un refuerzo indispensable frente a un riesgo inminente de apagones. Sin embargo, los propios informes de Red Eléctrica de España señalan una disponibilidad del sistema eléctrico canario superior al 97% en 2023. No estamos, por tanto, ante una crisis estructural, sino ante una necesidad técnica puntual de garantizar estabilidad en momentos críticos o ante fallos individuales.
Es una diferencia clave. Porque si no hay una emergencia sostenida, ¿justifica eso una infraestructura tan cara, voluminosa y contaminante? ¿No existen otras formas de reforzar la seguridad del sistema sin comprometer el futuro energético de la isla?
Una inversión que no se parece a algo “temporal”
La etiqueta de “temporal” acompaña a este proyecto como si se tratara de una solución ligera y fácilmente reversible. Pero la realidad es que una instalación con subestación eléctrica propia, grandes depósitos de gas y motores industriales, difícilmente puede entenderse como algo provisional. Menos aún cuando su vida útil puede alcanzar los 25 o 30 años o más, si no se establecen compromisos firmes de desmantelamiento.
Es legítimo preguntarse: ¿temporal para quién? ¿Para la empresa que amortizará su inversión durante décadas? ¿O para la ciudadanía, que deberá convivir con los riesgos, las emisiones y la presencia de esta instalación a escasos metros del mar?
¿Y si miramos hacia adelante, no hacia atrás?
La transición energética en Canarias no puede permitirse contradicciones tan flagrantes. Mientras se anuncia el impulso de proyectos de hidrógeno verde y almacenamiento en baterías, se invierte en instalaciones de combustibles fósiles con impacto paisajístico, ambiental y social.
La planta de Salinetas, incluso si ofrece cierta flexibilidad futura para usar hidrógeno o biopropano, nacerá quemando propano fósil. En lugar de caminar hacia soluciones limpias, seguras y descentralizadas, retrocedemos hacia infraestructuras de alto riesgo y baja sostenibilidad. Todo ello bajo la coartada de una urgencia que no se sostiene con datos públicos.
La energía que mueve una comunidad
Lo que está en juego no es solo una planta, sino el tipo de futuro que elegimos para Canarias. Un futuro que debe construirse con sentido común, transparencia y participación ciudadana.
Detrás de cada decisión energética hay una dimensión humana que no puede ignorarse: la calidad del aire, la seguridad de las personas, el respeto al territorio, la justicia intergeneracional. No podemos permitirnos inversiones de ayer para los desafíos de mañana.
Si de verdad esta planta es necesaria, que lo demuestren con transparencia, con planes vinculantes de desmantelamiento y con evaluaciones ambientales rigurosas. Pero si hay alternativas más limpias y seguras —como todo parece indicar—, entonces esta obra no es una emergencia… es una equivocación estratégica.
Plataforma Salto a la Transición Ecológica.






















Javier García | Jueves, 26 de Junio de 2025 a las 08:17:52 horas
Mejor explicado imposible. Instalar combustión tan cerca de casas tiene poco sentido estratégico y lógico. Añadiría que parece más que se quiere amortizar terrenos que ya son de Disa porque es obvio que una instalación de almacenamiento y combustión tiene que estar lejos de casas y espacios de concentración de personas. Esto suena a pelotazo con argumentos encajados en la actualidad como los apagones, así se aprueba sin rechistar. Si la idea es dar estabilidad a la red que pongan baterías que realmente se quitan y se ponen infinitamente más fácil que una central de combustión, es escalable y actualizable a mejores tecnologías futuras. Suena a un engaño más.
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